Roberto Saviano: La banda de los niños y Beso feroz

Soy leyenda

En el año 2006 uno de los fenómenos editoriales fue la publicación de Gomorra, la novela del periodista y escritor napolitano Roberto Saviano. Entre el ensayo y la crónica novelada, a través de una serie de relatos fragmentados se dejaba al descubierto la organización de la Camorra equiparándolo a un sistema que se extendía como una mancha de aceite a través de la sociedad.

El detallado análisis basado en investigaciones policiales y de la fiscalía, así como las numerosas referencias a datos y nombres reales, le valió la enemistad de la Mafia, que le condenó a muerte. Desde ese año el escritor vive bajo protección oficial y cada desplazamiento o viaje necesita del seguimiento de sus escoltas.

La difusión del libro se amplificó a raíz de su adaptación cinematográfica. La película del mismo nombre, dirigida por Matteo Garrone, obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes y fue un éxito en todo el mundo. El eco de este éxito no se apagó pues tuvo continuidad posteriormente a través de la serie de televisión Gomorra, que con la supervisión del mismo Saviano, comenzó a emitirse en el año 2014. Esta serie, de mayor calidad que la película, se ha convertido en un éxito de tal forma que acumula cuatro temporadas y se está a la espera de la quinta temporada.

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Imagen promocional de la serie Gomorra

En 2013 publicó su segundo libro Cero, cero, cero, con un esquema similar a Gomorra, el análisis se internacionalizaba para dejar al descubierto el negocio de la cocaína, demostrando la importancia económica y financiera que el tráfico de esta sustancia generaba. El formato literario ha servido también de soporte para la serie del mismo título que se ha estrenado en diferentes plataformas audiovisuales en 2020.

Pero de lo que nos vamos a ocupar en este artículo es de sus dos últimas novelas en las abandona el tono periodístico y documentalista para transitar por terrenos donde la ficción –aunque muy apegada a la realidad- toma protagonismo.

Nos referimos a La banda de los niños y Beso feroz. Ambas novelas se podrían leer de forma independiente pero adquieren más valor leídas y analizadas en su conjunto pues forman un díptico sobre la infancia y la juventud que ingresa en la Camorra napolitana.

Las historias de las mafias que conocemos se centran en nombres destacados que dominan las alianzas criminales (boss, capos) despreciando habitualmente los soldados, los hombres que pueblan la parte más baja del escalafón. Hombres –y nombres- de usar y tirar, que intentan brillar en un mundo inmediato en el que el tiempo es un valor casi despreciable. Únicamente queda aquel que se convierte en leyenda, inmortalizado en el recuerdo de un barrio, de una zona o  de un distrito.

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La banda de los niños (La paranza dei bambini, 2017), de la que también se ha realizado su adaptación cinematografica (Pirañas: los niños de  la Camorra, 2019) presenta como unos adolescentes entran a formar parte del entramado criminal que termina constituyendo su modo de vida. No hay apelación a posibles causas sociales que justifiquen la delincuencia. Algunos tienen a su padre en la cárcel o muerto, pero otros disfrutan de una vida familiar que podría tildarse de normal.

Sin embargo, como explica el propio autor al principio de su novela, las paranzas son las barcas de pesca nocturnas que atraen a los peces con la luz. La luz que atrae a estos jóvenes a adentrarse en la Camorra es ese deseo de que su nombre termine siendo reconocido en un periódico, en la televisión, en una pintada de la pared, en una capilla improvisada en cualquier rincón o en la memoria del barrio.

Saviano marca estas novelas bajo dos líneas comunes en su obra. En primer lugar, a pesar de que la historia se centra en Nicola ‘Maraja’, el adolescente que pone todo su empeño en convenirse en el capo de Forcella, el protagonismo es coral con una profusión de personajes que comparten las aventuras y desventuras de Nicola. La banda de los niños está formada por más de una decena de miembros, a los que hay que unir sus familiares, amigos, novias y los miembros de las familias rivales.

