Hacer una película es como un ejercicio de funambulismo
Dentro de los Preestrenos de Cine Español del Festival Antonio Ferrandis, organizados por el Ayuntamiento de Paterna y los cines Kinépolis, pudimos ver Las leyes de la frontera, la película de Daniel Monzón, basada en el libro del mismo título de Javier Cercas, y que viene de clausurar la última edición del Festival de Cine de San Sebastián.
La historia comienza en el verano de 1978. Ignacio Cañas (Marcos Ruiz) es un estudiante introvertido y algo inadaptado, tiene diecisiete años y vive en Gerona. Al conocer al Zarco (Chechu Salgado) y a Tere (Begoña Vargas), dos jóvenes delincuentes del barrio chino de la ciudad, se ve inmerso en una carrera imparable de hurtos, robos y atracos que se prolongará durante todo el verano y que cambiará su vida para siempre. Las leyes de la frontera es la historia del verano en el que Ignacio se hizo mayor, transgrediendo constantemente la frontera entre dos mundos, cruzando la línea que hay entre el bien y el mal, entre la justicia y la injusticia.
Completan el reparto Carlos Oviedo «Titu», Xavier Martín «Grajo», Jorge Aparicio, Daniel Ibáñez, Víctor Manuel Pajares y Cintia García dando vida a la banda del Zarco.
La película se estrena en las salas de cine el 8 de octubre, es una producción de La Terraza Films, Ikiru Films, Atresmedia Cine y Las Leyes de la Frontera AIE. La distribución nacional corre a cargo de Warner Bros. Pictures España.
Para acompañar este preestreno estuvieron el guionista y director Daniel Monzón, acompañado de la actriz Cintia García. El director de Celda 211 o El Niño, entre otras películas, reflexiona sobre su último trabajo en el que ejerce una mirada sobre el género de cine quinqui.
¿Cómo llegas a la novela de Cercas?
Daniel Monzón: De Javier Cercas había leído otros libros que me gustaban mucho, Anatomía de un instante me parece un libro extraordinario. Alguien me regaló el libro, terminó en mi mesilla de noche y me lo leí de forma absorbente y al cerrarlo dije: «Quiero llevar esta historia a la pantalla». Al día siguiente hablé con el productor con el que estaba trabajando en ese momento en El niño que es Edmon Roch y le pregunté si estaban los derechos. Los derechos estaban y Javier Cercas tuvo la generosidad de cedérmelos porque era una historia que sentí que quería contar.
Me empujó esa historia del primer amor, el triángulo que surge entre Nacho, el chico de clase media que salta al otro lado de la frontera; Tere, que es un personaje arrollador; y Zarco, que es el jefe de la banda y pareja de esta chica, un personaje muy misterioso, ambiguo, muy rico.
Analizándolo después me di cuenta que también tenía que ver con mi propia infancia y adolescencia. Yo vivía al final de la ciudad, aquí en Valencia, y desde la ventana de mi casa veía los descampados que ahora ya no lo son. Y me cruzaba de vez en cuando con los quinquis que me producían temor, pero también fascinación porque me parecía que vivían más libres, lo que hacían significaba una aventura y me ofrecía mucha curiosidad.
Al ser una película con la temática de quinquis es inevitable referirse a ese cine de los 70 que en ese momento reflejaba una realidad concreta. Ahora, tras más de cuarenta años, esa realidad está tamizada por la novela de Cercas y por tu propia visión. En Las leyes de la frontera hay presencia de la droga, de la violencia, pero está centrada más en la historia de amor, en la visión romántica. Hay una estilización de la historia.
Claro. Partimos de que la película es una historia de amor en ese contexto. Es un acercamiento al género, porque la película tiene todos los elementos del género quinqui, como los tirones, los robos a bancos, la visita a prostíbulos, etc. Están los hitos del cine quinqui, pero intentar hacer una película imitativa de aquello o manierista, un experimento como lo que hizo Tarantino en Grindhouse y el cine de serie B (jugar a rodarla en 16mm, con un grano grueso, con las rayas del negativo, que fuera sórdida), no tenía ningún sentido.
