No mires arriba (Don’t look up) de Adam McKay

En determinadas ocasiones el cine tiene la capacidad de diseccionar y analizar la realidad de un tiempo histórico. La mirada puede ser efectuada sobre un territorio concreto pero la globalización que se extiende de este a oeste y de norte a sur, termina favoreciendo que la situación de un entorno lejano acaba siendo reconocida, imitada o, cuanto menos, entendible desde la distancia.

El fenómeno de los líderes populista que trastocan la ya inmunda política, la crisis sanitaria que se ha convertido en una catástrofe que afecta a todos los países o la transformación que se ha producido en los medios de comunicación (la influencia de las redes sociales, la aparición de las fake news, la manipulación mediática) se puede rastrear, adaptada a cada contexto, en cualquier lugar.

No mires arriba (Don’t look up, 2021) radiografía el mundo que nos ha tocado vivir agitando en su coctelera fílmica todos los ingredientes señalados en el párrafo anterior para elaborar una película que se digiere con dulzura aunque al final deje un regusto amargo. En esa descripción de la sociedad en la que nos movemos todo comienza como una broma para terminar desembocando en una oscura y pesimista conclusión.

Adam McKay ya había mostrado en El vicio del poder (Vice, 2018) su capacidad para sacar a la luz las miserias de la política estadounidense a través de la figura de Dick Cheney, vicepresidente de los EE.UU con George W. Busch. Un retrato demoledor del encumbramiento de una serie de personajes mediocres que juegan a su favor con los mecanismos de la democracia.

Jennifer Lawrence, Leonardo DiCaprio y Rob Morgan. Foto: © Nico Tavernise / Netflix

Si en El vicio del poder el recurso utilizado para desarrollar la narración era el biopic, en No mires arriba la primera capa de la película remite a la estructura de las películas catastrofistas. Un científico (Leonardo DiCaprio) y su ayudante (Jennifer Lawrence) descubren la trayectoria de un cometa que colisionará con la Tierra, la comunicación a los responsables públicos, el tratamiento de la noticia en los medios, la búsqueda de una solución, la presencia de un referente –héroe– que evite la catástrofe conforma toda una serie de situaciones que nos remiten al modelo apocalíptico del fin del mundo.

Pero la intención de McKay no es ironizar sobre esta clase de cine sino utilizar un relato reconocido por el espectador como hilo conductor para elaborar una crítica mordaz y satírica contra la sociedad actual. Ahí está la identificación del personaje de la presidenta Orlean (Meryl Streep) con Trump –un fenómeno que no es exclusivo de los EE.UU. pues ahí están líderes populistas como Bolsonaro o Boris Johnson– o la equiparación de la extinción del planeta con la crisis sanitaria global que ha hecho tambalear la fe en la supremacía del mundo desarrollado, desvelando las contradicciones de una sociedad globalizada.

La película arremete contra todos y contra todo, mostrando la naturaleza contradictoria del ser humano capaz de contaminarse por la influencia de las fake news, la manipulación de la opinión pública, el ansia de poder o la satisfacción egoísta. Una muestra del engaño en el que caemos en ocasiones negando la realidad existente, creyendo que si no miramos arriba, el problema desaparece.

Cate Blanchett, Tyler Perry, Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence. Foto: © Nico Tavernise / Netflix

Para ello el filme despliega toda una serie de microhistorias en las que se da espacio a los diferentes miembros que conforman el tejido social de una comunidad. Políticos, asesores, periodistas, comunicadores, artistas, científicos, gurús tecnológicos o militares desfilan por la pantalla en una revisión crítica que pone de manifiesto el papel de cada uno en el desaguisado general en que se ha convertido la sociedad actual.

La burla demoledora va profundizando hasta alcanzar los pilares que sustentan el sistema establecido dejando al descubierto la sumisión de la política y la ciencia respecto a los grandes trusts de poder. La película no es amable con ninguna parte; el doctor Randall (Leonardo DiCaprio) no es ajeno a las tentaciones que ofrece la cercanía al poder o el grupo que se opone a los negacionistas no ofrece más alternativa que un concierto mediático de los artistas del momento –ridiculizados con anterioridad–.

Lo terrible de No mires arriba es que conforme avanza el metraje se confirma que todo aquello que se muestra de forma satírica termina siendo tristemente reconocible. Podríamos decir que lo que vemos en la pantalla es exagerado o deforma la realidad pero no tenemos más que recordar las imágenes del asalto al Congreso de los EE.UU. por los simpatizantes de Trump –con ciudadanos disfrazados, tomándose selfies o disparando con fuego real– para comprobar que hay ocasiones en que la realidad supera a la ficción; el fracaso de las políticas que salvaguardan el medio ambiente tras sucesivas cumbres climáticas mundiales o la deriva interesada de los medios de comunicación. Un visión pesimista extendida por la globalización y que permite encontrar la réplica de estos fenómenos en el entorno más próximo y cercano.

Para redondear la propuesta se echa en falta una mayor síntesis en el montaje que aligerara la duración final –la película se va a los 143 minutos– eliminando situaciones repetitivas.

Con todo estamos ante un filme imprescindible por su capacidad de traducir la realidad del momento y en el que no hay que perderse las dos escenas finales que se incluyen en los títulos de crédito pues ahondan en el tono cómico, pero a la vez pesimista, de que pase lo que pase continuamos tropezando con la misma piedra y nunca salimos reforzados o mejorados de las situaciones de crisis.

Escribe Luis Tormo

Título: No mires arriba
Título original: Don’t look up
País y año: EE.UU, 2021
Duración: 143 minutos
Dirección: Adam McKay
Guion: Adam McKay
Fotografía: Linus Sandgren
Música: Nicholas Britell
Reparto: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, Jonah Hill, Rob Morgan, Mark Rylance, Tyler Perry, Timothée Chalamet, Ron Perlman, Ariana Grande
Productora: Hyperobject Industries, Bluegrass Films
Distribuidora: Netflix

Jennifer Lawrence con Adam McKay. Foto: © Nico Tavernise / Netflix

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