Entrevista con Carlos Therón, director de Lo dejo cuando quiera

Dentro de los Preestrenos de Cine Español del Festival de Cine Antonio Ferrandis, organizado por el Ayuntamiento de Paterna y los cines Kinépolis, se realizó el preestreno de Lo dejo cuando quiera, la película dirigida por Carlos Therón.Therón, que obtuvo en 2006 el Goya al Mejor Cortometraje Documental por En la cuna del aire, ha desarrollado su carrera tanto en cine como en televisión. Su opera prima para la pantalla grande fue Impávido, aunque se estrenó primero su segundo filme, Fuga de cerebros 2. En 2017 dirigió Es por tu bien que fue una de las películas más taquilleras de ese año.

En televisión ha participado en series como Los hombres de Paco, El barco o El chiringuito de Pepe. Su último trabajo para la pequeña pantalla ha sido la dirección de la primera temporada de la serie de Berto Romero, Mira lo que has hecho.

Os dejamos la entrevista que mantuvimos con él sobre este último trabajo como director.

¿En qué momento te incorporas a la película?

La película es un remake de un filme italiano llamado Smetto cuando voglio, del cual Mediaset se hace con los derechos. Yo había terminado Es por tu bien, la película anterior, y estaba metido en el proyecto de la serie con Berto Romero, Mira lo que has hecho. Mediaset comenzó a desarrollar la película con Mod Producciones y como Es por tu bien funcionó muy bien, entonces dijeron: «vamos a colocar a este director que termina de hacer esta peli».

Lo primero que me mandaron fue el concepto y posteriormente una primera versión del guión que tenían de Cristobal Garrido y Adolfo Valor, que son los dos guionistas, y a mí me hizo mucha gracia, me pareció que podía ser un producto muy interesante y que se podía además, sin mucha pretensión, con cierta suavidad, contar más cosas de la propia comedia slapstick, que hay mucha, para tener una pequeña reflexión que creo que es como mejor entran las cosas.

¿Cómo has afrontado enfrentarte al remake?

Te voy a ser absolutamente sincero. La vi una vez y ya está, me olvidé de ella; sabía lo que era y yo hice mi reflexión sobre la película y empecé a trabajar el guión olvidándome de la película italiana, trabajando con las necesidades del guión.

Tiene puntos en común, sobre todo el planteamiento, la base, los profesores. Pero luego nos vamos a un sitio muy diferente. La película italiana tiene otro tipo de desarrollo, el tercer acto es completamente diferente, todo el personaje de [Ernesto] Alterio no está en la otra; para empezar no hay chicas en la otra y nosotros desarrollamos los personajes femeninos. Nos llevamos el film a otro sitio, olvidándonos del original.

La clave era hacer una traducción a nuestra propia idiosincrasia, no es hacer la misma película, sino traducirla. Es una peli muy ibérica, muy española en la forma de comportarse los personajes.

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Esta película es más gamberra…

Sí. Para mí es el reverso tenebroso de la anterior porque yo necesito cambiar. Esta película va a otros territorios. Cuando hice Es por tu bien me llegaron muchos guiones similares, y piensas que eso ya lo has hecho y que ahora quieres ir a otro sitio. Estuve trabajando en la serie de Berto en la que estuvimos explorando otras cosas diferentes, pues es una serie muy experimental.

La serie de Berto Romero mezcla muchos géneros.

Exactamente, dentro de la comedia —porque en general me cuesta que me saquen de ahí— intento jugar en diferentes terrenos.

Ahora que lo comentas, parece que te estás especializando en comedia.

De alguna manera es lo fácil de ver. Yo empecé en otros sitios. Mis cortos eran comedia.

Pero tú tienes un Goya por un cortometraje documental. Y tu opera prima, Impávido, tenía humor pero no era comedia.

Sí, sí. El cortometraje es documental y mi primera película era más oscura, más thriller. Dentro de eso intento con estas posibilidades que hay y con lo cuesta financiar una película, por lo menos ir variando. Y en ésta he intentado jugar a una cosa más oscura, más gamberra pero más incómoda.

