El año de las armas (Year of the gun, 1991) de John Frankenheimer

En una trayectoria cinematográfica que se prolonga a lo largo de 40 años es difícil mantener una continuidad, tanto desde el punto de vista de la producción como de los logros artísticos.  John Frankenheimer (1930-2002) mantuvo a lo largo de su carrera diferentes periodos de creatividad dentro de la industria del cine, bien desde el mismo Hollywood o bien a través de producciones con un carácter más independiente, unas veces en su país y otras muchas filmando por todo el mundo. De ahí que este director y productor, perteneciente a esa generación que se inició en el mundo de la televisión (Lumet, Ritt, Penn, Mulligan, etc.) y que posteriormente pasó al cine, tiene en su filmografía un sinfín de películas que por determinadas circunstancias en el momento de su estreno pasaron desapercibidas; producciones que ahora podemos apreciar y valorar con la distancia y el equilibrio que aporta el paso del tiempo.

Edward R. Pressman, un longevo productor que en esa época contaba ya con reconocidos filmes como Malas tierras, Wall Street, Good morning Babilonia o El misterio Von Bulow, se puso en contacto con Frankenheimer para dirigir una película que transcurría en Italia. El director americano leyó el guion de David Ambrose, basado en la novela de Michael Mewshaw, pero no le convenció por lo que finalmente se contrató a Jay Presson Allen, una reputada guionista (Marnie la ladrona, Cabaret) para que revisara el guion, y esa versión fue la que se filmó, aunque el guionista oficial que aparece en los títulos de crédito es Ambrose (1). La producción también afrontó problemas de liquidez y tuvo dificultad con la obtención de los permisos lo que hizo que se retrasara la filmación.

La historia se centra en un periodista americano que vuelve a Roma en 1978 para trabajar en su antiguo periódico. La vuelta a Italia supondrá retomar una relación con Lia y el propósito, desde el punto de vista profesional, de comenzar la escritura de una novela sobre las Brigadas Rojas.

El guion desarrolla un relato de ficción enmarcado en los acontecimientos reales que sacudieron la política y la sociedad italianadurante los años 70, los llamados ‘años de plomo’ en los que la inestabilidad política con gobiernos que apenas duraban semanas, la  violencia callejera y los atentados, tanto de grupos fascistas como del terrorismo de la izquierda radical, tiñeron de sangre todo el país. Esta situación tuvo su máxima expresión con el secuestro y posterior asesinato del presidente del país, Aldo Moro, por el grupo terrorista Brigadas Rojas que supuso una auténtica conmoción para las estructuras del Estado y la sociedad en general.

Con estas referencias no es extraño que John Frankenheimer se involucrara en el proyecto pues las intrincadas redes que tejen los asuntos del poder es un tema que el cineasta americano ha tratado a lo largo de su filmografía. Todo ello propicia una estructura de thriller en la que unos personajes se ven arrastrados por una espiral de violencia e intrigas que les supera, una reminiscencia de los personajes hitchconianos que son acusados, perseguidos o se ven envueltos en hechos que escapan a su esfera individual.

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El personaje del periodista, David (Andrew McCarthy), en el centro de todos los acontecimientos, y el hecho de que decida escribir una novela que tiene como base las Brigadas Rojas traerá consecuencias que afectarán a todos. De una forma u otro el resto de personajes están implicados o relacionados en una historia que analizada con detalle deja ver grietas en su elaboración. La coincidencia entre lo que David escribe y lo que va a pasar es necesaria para que el relato avance pero se antoja un truco de guion muy forzado.

De igual forma, la relación de todos los personajes con las Brigadas Rojas, desde Lia (Valeria Golino), la amante de David; Alison (Sharon Stone), la fotógrafa americana; hasta el amigo de David, Italo (John Pankow), a quien el periodista recurre para buscar información sobre el grupo terrorista; resulta también extrañamente coincidente.

Con todo, la parte externa del filme, la estructura narrativa asentada en el thriller, funciona debido a la sucesión de acontecimientos, el equilibrio de todos los personajes y el ritmo vertiginoso que permite introducir toda la coreografía intrínseca de las escenas de persecuciones o de los atentados. Uno de los aspectos positivos del filme es el uso de las localizaciones en la ciudad de Roma, en la que los monumentos y lugares más significativos tienen su papel secundario como telón de fondo de las escenas. Pero la filmación no persigue el reconocimiento turístico, sino que busca situar la acción en un entorno que encarna el paso del tiempo, la antigüedad de una sociedad vista a través de su legado arquitectónico. La piazza del Popolo y sus dos iglesias gemelas o el castillo de Sant Angelo se integran en la acción como trasfondo, de igual forma funciona el contraste entre las grandes casas burguesas (el domicilio del profesor) y los viejos pisos y callejuelas estrechas de los viejos barrios de Roma.

Pero si profundizamos por debajo de la estructura del  thriller político nos encontramos con el verdadero tema del filme: la búsqueda de la verdad y las dudas sobre la implicación o no ante la realidad que los rodea. David es un periodista que escribe su novela e intenta permanecer equidistante de los hechos; Alison la fotógrafa refleja en sus imágenes la violencia y los horrores de la guerra, aunque intenta no involucrarse ante la realidad que capta su objetivo.

