Madres paralelas
Quien haya experimentado la sensación de duda e incertidumbre que supone llegar a casa del hospital con un recién nacido en los brazos entenderá las primeras escenas de Cinco lobitos, el sincero y desgarrador –pero tierno a la vez– debut en el largometraje de Alauda Ruíz de Azua.
Amaia (Laia Costa), en un plano medio con el fondo desenfocado, acaba de bajar del coche y durante unos segundos su figura en solitario, con su bebé en brazos, nos muestra una mujer perdida, solitaria, que mira casi sin saber qué hacer. Apenas unos instantes hasta que se vuelve a reintegrar con su familia en los que se retrata el miedo ante la nueva situación. La recuperación del parto, el llanto durante la noche, el primer baño o la dificultad para amamantar sirven para testimoniar el difícil proceso de ser madre.
La difícil asunción del nuevo rol de madre, unido a la rémora machista que posiciona en un lugar único a la mujer para hacerse cargo de la niña frente a la libertad del marido que continua desarrollando su trabajo -amparado en la supuesta supervivencia económica-, termina provocando un retroceso en la vida de Amaia que se ve obligada a retornar al hogar familiar.
La mirada de la directora vasca retrata con aparente sencillez el día a día de Amaia enfrentada a un espejo formado por sus padres que le devuelve una imagen que, lejos de solucionar sus problemas, termina acrecentando las dudas sobre el futuro de su vida. El regreso al seno familiar le permite a Amaia ser consciente de las dificultades de su madre –como madre pero también como mujer–, de las renuncias y frustraciones que también supuso para ella criar una niña.
Si esta sencilla visión, amable en lo externo pero tremendamente pesimista en el fondo, de una mujer que honestamente debe reconocer que no puede con el rol asignado socialmente por ser madre, ya tenía suficiente interés; la película crece a partir de la segunda mitad cuando la salud de su madre provoca un intercambio de roles entre Amaia y su madre –significativa la escena en que arrastra la silla de ruedas con su madre mientras su padre lleva el carro de la niña–.
Una situación en la que Amaia termina tomando conciencia de la fragilidad de esa madre vasca, que habla con sentencias, que se muestra fuerte y huraña, pero que bajo esa fachada de heroicidad cotidiana deja ver las grietas del sacrificio personal que ha tenido que hacer a lo largo de su vida.
El drama para Amaia no es la dificultad para criar a su hija. El drama viene cuando Amaia toma conciencia de que la vida que le espera, puede ser la que ha tenido su madre. Una vida en la que los hombres, su padre y su pareja, son incapaces de ir más allá de una simple ayuda.
Conforme va descubriendo que el rol maternal atribuido socialmente a la mujer parece no haber evolucionado de una generación a otra, esa tragedia se intensifica. Ella, una mujer joven, con su trabajo independiente, con una pareja en la que la igualdad parecía regir su vida, se encuentra de repente frente al reflejo simbólico de su madre pues Amaia termina reproduciendo gestos y maneras de su madre –la discusión con el dueño del perro, la mirada consentida respecto la actitud del padre y del marido–.
Un reflejo que le devuelve una imagen en la que parece que nada ha cambiado y donde la aceptación del papel de madre parece significar irremediablemente también la renuncia a su condición de mujer libre e independiente.
La película es dolorosa porque la cámara hace que nos identifiquemos con la historia al unirla a situaciones que reconocemos en la realidad. No hay grandes aspavientos ni grandes tragedias, parecen fragmentos extraídos de la vida cotidiana y por eso resultan tan hirientes.
Dos mujeres, dos madres, dos generaciones diferentes unidas por la rebeldía de enfrentarse a los tópicos establecidos. Una madre en la que Amaia va descubriendo los sacrificios que hizo a lo largo de toda su vida para no romper con los convencionalismos de una generación de mujeres oculta por una sociedad machista y rancia.
Un personaje femenino actual que descubre lo que es la maternidad pero que a su vez no puede dejar de ser hija en ese retorno al hogar familiar. Un galimatías emocional atrapado en la estructura de la familia; una familia que establece unos roles de los que es difícil escapar porque Cinco lobitos no plantea la ruptura o la huida hacia delante como solución. Amaia, ahora que se adentra en el mundo de la maternidad, empieza a comprender el enorme desafío que supone vivir, crecer, ser hija y ser madre. Y todo ello le lleva a comprender o entender ciertas actitudes de los que le rodean.
La película no podría existir sin ese cuarteto protagonista en el que destacan el talento interpretativo de sus dos protagonistas femeninas. Laia Costa y Susi Sánchez provocan con su inmenso trabajo que la ficción se acerque a la realidad, que los personajes traspasen la pantalla.
Escribe Luis Tormo
Título: Cinco lobitos
País y año: España, 2022
Duración: 104 minutos
Dirección: Alauda Ruiz de Azúa
Guion: Alauda Ruiz de Azúa
Fotografía: Jon D. Domínguez
Música: Aránzazu Calleja
Reparto: Laia Costa, Susi Sánchez, Ramón Barea, Mikel Bustamante
Productora: Encanta Films, Sayaka Producciones, Buena Pinta Media, RTVE
Distribuidora: BTeam Pictures