Crítica de Asamblea de Álex Montoya

Hablemos

El nombre de Álex Montoya está asociado al mundo del cortometraje, un formato en el que lleva más de 20 años y con el que ha conseguido innumerables premios en festivales, destacando algunos hitos como la selección en 2008 de Cómo conocí a tu padre para el festival de Sundance y la nominación de Lucas (2012) para los Premios Goya en la categoría de Mejor Corto de Ficción.

Tras este periodo dedicado al cortometraje, ahora debuta con Asamblea, una producción de Kaishaku Films y Kakamura Films y que, con la actual situación provocada por la crisis del coronavirus ha hecho que el filme, tras su paso con éxito en diferentes festivales —entre ellos el de Málaga—, se haya convertido en la primera película estrenada en la plataforma Filmin.

Asamblea parte de la obra teatral La gente, de Juli Disla y Jaume Pérez, un texto del año 2012 en el que de una forma fresca y divertida se realizaba una reflexión sobre la participación de las personas en los procesos colectivos de toma de decisiones. Con una mirada irónica puesta en los movimientos asociativos nacidos tras el 15M, los nuevos partidos que sitúan la participación ciudadano en la toma de decisiones o cualquier organización en la que se intente democratizar el funcionamiento, el filme recorre una trayectoria que comienza con la ilusión de sentirse protagonista de los cambios y termina con una sensación agridulce que queda al tomar conciencia de la dificultad de alcanzar ese reto.

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La traducción al soporte cinematográfico sigue el esquema básico de las adaptaciones teatrales. Una introducción para ubicar el posicionamiento físico donde va a transcurrir la acción, es este caso un local cedido para realizar la reunión, y que sirve para oxigenar la narración del lugar único en el que va a desarrollarse el filme.

Reunidos en ese espacio, pronto quedan definidas las características que todo el mundo reconoce en este tipo de situaciones: un par de personas liderando la reunión y el grupo enfrente en una organización de discurso descendente en el que los compañeros que tienen contacto con la central muestran el documento de «Concierto» que deben de aprobar.

La apariencia externa deja entrever el sentido democrático de todos los componentes y su deseo de participar de una forma mancomunada en la toma de decisiones. En principio hay respeto por las opiniones y los planteamientos, parece que pueden formar parte de las diferentes disposiciones que se vayan adoptando.

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Sin embargo, este esbozo inicial pronto comienza a mostrar sus grietas. La negativa de parte de los miembros para dar su conformidad a un documento que viene de la central, sin poder añadir iniciativas propias, termina suscitando el debate sobre el sentido de la participación cuando en el fondo la sensación es que en el núcleo en el que se toman las decisiones nadie les tiene en cuenta.

La película repasa con humor toda la burocracia inherente a estos procesos y su vocabulario específico, que termina siendo una barrera para la posibilidad de ejercer la participación. La creación de comisiones, subcomisiones, el vaivén entre la central y la dirección territorial, los anexos a la documentación o la elección de representantes terminan siendo los elementos comunes del sistema contra el que se quiere luchar. Al final, el objeto de la reunión es aprobar un concierto que nunca llegamos a saber ni qué es ni el significado que puede tener para las personas.

Para recrear este hábitat asambleario, la película acude a un reparto coral en el que cada personaje representa un modelo estandarizado de los diferentes tipos que se pueden dar en estas situaciones, de tal forma que podemos ver personas con iniciativa que intentan liderar las propuestas, personas con dificultades para expresarse, pasivos que no se manifiestan, gente que cambia de idea en función de las iniciativas, los más abiertos o expresivos o aquellos que pasan desapercibidos. En definitiva, todo un muestrario amplio del ecosistema heterogéneo que se encuentran en los grupos.

En este sentido, Asamblea juega con un reparto muy atractivo y el guión le brinda un espacio a cada uno de los personajes para mostrar su personalidad y en el que hay que destacar el trabajo coral de los actores y actrices que a lo largo de toda la película terminan por contar con su mayor o menor protagonismo para aportar esa visión general de lo que es la sociedad.

Álex Montoya, a través de los movimientos de cámara y con pequeños recursos como la pantalla dividida —que se usa en un momento dado— y el juego con el montaje consigue romper con el origen teatral mostrando los diferentes puntos de vista. También hay un resquicio a través de la subtrama que forman el personaje de Josep y su hija (Greta Fernández) que muestran también la dificultad de la comunicación en este caso en el ámbito personal.

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Discurriendo principalmente bajo el territorio de la comicidad (el planteamiento de la huelga de hambre, las iniciativas que cada uno propone, la diferencia de roles entre los asistentes) el filme bascula hacia esa frontera agridulce que transita entre la necesidad de involucrase en la participación ciudadano y el convencimiento final de la imposibilidad de poder cambiar las cosas o al menos de la dificultad de poder concretar las cosas y ver los resultados al final del camino: la duda entre pasar de las palabras a la acción.

Al final, terminamos contemplando determinados comportamientos impropios de ese espíritu participativo. Josep es reticente a apartarse del objeto de la reunión mostrando su fastidio ante las propuestas que van surgiendo, todos son muy colaborativos con las personas, pero cuando entra una persona de origen árabe en el local hay un personaje que desconfía y mira hacia su bolso.

La película establece una mirada crítica —siempre amable— hacia estas reuniones o encuentros y deja en al aire las posibles carencias que impiden la consecución final de los objetivos. Crítica que se extiende a todos los participantes, aunque ese reproche deja la puerta abierta a la esperanza, como ejemplifica uno de los personajes al argumentar que «es difícil, pero sigue siendo la mejor manera». En el fondo lo que transmiten los personajes es la frustración ante la injusticia, ante la incapacidad de enfrentarse a un sistema que termina alienando la insurrección.

Asamblea se convierte en una metáfora de la incapacidad para llegar a acuerdos y eleva su mensaje de ese corpúsculo a toda una sociedad como la nuestra, incapaz de encontrar consensos bien sea en una reunión de vecinos o en los partidos políticos.

Una producción valenciana que termina combinando acertadamente la comicidad con cierto tono amargo que toma sentido en ese acertado final melancólico pero esperanzado.

Escribe Luis Tormo

Título: Asamblea
País y año: España, 2019
Duración: 75 minutos
Dirección: Álex Montoya
Guion: Juli Disla y Jaume Pérez
Música: Tórtel y Jordi Sapena
Fotografía: Guillem Oliver
Reparto: Nacho Fresneda, Francesc Garrido, Jordi Aguilar, Cristina Plazas, Abdelatif Hwidar, Greta Fernández, Irene Anula, Marta Belenguer, Lorena López, Sergio Caballero, Jorge Silvestre, Juan Mandli, María Juan
Productora: Kaishaku Films / Nakamura Films / À Punt Media
Distribuidora: Filmin
Fecha de estreno: 17 de abril de 2020

Artículo publicado originalmente en Encadenados

 

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