Desde su posición de americanos parece que son los que pueden permanecer alejados de la primera escena; hay en ellos una reflexión continua sobre la imparcialidad ante la situación política que los rodea (David tenía un pasado de militante radical del que ahora parece renegar). Algo muy diferente a los personajes italianos pues Lia y el profesor de la universidad están implicados de una forma u otra en el complot que se está gestando.

Finalmente, esa posición equidistante, que no va más allá de escribir una novela sobre las Brigadas Rojas, termina afectando a todos los personajes. Unos morirán y otros quedarán marcados para siempre. Y la pareja protagonista ejemplifica las dos formas de entender la profesión y el modo de vida que quieren tener. Entre David y Alison, parece que la postura de ésta última es más sincera y resolutiva, presionando a David para que convierta el borrador sobre las Brigadas Rojas en una novela de éxito plasmando la verdadera circunstancia de los hechos.

Al igual que la novela de David, el filme de Frankenheimer mezcla realidad y ficción. Las localizaciones que hemos comentado con anterioridad sirven para dar un toque de realismo a la historia y la reproducción de algunos episodios como las manifestaciones o la puesta en escena del secuestro de Aldo Moro reproduce muchos aspectos de lo que debió pasar en la realidad (el disfraz de miembros de la compañía aérea que llevaban las Brigadas Rojas, el asesinato de los cinco guardaespaldas).

Hay que tener en cuenta que el filme no es un retrato de los hechos que sucedieron en torno al secuestro de Aldo Moro pues como el propio director reconocía ese objetivo hubiera sido muy pretencioso y alejado de la realidad (2); su pretensión era ver como los personajes de David y Alison evolucionan debido a los acontecimientos que viven en primera persona, cambiado su concepción inicial.

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¿Imita la realidad a la ficción? David escribe en su novela de forma profética el futuro secuestro de Aldo Moro y la caracterización de los personajes asociándolos a los nombre de los personajes de ficción, en una novela que se acerca a un ensayo sobre las Brigadas Rojas, termina conformando un laberinto en el que los personajes son vapuleados por el choque entre el poder establecido y la lucha de las Brigadas Rojas por doblegar al Estado.

John Frankenheimer se encuentra cómodo en esta confusión y su estilo se adapta a las necesidades que surgen en cada momento. La habilidad para las escenas de thriller se beneficia de la presencia de algunos nombres que habitualmente formaban parte del equipo  técnico como los asistentes de director o David Crone, el operador de la Steadicam.

Pero el director también emplea multitud de recursos de planificación que van más allá del guion, dejando ver el conocimiento del uso de las herramientas cinematográficas para contar la historia. Por ejemplo, el uso del gran angular para incluir en el mismo plano a diferentes personajes y mostrar las relaciones de poder entre los personajes como podemos ver en la escena entre Lia y el jefe de las Brigadas Rojas o para convertir a los personajes en algo insignificante aprovechando las grandes estancias de las casas; el travelling sin interrupción que acompaña la conversación que mantienen David y Alison paseando de noche por las calles de Roma; o el recurso del primer plano de las miradas de David y Alison justo antes de su encuentro amoroso.

El reparto se beneficia de la presencia del triangulo que conforman Andrew McCarthy, Valeria Golino y Sharon Stone. Andrew McCarthy, un actor del que se esperaba más en su momento y que defiende el papel de un periodista atrapado por el conflicto que le rodea; Valeria Golino, la actriz italiana que venía de participar en algún proyecto internacional de renombre como Rain Man (1988) y Sharon Stone que al año siguiente protagonizaría el filme que la situaría en el estrellato durante la década de los 90, Instinto básico.

El año de las armas nos deja, por último, uno de los mejores finales que rodó Frankenheimer. Un David pulcro y trajeado es entrevistado en una televisión americana en relación con la exitosa publicación  su libro, el cual incorpora las fotografías de Alison; mientras hacen la entrevista, el canal conecta con Alison para recoger sus impresiones desde un Beirut en guerra. Cuando David acaba la entrevista y sale del plató ve en el monitor a Alison quitándose el micrófono, ella se queda mirando fijamente a la cámara, un encuentro falso con la mirada pues David sabe que ella no le ve.

El uso de la televisión para hacer coincidir el raccord de las miradas y el gesto sincronizado de ambos saliendo por la parte derecha del cuadro a la vez, es capaz de unirles en la distancia. Tan lejos y tan cerca. Tan unidos en un momento pasado de sus vidas y tan distanciados en el presente. Para alguien que empezó su carrera en el mundo de la televisión no hay un mejor homenaje a este medio que utilizarlo para situar en el mismo plano a los dos protagonistas alejados en el espacio.

Un hermoso final para una película que no se entendió en su momento, que tiene sus errores pero en la que se puede rastrear el estilo de Frankenheimer.

Escribe Luis Tormo

(1) Armstrong, Sthepen. Pictures about Extremes: The Films of John Frankenheimer, McFarland, 2008. En la Nota 155 explica que Frankenheimer pidió ayuda a Jay Presson Allen para reorganizar la narración.

(2) El cine italiano se ha ocupado de este hecho en diferentes filmes como El caso Moro (1986) de Giuseppe Ferrara o la excelente Buenos días, noche (2003) de Marco Bellocchio

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