Cuando los ángeles duermen
¡Jo, qué noche!
Gonzalo Bendala debutó como director de cine en el año 2015 con Asesinos inocentes, un thriller que, entre el drama y ciertos toques humorísticos, reflexionaba sobre la moralidad y el oportunismo. Ahora en 2018 vuelve a ponerse tras las cámaras para escribir y dirigir otro policiaco, Cuando los ángeles duermen. Un filme que frente a su ópera prima, con la que tiene algunos puntos de contacto, se mueve en un terreno oscuro y donde ya no hay espacio más que para el drama y el pesimismo.
Germán (Julián Villagrán) es un hombre normal. Sometido a las obligaciones de su trabajo se define como un hombre bueno y tiene que lidiar entre las presiones de un jefe un tanto déspota y la necesidad de atender a su mujer y a su hija; en esta balanza parece que la vida profesional se termina imponiendo a la familiar.
La narración se articula a partir de una anécdota. La hija de Germán celebra su cumpleaños y éste no puede acudir porque está fuera en una reunión de trabajo y pierde el avión. Decide en ese momento que regresará en coche y durante ese viaje nocturno se producirá un incidente grave que derivará, cual efecto mariposa, en una serie de circunstancias dramáticas que afectarán al conjunto de personajes del filme.
Sin entrar en más detalle para no desvelar aspectos de la trama, el filme retrata cómo la reacción ante un hecho dramático, con sus errores y equívocos, puede transformar a las personas de tal manera que las hace irreconocibles. Desvela también la miseria humana capaz de elevarse por encima de cualquier concepto moral con tal de mantener el estatus y la zona de confort.
Frente a la inmadurez y la temeridad de los personajes jóvenes (los dos chicos, la amiga de Silvia) encarnado por el personaje de Silvia (Ester Expósito), la pareja adulta formada por Germán y su mujer (Marian Álvarez) terminan comportándose de una manera mucho más fría para defender aquello que es suyo (la familia).
Para escenificar esta tesis, Bendala, que también se encarga del guión, propone un relato que empieza con el acotamiento temporal pues, salvo el prólogo y el epílogo, toda la acción transcurre en una noche. Una noche en donde los acontecimientos se precipitan a un ritmo vertiginoso que implica a una decena de personajes y que se convierte, esa noche, en un símbolo de oscuridad, de verdadera pesadilla, donde cada personaje saca aquella parte que parecía escondida.
No hay respiro y el ambiente asfixiante que atrapa a Germán, y que provocará su transformación, es uno de los elementos más destacables del filme. La cámara en mano, los exteriores, el esfuerzo físico (persecuciones, peleas) y el montaje contribuyen a esa sensación de pesadilla en la que Germán y Silvia terminan por asumir un rol que al que no parecían destinados en origen.
El problema para el filme es que precisamente la mecánica para poner en marcha ese ambiente opresivo y tenso se lleva también por delante la recreación de los personajes (fundamentalmente de los secundarios) e incluso la verosimilitud del relato. No significa esto que los argumentos tengan que ser reales, sino que el espectador debe asumirlos como tales. El cine de Hitchcock tiene ejemplos de ficciones forzadas (Los pájaros, Marnie la ladrona) pero que terminan siendo creíbles. Un cine, el de Hitchcock, al que Bendala cita en su filme en pequeños detalles como son la corbata para asfixiar (Frenesí), la conducción nocturna y la fatalidad de encontrarse en el peor sitio en el peor momento (Psicosis), el macguffin (la fiesta de cumpleaños), así como el apunte a la temática de la culpabilidad y el juego con la moralidad.
Reflexiones sobre la culpa que quedan esbozadas (la presencia de crucifijo, las miradas frente al espejo) pero que no se interiorizan por esa necesidad de construir el propio artificio del suspense basado en la persecución reiterada y constante.
Para sostener este relato de violencia in crescendo y canalizar las emociones de sus personajes el filme cuenta con las esforzadas interpretaciones de sus actores principales, Julián Villagrán (que vuelve al tono dramático) y Ester Expósito (en su primer papel como protagonista). Y queda desaprovechado el talento de una actriz como Marian Álvarez, un ejemplo de ese descuido en la escritura de los personajes secundarios.
