Entrevista con Antonio de la Torre

El buen actor es aquel que tú piensas que no es un actor

Antonio de la Torre

El actor Antonio de la Torre, ha sido reconocido con el Premio Especial de la VII edición del Festival de Cine Antonio Ferrandis de Paterna, un certamen que pone en valor durante todo el año la promoción y difusión del cine español.

El interprete malagueño, que cuenta con una dilatada trayectoria, se ha convertido en uno de los actores españoles más premiados, atesora 14 nominaciones a los Premios Goya, y cuenta con dos Goya por sus papeles en AzulOscuroCasiNegro y El reino. Entre lo más destacado de su filmografía podemos encontrar títulos como La isla mínima, Grupo 7, Tarde para la ira, Caníbal, Que Dios nos perdone o La trinchera infinita.

Como homenaje el festival ha proyectado en los cines Kinepolis El reino, la película dirigido por Rodrigo Sorogoyen en 2016 y cuyo rodaje transcurrió parcialmente en Valencia. El propio actor presentó en la sala la proyección.

Con motivo de la entrega del premio hemos podido conversar con Antonio de la Torre al que hay que agradecer que, entre la apretada agenda que supone este tipo de eventos, nos haya dedicado unos minutos para hablar de su trayectoria profesional, de lo que para él significa ser un buen actor y el trabajo que supone componer esos personajes cargados de complejidad que suele abordar en su cine.

Antonio de la Torre recibe el premio en el Festival de Cine de Paterna Foto: Luis Tormo

Como homenaje a tu trayectoria el festival proyecta El reino en el que encarnas a un corrupto al que dotas de cierta humanidad porque los personajes tuyos nunca son totalmente blanco o negro sino que aparecen envueltos con matices.

Eso es esencial. Yo me vi con políticos que estaban saliendo y entrando de la cárcel, pendientes de juicio, con jueces, con gente inmersa en procesos de corrupción. Y entiéndeme, esto es un tema delicado y quien comete un delito tiene que pagar por ello, pero humanamente les entiendes. Me acuerdo de una imagen de Granada, saliendo de la cárcel y abrazándose a sus hijas y se lo dije a Sorogoyen: “Esta es nuestra película. Un padre quiere abrazar a sus hijas”. Porque le dije que el peligro que tenía esta película es que los de izquierda, que somos la gente del cine, haciendo una película de que malotes que son los corruptos… y aun así alguno la tachó de maniquea.

Personalmente, y me consta que Sorogoyen y la guionista también, intentamos todo el rato trabajar a la contra. Y no fue una película maniquea, fue una película de gente reconocible.

Es un tratamiento de los personajes que haces muy a menudo. El caníbal de la película de Martín Cuenca, el policía de Que Dios nos perdone, incluso el personaje de La trinchera infinita son muy complejos, con su reverso oscuro.

Sí, sí. Primero es que creo que eso es la vida real y los personajes son así, iba a decir cotidiano pero cotidiano no, digamos que más pegados a la realidad. Son personajes que tienen ese nervio, esa fuerza. Las personas no somos ni blanco ni negro, ni buenos ni malos, tenemos todas las cosas.

Antonio de la Torre presentando al público El reino. Foto: Luis Tormo

Cuando hablamos de que un actor una actriz son buenos es porque son capaces de hacer creíbles sus personajes.

Para mí el buen actor es aquel que tú piensas que no es un actor. Lo he dicho antes presentando la película, el mejor piropo es cuando te dicen: “Parece que no eres un actor”. Ese era mi sueño, que la gente no me vea a mí… ¿quién es Antonio de la Torre?

¿Y qué herramientas tienes para llevar adelante ese propósito?

¡Las mías! Las situaciones que yo he vivido, las cosas que me pasan, las cosas que me hacen sentir rabia, que me hacen sentir ternura. Es el estado de ánimo que siento a lo largo de mi vida. Obviamente nunca he querido matar a nadie pero sí que he sentido rabia.

Muchas veces tienes que trabajar lo simbólico. Y luego investigas, investigas mucho; por ejemplo, hice de Pepe Mujica en La noche de los doce años y estuve con él. Buscas gente, referentes, ideas que te puedan ayudar. Tampoco sé cómo explicarlo. Vulgarmente te diría que picoteas de aquí y de allá.

En ese traspaso de las líneas escritas en el guion a lo que es la interpretación del personaje en el rodaje ¿cómo es la colaboración con los directores o directoras? Porque además sueles repetir con muchos de ellos como son el caso de Sorogoyen, Martín Cuenca, Sánchez Arévalo, etc.).

Vas hablando con ellos, pruebas cosas, improvisas más o menos, los escuchas. Es un diálogo que se va dando, les haces caso o no, propones cosas, haces algo y a lo mejor te dicen: “esto que has hecho me gusta”.

El buen director es aquel que te deja hacer pero que al mismo tiempo te da notas y te ayuda. Es una mezcla de cosas donde tú propones con la idea que él tiene y él te ayuda también.

Foto: María Abad

El premio que te otorga el festival Antonio Ferrandis es a toda la trayectoria. Una trayectoria que reconoce el trabajo de muchos años. Cuando echas la vista atrás ¿te acuerdas de ese momento en que dijiste “yo quiero ser actor”? Aunque no pudieras vivir de la profesión o todavía no tuvieras un papel reconocido?

De niño ya tuve esa pulsión y me apunté en un grupo de teatro donde aquello empezó a germinar. La clave fue con 25 años, donde había empezado a trabajar de periodista. Gracias a Alberto San Juan que era compañero mío de la facultad y hoy en día es un gran amigo.

Hablamos de ser actores, él se apuntó en la escuela de Cristina Rota y me habló de ella; entonces nos apuntamos los dos e hicimos la aventura juntos. Y en esas clases es donde yo dije. “Esto es lo que me gusta”. Ahí sentí el placer y la emoción de ser actor. ¡Las ganas! Me acuerdo de estar en Madrid, de querer salir en la tele, de que te cojan en una película, esa hambre por hacer…

Un hambre que ahora la tengo de otra manera, ahora la tengo por el oficio. Ya por suerte estoy asentado en mi trabajo, en mi profesión, pero esa hambre por hacer cualquier cosa, un hambre muy inocente, casi naíf… creo que como la pasión de los enamorados por primera vez.

Se puede decir que estás en un momento dulce de tu carrera…

Momento otoñal [risas]. Sí, obviamente es innegable. Llevo varios años de trabajo, los últimos quince años, en España… ¿Qué más se puede pedir? 14 nominaciones [a los premios Goya], un montón de papeles, de trabajo, de reconocimiento.

Es verdad que es una edad de eclosión y de implosión a la vez. Es una edad en la que todavía te quedan muchos papeles por hacer pero hay otros que ya no vas a hacer. En este sentido me siento en un punto de inflexión.

Escribe Luis Tormo

Foto: María Abad

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