Crítica de Tiempo (Old, 2021) de M. Night Shyamalan

Cuando M. Night Shyamalan iba vendiendo por los estudios de cine el guión de El sexto sentido una de las condiciones para firmar el contrato era que él tenía que dirigir el proyecto. El éxito comercial de su opera prima, unido al buen funcionamiento en taquilla de sus posteriores películas, ha hecho posible que el director de origen hindú haya construido un férreo discurso sobre la autoría cinematográfica.

En su trabajo como director él siempre deja patente la necesidad de controlar todos los detalles para que las imágenes que el espectador ve en la pantalla sean aquello que él desea –siendo conscientes de que la autoría en cine siempre está compartida entre el conjunto de personas que intervienen en una producción-, de tal forma que Shyamalan escribe todos sus guiones y desde El Protegido se involucra en la producción de sus películas.

Esta ratificación de su responsabilidad como creador, aspecto en principio positivo e íntimamente ligado a la convicción de que el director es el autor del filme, le ha ido pasando factura a Shyamalan a lo largo de la decena de largometrajes. Una filmografía ya extensa en la que filme se constata que la confección del guion en solitario termina haciendo que los errores o los aspectos negativos derivados de su escritura se repiten película tras película lastrando el resultado final.

Foto: © 2021 Universal Studios

Hay que tener en cuenta que el mérito de Shyamalan no es menor. Su capacidad de elaborar ideas y argumentos atrayentes jugando con el misterio y el terror es altamente recomendable como lo atestiguan muchos de los inicios de sus películas. Tiempo (Old, 2021) no es una excepción, aunque en este caso la idea original venga de la novela gráfica Castillo de arena de Pierre Oscar Lévy y Frederik Peeters, y en todo el primer tercio del filme, asistimos a un inquietante planteamiento que sobrevuela por encima de una situación de aparente normalidad.

La excesiva amabilidad de los empleados, la peculiaridad que trasmiten el resto de personajes que acompañan a los protagonistas, el desequilibrio emocional de la familia o la turbadora belleza de la playa sirve para construir un universo paralelo dentro del escenario paradisiaco en el que Shyamalan verterá la tesis de su película; una reflexión sobre el paso del tiempo.

Un paso del tiempo que aquí se muestra descorazonador y triste. La conciencia del envejecimiento, en uno mismo y en los demás, en un lapso temporal en el que no es posible la reflexión provoca una inevitable angustia al ver como la merma física o psicológica hace mella en los personajes. El espacio claustrofóbico representado por la playa, a pesar de su atrayente hermosura, no permite la libertad de los protagonistas.

Al mostrar cómo nos desenvolvemos en la sociedad actual, haciendo especial hincapié en la pérdida de ese tiempo preciado que tenemos (la dependencia de los móviles, el canon de belleza de la mujer joven) el resultado es más contundente evidenciando la escasa racionalidad del mundo moderno.
El filme se convierte en una alegoría sobre la trivialidad de las vidas del primer mundo egoístamente apegados a las miserias cotidianas. Nada de lo aprendido es válido y el director se ríe irónicamente del personaje de la psicóloga.

Shyamalan aprovecha este relato existencial sobre la vida finita para incorporar elementos comunes a su obra. El universo cerrado y limitado del que es muy difícil escapar, el uso de lo sobrenatural adaptado a la realidad de los personajes, el surgimiento del miedo o terror en cualquier contexto o el pesimismo general que invade toda la película.

Foto: © 2021 Universal Studios

Pero Tiempo, como ya hemos avanzado al principio de este artículo, también incorpora los errores habituales que hemos visto en la filmografía anterior de su director. De esta forma, en lugar de profundizar en la reflexión sobre el paso del tiempo y qué consecuencias tiene para los personajes, el filme se mueve en base a golpes de efecto que se van incorporando en la narración sistemáticamente, provocando un ritmo ágil pero que termina perjudicando al discurso que debería subyacer por debajo.

La escena del embarazo de la adolescente, la operación efectuada a la protagonista o el descubrimiento de un elemento esencial para la trama, únicamente funcionan como elementos necesarios para avanzar la narración. Pero más allá de esa funcionalidad específica, analizados a posteriori son escenas que rayan el ridículo.

De igual forma, el cierre de la película con el plot twist característico del director de El sexto sentido, rompe el sentido reflexivo que el filme había llevado hasta ahora. La explicación final, de la que Shyamalan ya ha ido dejando pistas –el personaje del conductor que encarna el propio director, unas siluetas que se observan en el acantilado– pretende cerrar o justificar de forma científica la trama mediante una alargada e innecesaria coda final. Ínfula de un director que se cree demiurgo de una narración que se le escapa de las manos por un guion incapaz de conseguir un cierre que vaya en consonancia con el discurso que se mantiene a lo largo de casi toda la película.

Si a todo ello unimos un reparto que no defiende de la mejor sus personajes, el resultado final se resiente no tanto durante la visión de la película, que se sostiene en base a una estrategia de acumular sorpresas e información, sino en el análisis posterior cuando reflexionos sobre qué nos ha contado la película.

Escribe Luis Tormo

Título: Tiempo
Título original: Old
País y año: EE.UU., 2021
Duración: 108 minutos
Dirección: M. Night Shyamalan
Guion: M. Night Shyamalan
Fotografía: Mike Gioulakis
Música: Trevor Gureckis
Reparto: Gael García Bernal, Vicky Krieps, Rufus Sewell, Thomasin McKenzie, Alex Wolff, Nikki Amuka-Bird, Abbey Lee, Ken Leung
Productora: Blinding Edge Pictures, Universal Pictures
Distribuidora: Universal Pictures

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