Este tratamiento refuerza una de las constantes temáticas: la pertenencia a la banda, el sentimiento de formar parte de un grupo que va más allá de la familia. Son hermanos. Por eso los nombres particulares son sustituidos por los motes: Marajá, Briató, Tucán, Dientecito, Dragón, Lollipop, Pichafloja, Estabadiciendo, Dron, Bizcochito o Cerilla; unos motes que ocultan las personas que hay detrás.

El segundo recurso empleado por Saviano es la descripción minuciosa del entorno de los personajes. Las calles, los barrios, la ciudad en definitiva, adquieren un protagonismo que sirve para poner de relieve el ambiente, la sociedad que los rodea; un espacio que de una forma casi darwiniana condiciona a los personajes.

Estas dos características dificultan el acceso inicial a la novela hasta que nos familiarizamos con los personajes y el entorno.

La banda de los niños es la inocencia cruel. La presentación del personaje del Marajá no puede ser más contundente, sus aspiraciones criminales y su ambición no se ocultan. Conforme avanza el relato vamos viendo como los estudios académicos son sustituidos por el aprendizaje en la Camorra (la primera pistola, el primer robo, el primer asesinato). Los adolescentes que forman la banda mantienen puntos de contacto con lo que podría ser un joven normal (desean comprar ropas de marca, zapatillas caras, entrar en la sala más famosa, subir imágenes a las redes sociales) pero la inmersión en un universo de maldad –del que forman parte desde su origien- es lo que marca la diferencia.

La novela nos muestra el ascenso en un mundo de adultos y la trayectoria que recorren para conseguir el dominio del tráfico de las drogas y la extorsión a los negocios en el barrio. Saviano transmite la cultura del respeto entre clanes basada en el miedo y la violencia, pero también la mentalidad de unos personajes anclada en la tradición que quieren romper pero de la que reproducen su esquema. Un mundo masculino donde las madres y las novias juegan un papel tras las casas, en los hogares y donde terminan convirtiéndose en testigos de las acciones de sus hijos o amantes.

La banda de los niños termina con un hecho violento, seco, que detiene la historia en un instante y sacude a Nicola haciéndole crecer de forma abrupta. Cuando los personajes vuelvan a cobrar vida en la siguiente novela ya nada es igual.

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Beso feroz (Bacio feroce, 2020) es la traición. Los lazos de hermandad que sustentan el equilibrio de fuerzas cambian cuando la banda de los niños se convierte en una amenaza para el sistema criminal establecido. Los besos que sellan amores y pactos se rompen en función de la situación cambiante donde el camino hacia la cumbre está plagado de violencia y asesinatos. Amigos que se convierten en enemigos y viceversa.

En esta segunda novela,  el barrio napolitano es un mundo en evolución constante donde los acontecimientos se desarrollan muy rápido. Los personajes pasan de niños a hombres y todos ellos son prescindibles. Forman parte de un ente inmaterial que devora a las piezas de las que se compone; se trata de una carrera desenfrenada por el poder en unas calles, en un barrio. Nuevas generaciones que quieren desterrar a los mayores.

Adolescentes, alejados ya de cualquier rigor moral o ética que hubieran podido aprender, que extorsionan y matan para ser los reyes del narcotráfico. Personas que, apenas han sobrepasado la niñez, toman conciencia de la cercanía de la muerte. 16, 18 ó 20 años vividos a la carrera con la mirada puesta en que su nombre –su apodo- sea inmortal, persista en el recuerdo de las generaciones venideras. En el camino para convertirse en leyenda quedan amigos, enemigos, novias, madres o hijos.

La apuesta por la ficción le permite a Saviano profundizar en el tratamiento de los personajes, en un proceso muy similar al efectuado en los productos destinados al audiovisual, aunque la pervivencia de los detalles, la minuciosidad de las descripciones apegadas al terreno, no dejan romper la alianza visible con la realidad. Una realidad que Saviano conoce -y sufre- y que constituye la materia prima con la que cimenta sus historias.

Escribe Luis Tormo

 

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