Cuando se habla de cine y literatura se plantea siempre la dualidad de ser fiel a la letra o al espíritu del libro. En la mayoría de ocasiones los mejores resultados se producen precisamente cuando se obvia la literalidad y se respeta el espíritu, el significado final de la obra original; introducimos esta reflexión para establecer un símil a raíz del estreno de Camera café, la película, una adaptación de la reconocida serie de televisión que triunfó entre 2005 y 2009.
La serie original para televisión contaba con una serie de características –escenario único, cámara fija, no se sabía nada de los personajes más allá del entorno laboral, tratamiento coral de los personajes, capítulos muy cortos– que hace imposible su traslado al formato cinematográfico con fidelidad. De ahí que la primera decisión que asume el filme es romper con esas reglas; tras unos primeros planos idénticos a la serie, la cámara se libera de su anclaje fijo, inicia un movimiento que recorre el decorado único y se abre a un plano general mostrando la oficina que siempre había estado oculta.
Este hecho es el detonante para que la película se reoriente hacia otro terreno. Permanecen en su mayoría los personajes de la serie original, la apelación a los rasgos, gestos y vestuario o el recuerdo de la máquina de café que aparece en alguna ocasión. Todo ello para situar un punto de partida que desde el respeto al formato original, con el recuerdo nostálgico de lo que fue, permita elaborar un producto independiente que sea fiel al humor absurdo que era su marca de identidad.
Asumida esta elección, precisamente para ser fieles a ese humor absurdo, y en ocasiones surrealista, asoman las influencias de La Hora Chanante y Muchachada Nui tanto en el guion, en el que participa Joaquín Reyes, como en la dirección de Ernesto Sevilla.
No hay traición al espíritu humorístico de la serie. Es una huida hacia delante para buscar el sentido propio. Y el trazo elegido es la hipérbole de las situaciones cotidianas que giran alrededor de la oficina donde todo es posible: Quesada, el comercial vago, es elegido para liderar la empresa, Cañizares y la urna de cenizas parlante o los fados de la parte portuguesa, todo ello entre tartas lisérgicas o ensoñaciones. Así, la película va creciendo conforme ese humor extremo y exagerado se acumula en los diferentes sketches que conforman el filme.
Frente al reparto coral del formato original en Camera Café, la película se focaliza a través del personaje de Quesada (Arturo Valls) que es el encargado de establecer el hilo conductor que une todos esos fragmentos humorísticos para darle un sentido global a la historia. Los personajes secundarios conocidos, definidos con sus rasgos característicos, son el anclaje o la referencia al pasado pero es a través de Quesada es donde el filme asienta su evolución.
El envoltorio formal acompaña esa exageración del humor absurdo a través de dos características. En primer lugar tenemos la presencia de una cámara viva, que se mueve con absoluta libertad –rompiendo precisamente con la inmovilidad de la serie– en un compendio de cámara en mano, travellings y todo tipo de efectos, de tal forma, que se termina creando un ritmo orgánico interno que acelera el ritmo.
Y en segundo lugar hay una recreación de videoclips musicales, fragmentos de animación y todo tipo de homenajes cinematográficos que se reflejan tanto en las imágenes como en la composición de la banda sonora; asimismo, y siempre bajo el tono de comedia, subsisten unos subgéneros como puede ser el musical o las situaciones que van más allá de la realidad (el contable que es un mago), que se acrecientan con la presencia de los cameos (especial atención a los cantantes).
Sin embargo, película y serie sí coinciden en el contenido de lo que se nos cuenta. La serie de televisión, a través de las conversaciones de oficina en la sala de la máquina del café, describía la cotidianidad de una sociedad –a través de un humor blanco sin entrar en referencias políticas– y nos hablaba de unos rasgos reconocibles en los personajes desde lo absurdo. Y la película recoge esta propuesta para terminar hablando de muchas características que definen el carácter hispánico desde esa atemporalidad (en la película no se concreta el paso del tiempo) que únicamente viene matizada por una actualización del humor y algunas referencias a la actualidad –los gags con la admiración de Quesada por Albert Rivera) o la presencia de Ibai Llanos como exponente para el público más juvenil.
Para aquellas personas que entren en el juego que proponen sus autores, la película es una montaña rusa de situaciones cómicas que empastan los diferentes sketches; para los que el humor absurdo suponga un tour de force quizá la película deja al descubierto toda la fragmentaria tramoya interna.
En cualquier caso se agradece la huida hacia delante porque implica una apuesta por el riesgo; lo contrario hubiera significado un conservadurismo comedido incapaz de superar el formato original. La capacidad del guion y la dirección de Ernesto Sevilla de llevar al límite las situaciones sin terminar de perder el control permiten sumar, además de los seguidores originales de la serie, a las nuevas generaciones de público que se enfrentan sin prejuicios a esta comedia.
Escribe Luis Tormo
Título: Camera Café, la película
País y año: España, 2021
Duración: 90 minutos
Dirección: Ernesto Sevilla
Guion: Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Miguel Esteban
Fotografía: Enrique Santiago Silguero
Música: Filipe Melo
Reparto: Arturo Valls, Carlos Chamarro, Ana Milán, Carolina Cerezuela, Joaquín Reyes, Marta Belenguer, Álex O’Dogherty, Esperanza Pedreño, Ingrid García Jonsson, Manuel Galiana.
Productora: Pólvora Films, Estela Films, Atresmedia Cine, Movistar+, Café Para Muy Cafeteros, Lacoproductora, Planar
Distribuidora: Warner Bross
Artículo publicado originalmente en Encadenados