Crítica de Almost ghosts

Luchar contra el olvido

Posiblemente no haya una vía de comunicación que cuente con más resonancia mítica que la Ruta 66. Una carretera con más de 4.000 kilómetros que va desde Chicago hasta Santa Mónica (California). Construida en 1926, estuvo operativa hasta el año 1985, y su recorrido aparece en innumerables obras literarias, cinematográficas o musicales, que han pasado a la memoria colectiva, de la mano de John Steinbeck, John Ford, Bruce Springsteen o la emblemática película Easy rider de Dennis Hooper.

Igualmente, está plagada de construcciones, edificios e instalaciones que han adquirido un valor sociológico y artístico que con el paso del tiempo ha fijado sus imágenes en el colectivo imaginario de varias generaciones.

Si bien es cierto que el itinerario original ya no se puede recorrer de manera ininterrumpida, la Ruta 66 continúa siendo uno de los atractivos turísticos de todo aquel que quiera revisitar una época pasada, asociada a esa imagen americana de espacios abiertos, pequeños pueblos, moteles de carretera, coches, etc.

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En ese marco geográfico extenso, pero a la vez muy concreto, sitúa la directora Ana Ramón Rubio —conocida por la webserie valenciana Todos queríamos matar al presidente— su primer largometraje documental, con el objetivo de acercarse a esa representación mítica a través del rastro que queda de la que un día se conoció como The Main Street of America que ordenó durante décadas el flujo de todos aquellos que iban en búsqueda de la dorada California.

La puesta en marcha de la red de autopistas interestatales, entre ellas la I-40, hizo que la Ruta comenzara un declive a partir de los años 60 y 70, declive que culminó cuando fue descatalogada completamente a partir de mediados de los 80, dejando un reguero de pueblos y ciudades que se fueron despoblando. La desviación del tráfico dejó en la estacada a todas esas familias que unían sus vidas al tránsito diario que la frecuentaba.

Para escenificar este despoblamiento, el documental elige a tres ancianos cuyas vidas están ancladas al devenir de la carretera. Harley Russell, un cantante folk de Erik (Oklahoma); Angel Delgadillo, un veterano barbero de Seligman (Arizona); y Lowell Davis, dedicado a restaurar los edificios históricos de su ciudad, Carthage (Missouri).

Tres personas que representan a todos aquellos que decidieron quedarse. Todos aquellos que vieron cómo a medida que decrecía el volumen de los coches iba disminuyendo a su vez sus recursos económicos haciendo que menguara su economía familiar. Tres personas que afrontan la lucha por la supervivencia, un combate desigual para que el olvido no los borre definitivamente de la historia, de su historia.

Pero cada uno de ellos representa una manera distinta de sobrevivir al despoblamiento. Delgadillo, el viejo barbero, fue uno de los miembros fundadores de la asociación que luchó en 1985 para declarar histórica la Ruta 66. Una declaración que perseguía recuperar el trazado original y que tras su aprobación consiguió fomentar la actividad turística atrayendo visitantes tanto norteamericanos como del resto del mundo.

Harley Russell es un músico folk que pone en marcha un show que comenzó realizando con su mujer, y que tras el fallecimiento de ésta, continúa en solitario, componiendo un personaje que oscila entre la honestidad y la provocación, ofreciendo experiencias auténticas al flujo de turistas que pueblan ahora la ruta acompañado de su guitarra y sus canciones.

Y por último, tenemos a Lowell Davis, un artista que, desde que regresó a su localidad en 1987, ha ido reconstruyendo el pueblo según la imagen que conservaba de cuando era niño en un proyecto denominado Red Roak II.

Tres historias de superación, desde el optimismo de Delgadillo, la rebeldía de Rusell o el afán de recuperación de Davis, que no pueden ocultar la sensación de encontrarnos ante una colección de personas y situaciones que parecen sacadas de un western crepuscular. Personajes que son protagonistas de un tiempo que les ha superado, héroes solitarios que luchan contra las adversidades a pesar de que en el fondo son conscientes del olvido en que se encuentran.

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Podrán atraer turistas, conseguirán que todavía se mantenga un torrente de visitantes reflejo del misticismo que ha quedado incrustado en el imaginario colectivo, que sabe de ese paisaje de largas rectas y pueblos fantasmagóricos, pero en el fondo hay un pesimismo latente provocado por la sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor y que la batalla está perdida.

La apuesta formal de Almost Ghosts contribuye a certificar el efecto nostálgico y melancólico con una cámara estática que captura el paisaje y las personas desde el inmovilismo. Un sinfín de planos muy elaborados estéticamente, con un detallado trabajo de composición interna, muestran los efectos del paso del tiempo y la soledad del abandono. Paisajes vacíos y solitarios, casas abandonadas, tiendas que en su día tuvieron esplendor, asfalto, coches de otra época, antiguas gasolineras, basura y ruina, con una belleza decadente que todavía atrae nuestra mirada pues sabemos que detrás de cada elemento hay —hubo— innumerables vivencias e historias personales.

La sobriedad paisajística se extiende también a las entrevistas con los tres protagonistas, con preponderancia de planos medios y primeros planos en los que el plano fijo adquiere un carácter introspectivo; y de hecho, resulta significativo que algunas escenas antiguas del pasado de Rusell, en los que aparece su mujer, son las únicas en las que podemos apreciar el movimiento de la cámara asociado a la alegría de la pareja.

Los ancianos se convierten en los representantes de un pasado que se resiste a desaparecer, símbolos de ese American way of life anclado a las raíces del paisaje. Cuando el mito desborda a la realidad, sus vidas se terminan confundiendo con las ruinas que aparecen esparcidas por la carretera. Casi fantasmas, como ese personaje que interpretaba Joel McCrea en Duelo en la Alta Sierra de Peckinpah, donde se enfrentaba a un duelo final y terminaba desapareciendo por un lado del plano, las imágenes del documental Almost Ghosts rescatan del olvido parte de la memoria histórica que los nuevos tiempos dejaron atrás y que la globalidad en sus diferentes formas —el atractivo turístico— transformará definitivamente para bien o para mal.

Un interesante trabajo de Ana Ramón Rubio, al frente de esta producción valenciana premiada en diferentes festivales cinematográficos, en el que a pesar de la lejanía de su localización nos resulta atrayente, pues la resistencia a sucumbir al olvido no deja de ser un fenómeno que tiene un carácter universal que puede rastrearse en cualquier parte del mundo.

Escribe Luis Tormo

Título: Almost Ghosts
Año y país, 2019, España
Dirección: Ana Ramón Rubio
Guión: Ana Ramón Rubio
Fotografía: Carlos López Andrés, Celia Riera
Música: Don Joaquín
Montaje: Ana Ramón Rubio, Cristina Vivó
Duración: 70 minutos
Producción: Cristina Vivó
Productora: Casi Fantasmas SC
Distribuidora: Begin Again Films

Artículo publicado originalmente en Encadenados

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