Entrevista con Juan José Campanella sobre El cuento de las comadrejas

El director argentino Juan José Campanella, ganador de un Oscar por El secreto de sus ojos (2009), vuelve al cine —tras unos años en que rodó la película de animación Futbolín (2013) y diversas series de televisión— con El cuento de las comadrejas (2019), un remake de un filme argentino de los 70, que le permite incorporar a sus temas habituales un homenaje al mundo del cine clásico.

Dentro de los Preestrenos de Cine Español del Festival de Cine Antonio Ferrandis, organizado por el Ayuntamiento de Paterna y los cines Kinépolis —que tienen como objetivo consolidar la conexión entre Valencia y los principales nombres que integran el cine español a través de diferentes preestrenos y presentaciones especiales—, se realizó el preestreno de El cuento de las comadrejas, que llega a los cines de toda España el 12 de julio de 2019.

Para acompañar la presentación de la película tuvimos ocasión de entrevistar a Juan José Campanella con quien hablamos sobre las motivaciones y el significado de su nuevo trabajo.

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Para volver al cine con actores, tras la experiencia con la animación en Futbolín, has elegido un remake de una película argentina, Los muchachos de antes no usaban arsénico. Una película en la que ya te fijaste hace más de 20 años y de la que incluso llegaste a preparar un texto para una posible obra de teatro que finalmente no se produjo. ¿Qué te atrajo de esta película?

Para mí, tiene todos los elementos, todas las historias que me han obsesionado y que se pueden ver en todas mis películas, una de ellas es el amor de larga data, qué pasa con las parejas que están juntas muchos años. Eso no estaba en la original, es una de las cosas que tenía más interés en agregar en esta versión, la historia de amor entre Mara y Pedro.

Tiene esa lucha entre el pragmatismo y el romanticismo que es una cosa que está en el corazón de todas mis películas también. A veces está dentro del mismo personaje, a veces está encarnado por distintos personajes, pero está siempre. Además, tiene una cosa que me gustaba mucho y que tenía muchas ganas de hacer desde entonces, pero que ahora dije: «ya no puedo esperar más», una especie de homenaje al cine que a mí me gustaba, el cine que me hizo amar al cine, el cine que tenía diálogos brillantes, antes de que a alguien se le ocurriera que no todos los personajes pueden ser tan ingeniosos; a mí me gusta cuando todos los personajes son así. Un homenaje al cine que no tenía vergüenza de emocionarme, al cine donde hay juegos y trucos de guión, donde nos engañan y nos mantienen sorprendidos.

Así que había muchos elementos que a mí me gustaron siempre, además de un amor a los grandes actores que siempre quise; en mis películas los actores son muy importantes y me gustaba esa reivindicación de la diva.

Al final, aunque sea un remake, es una película tuya que te la has llevado a tu terreno, con ese juego con el cine, pero que va un poco más allá porque parece que la película es la construcción de la propia película. Hay un momento en que los personajes dicen: «Si fuera una película, pasaría esto»… y, de pronto, pasa.

Claro. Hay un juego permanente con el espectador que es sobre el cine, pero —y esto me importa aclararlo— no hay que ser un erudito, conocer a directores y películas, sino que hay que haber visto películas.

Entonces uno sabe cuándo empieza el malo, las cosas que ocurren, etc. Los personajes sin quererlo nos van describiendo todos los momentos que ocurren en una película, casi es una clase de cine, de estructura de cine, porque hay un momento en que el personaje de Marcos dice: «Todavía hace falta un acto más». Y me gusta esa situación, jugar con lo que el espectador, de acuerdo a su entrenamiento como espectador, espera que ocurra algo, y darle vueltas.

Además, es muy explícito, hay un momento que se dice «ahora esto acaba con un fundido» y viene el fundido, aunque no conozcas el nombre o lo que se está haciendo (planos, música, etc.) lo sabes… Al final también hay una reivindicación del cine clásico a través de estos viejitos que luchan contra los jóvenes.

Lo podés interpretar así también, aunque para mí está más presente el pragmatismo versus el romanticismo. La edad de los personajes son su fuerza, sus poderes y sus debilidades. Así como Superman vuela y el otro tiene kryptonita, estos son viejos y los otros tienen toda la juventud. Pero también esas, aparentemente, debilidades y fortalezas se convierten en la fortaleza de unos y la falla de otros.

Y en este juego de la película, dentro de un final más o menos feliz, tiene el tono agridulce de tus películas. Tienen que luchar hasta el final, que los personajes tienen que ganar… Y tampoco hay buenos y malos.

Sí. Y también convengamos que son personajes que no son Carmelitas Descalzas… De alguna manera los jóvenes no están haciendo nada ilegal, o sea, que en todo caso son más bizarros los que consideramos buenos.

Pero sí, hay como dos sensaciones, una es lo que podemos hablar de interpretar la película, y la otra es lo que se siente viendo la película. Mi idea es que la primera lectura es lo que uno siente cuando está viendo la película. Es como un final feliz por excelencia y al final es lo que ocurre, yo he visto en Buenos Aires al público ponerse de pie para aplaudir al final. También está como provocado por la música que sube, justamente elementos que ahora se han descartado del cine por cursis.

Sin embargo, la música que crece, parece que te incita, te llena de adrenalina. Es como un recuerdo, para muchos, de las películas de antes. Y después es verdad que cuando uno se pone a pensar, lo que ocurrió es una tragedia.

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Juan José Campanella con los actores de la película. Foto: ©Vale Fiorini

Has hablado antes de la importancia de los intérpretes en el cine clásico y de lo destacado que son los intérpretes en tu cine. Aquí se ve mucha complicidad que se transmite en la pantalla. Esa sensación de camaradería, como si llevaran toda la vida juntos.

Lo han llevado los cuatro. Si bien Marcos, es de Les Luthiers, una persona del teatro y no del cine, todos ellos han sido actores de cine y teatro y se conocen, es un ambiente chico, así que son amigos desde hace cincuenta años. Beto y Graciala son grandes actores desde la década de los 60 y 70; lo mismo Oscar. Yo era feliz en las cenas porque se ponían a hablar de lo que para mí eran películas emblemáticas y para ellos había sido un trabajo más, y se ponían a contar anécdotas… Es realmente una película de amigos.

Y ya para acabar. Tienes una panorámica circular para iniciar la película realmente bonita.

La panorámica de 180 grados. Sí. Te ubica inmediatamente. Lubitsch decía que la primera toma te tiene que contar la película. De qué va a tratar. Y fíjate que hay dos cosas que están en la película original, ese plano está en la película original, empieza de la misma manera porque también era una gran actriz, la de la película original, y José pudo usar material de ella de los años 30. Y después todo el tema de la araña también está en la original.

Toda esa secuencia, no solamente ese plano, sino lo que sigue después, con la canción de Brenda Lee, es como que te cuenta todo lo que va a pasar en la película.

Da el tono.

Da el tono entre un poco gracioso, un poco nostálgico, un poco macabro con tantas alimañas. Así que es importante ese comienzo. Iba a ser la secuencia de títulos y después decidí no poner ningún título sobre esas imágenes.

Escribe Luis Tormo

Artículo publicado originalmente en Encadenados

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