Nos queda al menos un filme tenebroso y pesimista, que no juzga a sus personajes, y que manifiesta en un seco epílogo lo que las personas normales, las que nos rodean, nosotros mismos, podemos ser capaces de realizar o aceptar para sobrevivir y conservar el modo de vida establecido, una representación del egoísmo y la hipocresía que aflora en ocasiones en la condición humana.
Escribe Luis Tormo
Entrevista a Gonzalo Bendala y Ester Expósito
En el marco de los Preestrenos del Festival Antonio Ferrandis, organizados por el Ayuntamiento de Paterna y los Cines Kinépolis, el pasado 6 de septiembre se presentó Cuando los ángeles duermen, la película dirigida por Gonzalo Bendala, un thriller asfixiante protagonizado por Julián Villagrán, Ester Expósito y Marian Álvarez.
Para esta presentación se acercaron a Paterna su director y guionista, Gonzalo Bendala, y su actriz protagonista, Ester Expósito. Para Gonzalo, Cuando los ángeles duermen es su segunda película tras Asesinos inocentes (2015) y para Ester, el film ha supuesto su primer papel protagonista y en breve podremos verla en la serie Élite de Netflix y en la película Tu hijo de Miguel Ángel Vivas.
Con ambos, junto con otros medios, pudimos mantener la siguiente entrevista, donde se analizaron diferentes aspectos sobre Cuando los ángeles duermen.
¿Qué dificultades habéis tenido durante un rodaje tan físico?
Gonzalo Bendala: Requería un trabajo previo de coreografía de la acción y fue duro a nivel de los ejercicios que tenían que hacer (correr, pelear), algo que habitualmente no se suele hacer. Y también a nivel emocional fue bastante duro para los actores porque tenían que prepararse para unas condiciones muy intensas y durante mucho tiempo, con unas situaciones extremas mentales, once horas seguidas por cada jornada durante cinco semanas, lo que es bastante extenuante para ellos. Para el resto del equipo y para mí, como director, lo más duro fue rodar por la noche.
Ester Expósito: El tema de la noche fue cansado. Fue duro acostumbrarse a ello aunque al final ayudaba a los personajes porque nos hacía estar más agobiados, más cansados. Pero lo más duro fue a nivel interpretativo, la intensidad dramática, ya que teníamos que tener un estado de nerviosismo cada vez mayor.
¿Cómo te has preparado para el papel?
Ester: Aunque hay mucha acción y es bastante cansado, me preparé básicamente a nivel interpretativo. Para conocer el personaje estuve realizando una semana de coaching antes de empezar los ensayos con Gonzalo y con Julián [Villagrán], con Juan Codina, en la que exploraba el personaje. Y luego, empezamos con los ensayos donde nos sentábamos para tratar el guión, hablábamos para conocer el resto de personajes. También estuvimos preparando los coreografías de las luchas, algo que fue duro ya que el personaje exigía mucha responsabilidad pues tenía mucho peso. Para mí era un reto y quería realizarlo lo mejor que pudiera.
¿Has acabado satisfecha?
Ester: Es difícil verse en las imágenes. Los actores nos odiamos siempre cuando nos vemos. No me he odiado, luego es buena señal. Por lo que se comenta, no sólo de mi interpretación sino de los demás y de la película, está gustando y tengo ganas de que se estrene y la pueda ver todo el mundo.
¿Te has sentido cómoda con el equipo?
Ester: Sí. La dificultad de la noche, el cansancio, el campo, etc. se solventaba con el equipo, todos a una, y con Gonzalo y su tranquilidad y paciencia. Él nos daba esa dosis de calma que necesitábamos y el que siempre nos dijera lo que quería de los personajes nos ayudaba mucho.
En relación con tu primera película hay algún elemento en común: al principio tenemos un personaje normal que, por un hecho concreto, se ve sometido a una situación de estrés.
