Mujeres
Cada vez resulta más difícil posicionar un producto dentro del enorme universo de las series televisivas. La apuesta por la elaboración de contenido de las grandes plataformas, que ya no se limitan a distribuir sino también a producir sus proyectos, conlleva una feroz lucha por hacerse con la parcela de este segmento de espectadores ávidos de nuevas propuestas. Hay que sorprender, impactar, desde el primer momento, y cada vez resulta más difícil sobresalir.
Y al menos destacar es lo que consigue la primera temporada de Killing Eve, una serie creada por la actriz y guionista Phoebe Waller-Bridge para BBC America y que estrena HBO España, basada en las novelas de Luka Jennings en las que aparece el personaje de Villanelle.
La sinopsis nos habla de una inspectora de policía de despacho, termina siendo despedida de su trabajo por una negligencia. Su afición a la investigación de asesinatos en serie le permite recuperar su trabajo y centrarse en la búsqueda de una asesina profesional, una psicópata que va dejando un rastro de muertes para una oscura organización.
Partiendo del esquema basado en el enfrentamiento investigador/asesino que nos remite a modelos narrativos como El silencio de los corderos o Seven, Killing Eve sigue estas pautas adaptándose a dos personajes femeninos.
Una policía del MI5, Eve (Sandra Oh), un tanto torpe, casada, con una vida anodina centrada en un trabajo rutinario que se reproduce también en su vida personal. Como entretenimiento recopila información sobre crímenes sin resolver intentando encontrar un hilo común. Acostumbrada al escritorio y no a la calle, se desenvuelve con dificultad en aquellas tareas propias de su oficio, aunque cuenta con cierta sagacidad para intuir pistas.
Frente a ella, Villanelle (Jodie Comer), una mujer sofisticada, sin sentimientos, entrenada para matar y cumplir sus encargos de asesinatos sin pestañear. Elegante, le gusta la ropa, viajar y disfrutar de la vida, se sabe atractiva y juega con la gente. Con evidentes problemas mentales parece que tan solo su contacto con la organización criminal es capaz de tratar con ella.
Dos estereotipos de mujer diferenciados que se encuentran debido a pequeñas casualidades (Villanelle debe eliminar un testigo que protege Eve) que terminan llevando a Eve a trabajar para una unidad especial dirigida por Carolyn (Fiona Shaw); dos mujeres con procedencia y vidas situadas en las antípodas, pero a las que vamos relacionando debido al montaje paralelo que nos muestra sus prácticas profesionales.
Conforme la narración avanza, la obsesión de Eve por atrapar a Villanelle y la actitud ególatra de ésta, les lleva a un acercamiento. Primero separadas por la distancia (Eve va cercando a Villanelle con sus investigaciones mientras la asesina la vigila) y posteriormente materializando el encuentro, en una de las mejores escenas de esta primera temporada, un intento de cena casera.
A partir de ese momento, las vidas de ambas sufren una convulsión emocional. La obsesión de Eve por capturar a Villanelle se acrecienta, pero lo que antes era odio e incluso sed de venganza, ahora se transforma en una peligrosa atracción hacia el lado oscuro. Un terreno lleno de dudas y que provoca que su relativa seguridad, basada en un vida rutinaria, se vea sacudida por un deseo que no es capaz de controlar.
Villanelle, también conocida como Oksana, además de sufrir diferentes penalidades dentro de la organización, comienza también un juego entre lo profesional y lo personal, que la acerca también a Eve. Dentro de su (i)lógica perspectiva, Villanelle sólo desea sentirse querida, y la atracción entre ambas parece que puede colmar sus sentimientos.
El poder femenino
La serie apuesta por poner en valor el poder de la mujer. Los dos personajes principales son dos mujeres con personalidades muy fuertes, diferentes pero a la vez complementarias, que deciden de una vez por todas tomar el control de sus vidas. Eve comenzará a volar más allá de su marido y Villanelle se replantea su dependencia de Konstantin (Kim Bodnia), su jefe y contacto con la organización criminal.
Dos mujeres que saben que afianzar su independencia frente al hombre es lo que realmente les permite realizarse como personas. Mirándose a sí mismas, sin dependencias, encuentran el camino para reconducir su vida.
Este poder femenino no solo se visualiza en las protagonistas sino que se extiende también al resto de personajes secundarios. Frente a los diferentes mandos policiales masculinos, la llegada de Carolyn será la que lanzará la búsqueda de la asesina y centrará la investigación poniendo a Eve al frente de la investigación, descartando a sus anteriores jefes. Ambos personajes tendrán que sufrir para conseguir esa posición que les permita manejar sus asuntos.
Por el contrario, las mujeres que muestran debilidades son arrastradas por la violencia del relato como sucede con las antiguas conocidas de Villanelle.
Eve y Villanelle son en realidad muy parecidas. Una dentro de la ley. Otra asesinando. Pero ambas con muchos puntos en común, lo que es el tema principal que domina esta primera temporada: tienen las mismas necesidades de sentirse comprendidas, amadas.
Las estructuras en las que permanecen encorsetadas que se materializan en las relaciones familiares (en cierto modo ambas tienen una familia) y en el aparato del estado (los servicios de inteligencia, por un lado, y una misteriosa organización difusamente vinculada con el espionaje del este, por otro), hace que estas dos mujeres se vean abocadas a encontrarse. Primero con el objetivo de terminar una con la otra, y posteriormente, para conocerse, para saciar la curiosidad que las impulsa irremediablemente a relacionarse.
En este entorno, los hombres están descritos como peleles o pusilánimes, incapaces de afrontar los problemas: Niko (Owen McDonell), el marido de Eve; Frank (Darren Boyd), el primer jefe de Eve; Kenny (Sean Delaney), el propio hijo de Carolyn; o incluso Konstantin, que pasa de tener un rol dominante a terminar siendo perseguido por Villanelle.
Todos ellos son meros comparsas de las mujeres que tienen a su alrededor, aunque muchas veces no sean conscientes de ellos.
Credibilidad a través del humor negro
Si tuviéramos que analizar la credibilidad de su argumento posiblemente nos sería difícil justificar la resolución de muchas escenas. Asesinatos imposibles, huidas injustificadas o falta de información sobre personajes a lo que habría que unir los giros narrativos que llevan el relato de una lado a otro.
Sin embargo, el humor introducido y el sarcasmo ante la vida del que hacen gala todos los personajes que aparecen en escena consiguen introducir al espectador en un mundo desbordante y atenúa la necesidad de apelar a la justificación de un relato real.
Aprovechando el modelo narrativo de espías, la serie recurre a múltiples localizaciones europeas (Londres, París, la Toscana, Berlín, etc.) y a una violencia explícita para mostrar los asesinatos; pero al moverse por el terreno fronterizo del sarcasmo, Killing Eve consigue distanciarse de la realidad para atenuar, mediante la comicidad, la descripción de unos personajes (fundamentalmente el de Villanelle), que terminan siendo entrañables para el espectador.
Si en El silencio de los corderos se imponía la verborrea brillante del doctor Lecter, aquí es el humor negro, en ocasiones infantil, lo que dulcifica el relato. Una comicidad que permite la identificación del espectador con esta psicópata, capaz de comportarse con gran dulzura para a continuación mostrar su lado más monstruoso.
Acabada la primera temporada, nos quedamos con esta apuesta por los personajes femeninos en un relato de giros vertiginosos, a la espera de ver la evolución en la futura segunda temporada que ya está confirmada.
Escribe Luis Tormo
Artículo publicado originalmente en Encadenados