La gran fuerza de aquellas películas era que estaban protagonizadas por los propios quinquis y eran casi un documento de la época. A día de hoy no quedan quinquis, todos murieron o abatidos por los tiros de la policía o por la droga. Queda uno que fue con el que hablamos Jorge Guerricaechevarría y yo, que es El Pera, curiosamente uno que asimiló el otro lado de la frontera.
El planteamiento que se hace aquí es desde el recuerdo de su protagonista. Es una estilización, como tú has dicho, de un universo. Aquellas películas estaban rodadas en formato cuadrado o 1:85 y ésta es en scope. Es como coger aquel género, pasarlo por el tamiz del recuerdo, de mi recuerdo, pero sobre todo el de su protagonista, que recuerda todo aquello como la etapa más intensa, en la que posiblemente fue la más pasional de su vida. Y eso te permite recrearlo desde ese punto de vista. Tú has hablado de romanticismo y lo tiene. Tiene un poco de componente de western, como las películas de Jesse James o Forajidos de leyenda que abordaban el mito. Humanizándolos, acercarte a ellos como personas.
Estéticamente es muy curioso porque todo lo que incluye la dirección de arte es rigurosamente de la época. No hay nada en esta película que no sea de la época, todo está cuidadosamente puesto en escena para que nadie pueda decir que eso no es del 78. Pero yo que fui un niño de la transición recuerdo aquello como una etapa llena de color. Nos hemos agarrado un poco a eso porque, salvo prólogo y epílogo, precisamente es la etapa en que este chico vivió lo más valioso de su vida.
Tu director de fotografía hizo también películas de cine quinqui
Totalmente. Carles Gusi hizo Yo, el Vaquilla y Perras callejeras. Carles es alguien absolutamente legitimado para hacer una película de quinquis puesto que las ha rodado. Mi director de arte, Balter Gallart, magnífico, es alguien que tenía 18 años en el 78, es decir, que tenía la misma edad que los protagonistas. Todos mis recuerdos y los de Jorge Guerricaechevarría, cuando escribíamos el guion, eran como viajar a nuestra infancia y adolescencia. Pero luego, la encargada de vestuario, Vinyet Escobar, es alguien mucho más joven que se acerca a este universo, estudiándolo, buceando en él, pero con una perspectiva más contemporánea. Yo quería que hubiera esa mezcla en el equipo técnico para equilibrar la realidad y la verdad de aquella etapa con un distanciamiento estilizado.
La música juega un papel fundamental en la película a través de las canciones de la época, como Las Grecas o Sandro Giacobbe, que te evocan directamente esa época por la capacidad que tiene la música de trasladarte a ese momento; pero luego hay canciones compuestas expresamente para la película de un grupo sevillano extraordinario que se llama Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, que hacen una música arrolladora con un rock progresivo entre Triana y Led Zeppelin, quinquidelia le llaman, y yo quería esa mezcla porque obedece a ese planteamiento formal de la sofisticación del género.
Si tú haces una película en 2021 cualquier otra postura me parece un poco absurda. Es como Tarantino recreando en Erase una vez Hollywood un Hollywood que realmente es el suyo, como de ensueño y donde se permite cambiar la historia. Aquí somos fieles a lo que ocurría en el momento.
Cintia, tu vienes del mundo de YouTube, de los influencers. ¿Cuál ha sido tu experiencia en esta incursión cinematográfica en una producción de estas características?
Cintia García: Yo siempre he querido ser actriz. Me gusta mucho hablar, empecé con YouTube y a subir mis tonterías a Instagram y las cosas hacían gracia. Pero yo seguía estudiando un día a la semana entrenamiento actoral y llegó el día en que apareció el casting y me dieron la oportunidad, junto con Daniel, de ir a realizar una improvisación. Hice de Lina y aquí estoy.
Daniel: Cuando vi a Cintia no tuve ninguna duda porque tiene una gracia natural. Yo no sabía nada cuando Eva Leyre y Yolanda Serrano, mis directoras de casting, con las que he trabajado en Celda 211, El niño, Yucatán y esta película, me dijeron: «Mira, mira esta improvisación de Cintia García». La vi y dije que ya estaba, no tenía dudas, es Lina. Luego, fue mi hija, cuando ya estábamos ensayando, la que me contó que era una influencer.
Cintia: Ahí fue cuando Daniel descubrió que yo hacía mis cositas por Internet.