De hecho hay zonas de la película que son realmente incomodas y que generan como una traición. Una vez que estás a gusto con los personajes, que son divertidos, de repente, por ejemplo, hay un atropello recreándonos en que le atropella tres veces. He aprendido mucho del juego con estos elementos.

El planteamiento de esta película es sobre unos universitarios que venden droga. Yo de entrada ya sé que no voy a hacer una película que tengan que ver los menores de 16 años ni es una peli para mi madre, entonces juego en un terreno donde puedo permitirme ir un poco más lejos.

Vengo de un proceso que ya noté en la serie de Berto. De venir haciendo El chiringuito de Pepe, que va en prime time para todo el mundo, por lo que rodábamos para que se pudiera emitir también en Factoría de Ficción a la hora infantil, a la hora de los niños; a trabajar con un target más específico, más cerrado, y permitirte hacer un humor a veces más bruto y a veces más fino, llegando a sitios más delicados, que al final es lo bonito de esto, estar explorando zonas que no son reconocibles. Si ya sé cómo se hace me aburro, por lo tanto quiero hacer otra cosa.

¿Cómo has gestionado a nivel de dirección, de organización de escena, un reparto tan coral con muchos personajes a la vez en el plano?

También es una cosa que no lo busco pero me acaba pasando. Tengo películas muy corales, con muchos personajes y no sé el porqué, pero me sucede así. Veníamos hablando de la influencia de Berlanga, ahora que estamos aquí…

Una buena influencia

¡La mejor! En cierto modo creo que representa muy bien el carácter nuestro, me da la sensación de que en este país estamos hablando seis a la vez, siempre están pasando cosas. Es un poco como el mundo de Blake Edwards, donde pasa algo en primer término y pasa algo también detrás…

Y yo tengo cierta obsesión con el ritmo. Creo que hay una frase de Sam Raimi que dice que el peor pecado que puede hacer un director es hacer algo aburrido porque, ya que tienes a la audiencia mirando, «por favor, no aburras». Eso no significa que tengamos que hacer comedias continuamente o películas hiperaceleradas, como algunos Transformers…

En mi forma de rodar intento hacer como lo que llevan los monologuistas, el delivery, que es repartir la información de una forma que no es aleatoria. Por ejemplo, a veces no empiezo con un plano general sino que a lo mejor estás viendo el entorno y vas recomponiendo el puzle en tu cabeza como espectador mientras pasan otras cosas, siempre trato de darle un tempo y que funcione, independientemente del contenido de las escenas, para darle un ritmo.

Ha salido en la conversación la serie El chiringuito de Pepe una serie rodada en la Comunitat Valenciana, en Peñíscola. ¿Cómo fue tu experiencia de rodar en esta ciudad, además un episodio precioso de los que rodaste que se denomina exactamente Peñíscola?

Sí, el 20. Es mi favorito, es la despedida del personaje de Mati y hacía un plato que se llamaba Peñíscola y traté con muchísimo cariño ese capítulo. Yo estoy encantado con esa serie. Hay un montón de cosas por las que le tengo cariño a esa serie y una de ellas es que tratamos de hacer algo que no se solía hacer aquí, ahora ya sí se hace pero en aquel momento todavía no, que era hacer una comedia y cuidarla, que la fotografía estuviera bien, que la forma de contar no fuera plano-contraplano general y ya está, y que todo tuviera un proceso, y fue muy importante cómo tratamos el diseño del propio chiringuito.

Hay una anécdota que siempre me gusta contar. La persona que diseñó el chiringuito, que rodábamos en Madrid y los exteriores en Peñíscola, es la directora de arte de esta película que acabo de hacer. Y un día estábamos rodando en la localización de Peñíscola con Santi Millán. Millán tenía que abrir una puerta y entrar en el chiringuito; el chiringuito solo tenía dos partes en la primera temporada, era el frontal y un lateral, eran dos maderas; y abrió la puerta y al vernos allí, no ver las sillas, no ver la barra, se quedó como pensando… porque en su cabeza ya lo había unido, ya era todo una cosa. Es lo que hacemos para la ficción, para el espectador, y a Santi Millán le pasó a él mismo. Es lo maravilloso.

Escribe Luis Tormo

Artículo publicado originalmente en Encadenados

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