Robe · Se nos lleva el aire

El pasado de Extremoduro  contiene una pesada carga de misticismo, quizá más para los seguidores del grupo que para su propio fundador. El hecho de que se cancelara la gira de despedida de Extremoduro tuvo también un efecto similar al de una puerta que no se cierra.

Esa cancelación, que vino seguida de la publicación de Mayéutica y la posterior gira de Robe para la presentación de ese disco hizo que uno siempre pensara que con ese disco, una especie de vuelta de tuerca de La ley innata, conceptual, grandioso y donde el sonido del Robe solitario ganaba dureza, fuera en cierto modo una forma de unir pasado y presente; esto es algo que se constataba  en los conciertos con el protagonismo de la guitarra de Amores y el violín de Carlos Pérez que endurecían el sonido. El hecho de que se incorporara en el setlist varios temas de Extremoduro también contribuía a esa sensación de que Robe estaba difuminando las líneas entre su pasado como líder de Extremoduro y su carrera en solitario.

La publicación el pasado 15 de diciembre de 2023 de Se nos lleva el aire viene a profundizar en esta teoría. Robe ha superado su pasado, asimilándolo, buscando sonidos nuevos y, sin perder su estilo, podemos afirmar que Robe cuenta ya con un grupo detrás –como lo era Extremoduro– con el que prueba, pule y define el sonido de sus canciones. Incluso algunos de los temas nuevos podrían formar parte de los álbumes clásicos de su discografía.

Y lo mejor es que, insistimos, sin perder su composición característica, propia y personal, Robe continua ofreciendo una evolución musical en el que el sonido muestra una variedad constatable y donde las letras –siempre dentro de su dificultad para descifrarlas–  ganan en emoción.

Robe en concierto. Valencia. 2021. Foto: Luis Tormo

El disco, que incluye diez largas canciones, fue compuesto durante el confinamiento y el título hace referencia a la necesidad de vivir el día a día, vivir el presente,  pues en cualquier momento “se nos lleva el aire”. Esa posibilidad es la que se plasma en el tema de inicio, El hombre pájaro en la que Robe implora a una persona, quizá un amor, que le ayude a no evaporarse: Consciente de mi volatilidad/Me he empezado a disipar/Y ya solo espero tu regreso/Necesito que vengas tú, para sujetarme/Necesito que vengas que se me lleva el aire. Una suave melodía de violín introduce el tema para ir elevando poco a poco el tono de la canción incorporando en el crescendo a toda la banda y que culminará con un solo de guitarra transcurridos casi cuatro minutos  acompañado de la voz aguda de Lorenzo González.

Viajando por el tiempo podría estar en los últimos álbumes de Extremoduro. Violín distorsionado, bajo potentísimo y la batería entrando con toda la fuerza sirven de introducción a un grito dolorido y un solo de guitarra desbocado. Una tormenta de sonido que va dejando silencios donde resuena la voz de Robe. Adquiere protagonismo el órgano psicodélico que nos retrotrae al rock duro de los 70 y con un violín que ha perdido su dulzura. Con referencias a Ulises (Cantaban las sirenas/Átame al palo mayor) y a un paisaje que Robe conoce (Te llevaré al Piornal/Para que veas el mar), la canción es una canto a la búsqueda de la felicidad (Me he vuelto a desorientar/Por favor, si supieras/Dime, la felicidad/Dónde queda).

Nada que perder, alegre, vitalista, casi pop, nos deja una letra que vuelve a insistir en actuar ahora que hay tiempo, aunque eso signifique volver a cometer un error, aunque sea para equivocarnos, porque no hay nada que perder, definiéndose como un superviviente: No puedo perder nada/Que vengo de la nada/Y solo vivo provisionalmente/No puedo caer más bajo/Que vengo del fracaso/Y acaso ser solo un superviviente.

A la orilla del río era una canción ya conocida, utilizada en la gira de 2022,  una letra relacionada con la naturaleza que nos habla de lo estático, de lo que no se mueve, ese sauce llorón. Canción con riff y coros pegadizos.  Ejerce de bálsamo para el tema siguiente.

El poder del arte es uno de los temas más redondos compuestos por Robe. Un torbellino de sensaciones que se alarga más allá de los 9 minutos. Un tema que comienza con el delicado juego de violín, guitarra y clarinete, aunque la letra ya nos advierte que en su interior hay algo más duro (Hay, hay algo en esta canción/Que me enerva/Y es que deja en la boca un sabor/Como a mierda). Poco a poco el tema va tomando cuerpo con el duelo simultáneo de la guitarra y violín. Y cuando se desata la tormenta eléctrica a mitad de tema (con el grito de Lorenzo González), Robe nos deja uno de esos momentos de emoción, de quietud, con su voz acompañada únicamente de la guitarra para dejarnos rendidos (Sé que puede que mañana/Ya no nos quede nada/Y ya nada importe). Y cuando la canción asciende el tono, se remarca el significado de la canción, ese poder del arte: “Que el poder del arte/Bien nos pudiera salvar”. Es un homenaje a las canciones, a su capacidad de emocionarnos, a su efecto sanador. Para terminar su efecto incendiario, Robe repetirá la frase que Robert Duvall hizo famosa en Apocalypse now: “Me encanta el olor a napalm por la mañana”.

Haz que tiemble el suelo, que empieza con un suave guitarreo, da un giro de 180 grados para convertirse en un tema duro, correoso, que quizá tenga más sentido interpretada en directo. Puntos suspensivos es una canción contagiosa, que te atrapa desde su delicadeza inicial al violín y que incluye un precioso solo de piano que acompaña a una letra romántica: “Recuérdame de que esta hecho el amor/De viento/De puro viento/Me moriré en el intento/Y dejarse llevar por el viento a volar/Y de abrazos, uh/De puro abrazo, uh”.

Cartel de la gira 2024

Ininteligible ya la conocíamos desde hace un tiempo y forma parte de las composiciones de Mayéutica. La guitarra sobrelleva un tema que oscila, sube y baja, en el que parece que se reafirma el mensaje de Nada que perder en el sentido de que hay que ir adelante con aquello que uno cree: “Lo he pasado bien, lo he pasado mal/Me he sentido bien y me he sentido mal/Pero volvería a hacerlo igual/A arriesgarlo todo igual/Y volvería a ganar y volvería a perder/Y volvería a volar y volvería a caer”.

Adiós, cielo azul, llegó la tormenta. Bajo, órgano y violín llevan esta canción por el camino de la sencillez, entre la alegría y la melancolía, otra vez una alerta de que las cosas pueden cambiar en cualquier tiempo. Tendremos que esperar al final para el solo de guitarra.

Y para concluir el disco Esto no está pasando una especie de coda, una pieza que apenas llega a los tres minutos, gamberra, macarra y festiva. Lo mejor el coro que contesta a Robe: “No me jodas/No me jodas”. Huele a fin de fiesta de los directos.

Tras escuchar Se nos lleva el aire, el valor de Robe como compositor es su capacidad para que un disco tenga valor en sí mismo. Sería lo lógico en cualquier artista, pero estamos cansados de gente que tiene una carrera consolidada y se conforma con sacar productos adocenados con los que mantener la conexión con el público. Pero en Robe cada disco, cada peldaño de su carrera –ya larga– es un material valioso que tiene, por un lado, una conexión con el pasado, pero que también impulsa el futuro. No es poco.

Escribe Luis Tormo

Deja un comentario