Daniel: Y Cintia ha rodado ya otra película, El juego de las llaves.
Cintia: Y todos estamos agradecidos de que Daniel nos dé la oportunidad de salir en esta película. Lina es un papel pequeño, pero para mí Lina es inmensa. Es una cosa que toca porque es un primer personaje en una película grande porque mi sueño siempre ha sido ser actriz.
El primer día de rodaje fue la escena del cementerio, pero Daniel nos ha tratado maravillosamente porque es una persona llana y cariñosa que nos ha ayudado a los novatos, que somos muchos aquí, a estar más tranquilos.
Daniel: Están todos maravillosos. Es lo que decíamos del reparto. Una cosa que sí quería recuperar en esta película de ese cine de finales de los 70 y 80 es esa frescura, ese sabor callejero, esa verdad. Miramos el cartel y vemos El Guille, Drácula, El Gordo, Lina, que no habían hecho una película en su vida, y algunos de ellos ni se habían planteando la posibilidad de hacerla, pero en ese gran casting que hicimos fueron surgiendo y componen una banda absolutamente creíble que es algo en lo estuvimos trabajando.
Lo primero que queríamos es que ellos fueran una banda real. Aprovechamos la pandemia, porque la película se paró en marzo, pero yo seguí trabajando. Y una cosa que hacíamos era sesiones de Zoom para que ellos se conocieran y les pasaba deberes: en esos momentos en que estábamos encerrados en casa había algo que hacer, una luz al final del túnel.
Con la pandemia, afortunadamente el rodaje no había empezado. Estábamos en la fase previa, íbamos a rodar en mayo. Yo estaba localizando con el equipo, ya teníamos el casting formado. Entonces aproveché ese tiempo para que se sumergieran más en la época y luego les dije a todos ellos que no se cortaran el pelo y conseguí que día a día se iban mirando en el espejo y se iban convirtiendo en esos quinquis que en cuanto se abrieran las puertas del encierro ya eran una banda de quinquis de tomo y lomo.

El rodaje entiendo que fue complicado. Ya de por sí es complicado rodar en exteriores, si añadimos las medidas del Covid, mucho más.
Daniel: Sí, hacer una película es como un ejercicio de funambulismo. Esto era como caminar en la cuerda floja mientras alguien te va tirando piedras, te escupe… No necesitas esa carga extra de complicación, pero había que asumir esas circunstancias. Es una película que cuando la escribimos, ¡qué nos íbamos a imaginar lo que iba a ocurrir!, no es la película más cómoda para rodar con pandemia, con las mascarillas, con las distancias de seguridad, con las medidas higiénicas que te retrasan mucho y te quitan tiempo de rodaje.
De hecho, primero me dijeron que adaptara el guion y dije que no porque si tenía que adaptar el guion prefería no hacerla. O no la hacemos o la hacemos como hay que hacerla, con toda la figuración, con todas las localizaciones, sus persecuciones, el contacto que tienen todos los personajes, debía ser así o la película no tenía sentido.
Es verdad que la producción ha hecho un trabajo excelente, me acompañó en esto, pero tuve que hacer de la necesidad virtud, un director es la persona que ese día que tiene que salir el sol se encuentra que llueve y tiene que adaptarse y tratar lo mejor de la situación. Entonces, como lo que quería trasmitir era la energía de la juventud, que fuera muy vibrante y que tuviera mucha frescura, pensé que la manera de rodar era deprisa, además habíamos ensayado mucho.
Cintia: Ensayamos mucho y eso hizo que la banda fuera muy real para que se vea esa complicidad.
Daniel: Y para que cada uno tuviera muy claro cuál era su personaje. No jugaba solo a saber el texto porque eso no es buena idea, no se trata de que repitan el texto y se lo sepan, que eso ya lo hacen.
Hay que jugar con el texto para que parezca que no está escrito, que es real. Cada uno tenía muy claro su personaje, pero yo planteaba situaciones alternativas en las que ellos se tenían que encontrar, teniendo que actuar como el personaje. Es jugar. Y llegamos a un punto en que, cuando planteaba una situación, ellos actuaban conforme era su personalidad y eso al final hace que tú lo notes, sientes que es una banda que lleva tiempo haciéndose, que hay una camarería.
