El turismo cinematográfico, para que cumpla su valor de atracción de turistas interesados en visitar los lugares de las localizaciones, debe partir de una premisa mínima pero necesaria: la película o serie debe contar con una difusión mayoritaria para que pueda convertirse en un recurso turístico deseable por ese potencial visitante.
Los ejemplos clásicos que aparecen en la bibliografía relacionada con el turismo cinematográfico respecto a las filmaciones que se han convertido en focos de atracción confirman que el éxito, la difusión y una gran audiencia son factores claves para que una localización trascienda más allá de la pantalla.
La trilogía de El señor de los anillos, Notting Hill, Harry Potter, las series Juego de Tronos u Outlander, son una muestra de la relación que existe entre una gran visibilidad y la consideración de un lugar como recurso turístico cinematográfico.
Este elemento ha hecho que durante décadas el turismo cinematográfico quedara unido a grandes producciones o localizaciones emblemáticas por su importancia o por su belleza. Así El señor de los anillos une a su triunfo en taquilla, la espectacularidad del paisaje de Nueva Zelanda; o el éxito mundial de la serie Juego de Tronos se asocia a los bellos paisajes de Irlanda, Reino Unido, Croacia, Malta o España.
De esta forma, producciones más pequeñas o con una difusión escasa y lugares atractivos, pero no tan reconocidos, tenían muy difícil convertirse en polos de atracción, constituyendo un hándicap difícil de resolver.
De ahí que tradicionalmente fuera prácticamente imposible montar una estrategia de turismo cinematográfico salvo el caso de grandes capitales (Madrid o Barcelona) o lugares que por tradición atrajeran rodajes (por ejemplo, Almería y el spaguetti western en los años 70), pues en el resto de lugares que se rodaban prácticamente esas películas no tenían visibilidad.
Pero todo esto ha cambiado con los nuevos modelos de distribución cinematográfica y la entrada de las plataformas audiovisuales.
Cambio de modelo de la distribución cinematográfica
Sin embargo, el esquema de la distribución cinematográfica que durante décadas ha sido prácticamente inamovible, y que priorizaba la exhibición cinematográfica como punto de partida para la difusión, ha variado considerablemente los últimos años debido al surgimiento de las plataformas audiovisuales y el auge de las series -un formato que viene heredado desde el nacimiento de la televisión- adaptadas a la estructura de estas grandes plataformas.
Este esquema desde los años 80 estaba basado en estreno en cine, lanzamiento en formatos para su visionado casero (VHS, DVD, alquiler online) con una ventana de distribución entre los cuatro y seis meses y, por último, su emisión en televisión, después de dos años. El objetivo era que una misma película obtuviera beneficios en todos los canales y no compitiera con ella misma en cada uno de los canales.
Pero este modelo, por una concatenación de factores económicos, tecnológicos y sociales ha saltado por los aires. Y tiene mucho que ver en esto la entrada en el juego de la distribución del modelo de gran trust audiovisual como pueden ser los casos de Netflix, HBO, Amazon, Disney, etc.
Ahora una película se estrena en cines y salta a las plataformas en semanas, o se estrena directamente en la plataforma; salvo la excepción de los blockbusters que consiguen importantes cifras de taquilla a nivel mundial.
Internalización de una película o serie
Esta característica hace que películas que cuentan con unas cifras de taquilla en cines mínimas puedan alcanzar un recorrido mayor en las plataformas pues estás universalizan su distribución más allá de las pantallas de cine. Y esto es especialmente importante para el cine español pues salvo un número mínimo de escogidos -el cine de Pedro Almodóvar, por ejemplo- la mayor parte de nuestro cine no se distribuye en las salas físicas más allá de nuestras fronteras.
El hecho de que, ahora, las plataformas ofrezcan a nivel mundial un producto audiovisual permite que el cine, y nuestras localizaciones, pueden llegar a un número considerable de espectadores, sorteando las dificultades de distribución en pantalla grande.
Son conocidos los casos de La casa de papel. La celebérrima serie sobre un peculiar robo bancario pasó desapercibida en su estreno televisivo en España; sin embargo, tras su exhibición en Netflix comenzó a adquirir una visibilidad que le ha llevado a convertirse en un fenómeno mediático. Similar caso al ocurrido con El hoyo -titulada en inglés The platform– que ocupa uno de los primeros lugares entre las películas de habla no inglesa en la mencionada plataforma.
No son casos aislados, la película Bajocero, el thriller dirigido por Lluís Quílez, se estrenó directamente en la plataforma Netflix ya que debido a la crisis sanitaria del Covid-19 no pudo exhibirse en cine; el filme alcanzó unas cifras considerables en cuanto a visionado a nivel internacional. Un caso similar ha ocurrido con El páramo, una producción española que ostenta récords de número de horas vistas en Netflix.
Por lo tanto, actualmente se puede afirmar que cualquier producción puede poner en valor las localizaciones donde ha sido rodada, pues los límites a la exhibición se han reducido gracias a la visibilidad que se ha conseguido más allá de las salas de cine.
Descentralización de las localizaciones
Al hilo de los cambios producidos en la exhibición, y que también afectan a la producción, pues estas grandes plataformas cada vez más intervienen en la gestación de sus propios proyectos, se está produciendo el fenómeno de la descentralización de las localizaciones.
En el caso de España, frente a la concentración de rodajes en Madrid y Barcelona, el aumento de la producción audiovisual hace que crezca la necesidad de encontrar nuevas de localizaciones más allá de los centros habituales para que las historias ambientadas en la pantalla cuentan con un aspecto novedoso.
Recientemente tenemos el caso del rodaje en Comunitat Valenciana de la serie Citadel de Amazon Prime o el último rodaje de The interpreter, del conocido director Guy Ritchie. Dos producciones internacionales que han buscado en nuestro territorio las localizaciones con las ambientar sus historias. En el primer caso el rodaje fue en Valencia y alrededores; y en el segundo caso en Alicante ciudad y poblaciones cercanas.
Por lo tanto, a los nuevos rodajes dependientes de las producciones habituales, hay que sumar los proyectos de las plataformas o televisiones que están provocando una diáspora de historias que necesitan apoyarse en nuevos espacios, nuevos lugares, en el que ambientar la acción.
Unos trabajos que, debido a la visibilidad de la que hemos hablado en este artículo, permiten establecer una red de lugares susceptibles de convertirse en objeto del turismo cinematográfico pues estos productos cada vez llegan a más espectadores a través de todos los canales de la distribución audiovisual.
Escribe Luis Tormo