Gonzalo: Hay otros elementos en común también… Ambas películas establecen un debate sobre los límites del bien y del mal, el sentimiento de culpa. Pero creo que son muy diferentes, son thrillers, pero la primera tenía un tono de comedia negra…
Y mucho más optimista, ésta es muy pesimista
Gonzalo: Sí, es todo lo contrario. Ésta es mucho más dramática y he intentado alejarme del humor porque no podíamos permitirnos bromear con ciertos temas que se tocan; y efectivamente, es bastante pesimista, en el sentido de que la gente, cuando ve la película, se queda pensando no sólo sobre la película sino sobre ellos mismos, sobre cómo se comportarían en una situación parecida.
Realmente el personaje es una persona normal que acaba actuando…
Gonzalo: Va poco a poco descendiendo a los infiernos. Descubriendo algo que tenía interno que no sabía que existía. La pregunta es si todos nosotros tenemos eso o no.
Has hablado de la culpabilidad y la película remite en algunas escenas, consciente o inconscientemente, al cine de Hitchcock
Gonzalo: En el subconsciente mío las películas de Hitchcock me han influido siempre, títulos como La soga o Crimen perfecto, aunque luego fuera por otros derroteros. Y aquí no hay un título concreto aunque hay películas que me han podido influir como Psicosis.
¿Tenías alguna otra película en mente?
Gonzalo: En esta película no. Aunque en el punto de partida estaba El diablo sobre ruedas. Cuando vi esa película quede fascinado de cómo con tan pocos elementos se pudiera hacer una película tan tensa que mantuviera la atención de principio a fin. Y fue un poco el reto que me planteé.
Luego, una vez te pones a desarrollar la historia, te olvidas ya de las referencias pues este proyecto lleva mucho tiempo en mi cabeza; desde la primera versión han pasado años y van saliendo títulos que podían tener ciertas cosas, que no han sido referencia porque el proyecto ya existía, aunque tenga ciertas cosas en común como Una historia de violencia, Mystic River y su reflexión final o Match Point.
¿Hubo algún cambio en los personajes durante el rodaje?
Gonzalo: No. Cortes en montaje donde se han eliminado tres o cuatro escenas, básicamente porque interrumpían un poco el ritmo, pero no eran de las principales. En esta película me he sentido más libre que en la anterior. Asesinos inocentes era mi primera película y quería hacerlo lo mejor posible, con el rodaje absolutamente planificado y organizado. Pero una cosa es lo que uno quiere y otra es enfrentarse a la realidad.
Aquí he estado más relajado durante el rodaje, más libre, sin tenerlo todo tan atado, de manera que se estructuraba en los ensayos con los actores, poner en pie las escenas, y al rodar con cámara en mano te da más libertad a la hora de decidir los encuadres, siendo todo mucho más orgánico.
¿Cómo fue el casting? ¿Tenías pensado los papeles? Es el primer protagonista de Ester, ¿te añadió alguna presión?
Ester: A mí me añadió una presión pero es la que hay que tener para hacer las cosas bien. Para mí era un reto, no sólo porque tenía mucho peso en la película, sino por la dificultad del personaje en una película dura y difícil. Supuso un reto porque soy muy exigente conmigo misma y quería conocer a fondo mi personaje para llevarlo a muerte. Creo que al final la ilusión y el peso de tener que estar a la altura es lo que hace que las cosas salgan bien.
Gonzalo: No tenía decidido los actores, tenía claro los perfiles que necesitaba; que fuera gente con tanto talento como para poder hacer creíble lo cotidiano, para que las escenas fueran lo más realistas y quería alejarme de los rostros excesivamente conocidos para el gran público para que fuera más fácil sentirse identificado con personas normales. La historia le sucede a gente normal, podría ser cualquiera de los que están sentados en la butaca. El personaje que interpreta Ester, una chica de diecisiete años, tenía que salir de casting pues es difícil encontrar actrices de esa edad con las tablas suficientes.
¿Qué distribución va a tener?
Gonzalo: Filmax está detrás. Salimos con 94 copias, distribuidas por toda la geografía. Inicialmente íbamos a salir con 70 copias pero finalmente se ha producido una demanda de salas donde no iba a llegar la película, con lo cual Filmax ha decidido aumentar el número, por lo que estamos muy contentos.
Escribe Luis Tormo
Crítica y entrevista publicada originalmente en Encadenados