Y todo el reparto traté de que fuera muy homogéneo en el sentido de que no hay ningún actor o actriz que sea especialmente conocido. Los puedes haber visto, pero me gustaba que tuviera esa homogeneidad. Creo que cuando tú ves buenos actores y no los conoces de otras películas te llega de una forma más verdadera y la película te resulta mucho más atractiva.
¿Eres de los que piensas en algún actor o actriz cuando estás escribiendo el guion?
Daniel: Hay veces que piensas en algún actor concreto y te ayuda mucho. Por ejemplo, Celda 211. Luis Tosar no lo sabía, pero nosotros estábamos escribiendo para él. Y pensando en Luis Tosar llegamos tan lejos como llegamos con el personaje. Que por cierto fue uno de los momentos de mayor tensión en mi carrera porque al terminar el guion en realidad nunca le habíamos dicho nada a Luis; y llegó el momento de enviárselo y decir: «¡Ay, Dios Mío! Como no lo guste se nos deshace todo el castillo de naipes». Afortunadamente, le gustó al instante y dijo que lo tenía que hacer cómo fuera.
Pero en este caso concreto lo que quería era gente completamente nueva. Habría actuado al revés, si aquí pongo rostros conocidos en el papel de Nacho, Zarco o Tere, habría tirado por un camino que no era ese. Aquí se sabía que la gran apuesta era un casting completamente nuevo.
Los que sí que tienen mayor experiencia cinematográfica son los tres protagonistas. Sabía que era el eje del que debía partir para hacer el casting. Para el Zarco yo quería alguien que tuviera esa fuerza para transmitir lo que es el quinqui de una manera icónica. No es el Vaquilla, no es el Jaro, no es el Torete, es todos ellos juntos. Chechu Salgado con esa voz, con esos andares, con esa forma intimidatoria, pero que luego descubres que tiene nobleza, es la presencia icónica del quinqui.
Lo de Nacho no sabía quién puñeta podía hacer eso porque es un papel muy complicado con mucho arco. Tienes que creerte que puede llegar a interesar al personaje de Tere, y partir de alguien que es un tipo apocado, que recibe de sus compañeros y luego va a acabar atracando bancos y enamorando a una chica del empuje de Tere, era muy difícil. Y surgió Marcos Ruiz, que es un actor que tenía bastante experiencia en papeles de niño, que ha hecho un trabajo que me ha sorprendido por cómo alguien tan joven tenía tan claro el arco del personaje y más teniendo en cuenta que no rodamos cronológicamente.
Y lo de Begoña Vargas es directamente una explosión. Como he leído por ahí: «Ha nacido una estrella».
Cintia: Me encanta. No puedo quitar el ojo de encima a Begoña. Es totalmente hipnótica. Ayer vi la película por segunda vez; cuando la miras por primera vez los actores estamos cada uno fijándonos en lo nuestro, pero la segunda que la ves te puedes relajar un poco y yo vi a Tere y dije: «¡Chapó. De 10, nena!».
Daniel: Cuando la probé vi que era un diamante en bruto. Todavía no se había estrenado Malasaña 32 y me proporcionaron la oportunidad de verla y vi que aquí hay una estrella en ciernes. Y hablando con ella, al principio tenía alguna duda sobre el papel y le dije: «Confía. Tere está ahí dentro y va a salir». Y vaya si ha salido. Tiene una áurea y un magnetismo que es lo que se necesitaba.
Es el motor de la historia porque tienes que creer que este chaval robaría un banco o haría cualquier cosa por ella. Y una cosa muy bonita sucedió cuando le pasé la película a Javier Cercas, que es una situación que me daba cierto vértigo porque la está viendo el que originalmente ha parido la historia y los personajes, y esto es una adaptación. Y en una adaptación para ser fiel al espíritu de un libro tienes que ser infiel a la letra. No puedes ir a la letra porque si quieres recrear en cine el sentimiento que te invadió cuando la leíste son lenguajes muy distintos.
Al terminar, Javier me dio un abrazo y me dijo que era lo mejor que podía hacer: «La has llevado a tu terreno, pero la emoción de lo que yo quise contar está ahí punto por punto y Tere es ella».
Escribe Luis Tormo
Artículo publicado originalmente en Encadenados