La experiencia de un abuelo, el cuerpo de un adulto, los sueños de un niño
Hace casi un año que compramos las entradas para ver a Bruce Springsteen & The E Street Band el viernes 28 de abril en el Estadio Olímpico Lluís Companys de Barcelona. Ante la excitación de lo que íbamos a vivir, le envié un audio a Luis y le dije si le gustaría que le escribiera una crónica para publicar en este blog, ya que soy seguidor del mismo y me parecía el espacio idóneo donde mostrar mis impresiones.
He pensado mucho en cómo hacerlo: por un lado, hablar del propio concierto desde un punto de vista objetivo y descriptivo, sin que resulte frío, pero, por otro, hablar de la parte emocional del mismo, sin que resulte demasiado subjetivo. A esto hay que sumar la “bossmanía” que hubo en la ciudad días antes y el aluvión de reseñas y comentarios después del concierto con adjetivos como épico o autenticidad y verbos tan grandilocuentes como conquistar, vencer, arrasar, vibrar, poder, autenticidad o enamorar.
Esta es mi historia
Al final la música son historias y aquí va la mía: tengo 49 años, era la tercera vez que iba a verlo en concierto, en este mismo escenario en 2012 y el último en el Circo Máximo de Roma en 2016.
Un concierto es como un viaje, comienza desde que tienes intención de comprar la entrada (hace casi un año) hasta que llegas y luego todo el tiempo que lo rememoras. Si, además, este viaje es compartido con la persona que amas, se convierte en una experiencia única y compartida.
Desde que salimos del metro, tardamos unos 45 minutos en entrar al recinto. Cada vez que nos acercábamos, sentía que me iba haciendo más joven hasta que salió el Boss, acompañado de 17 músicos y con unas pantallas impresionantes que daba la sensación real de tenerlo encima. Fue en ese momento en que me paré en mis 16 años, cuando sonó el one, two, three, four el rasgueo de su Fender “Esquire” en Fa Mayor y empezó a cantar No surrender
«We busted out of class had to get away from those fools
We learned more from a three-minute record than we ever learned in school…
Nos escapamos de clase, teníamos que huir de esos tontos.
Aprendimos más de una canción de tres minutos, que lo que aprendimos en la escuela…”
Desde 3 o 4 años antes, con 13 años, ya lo escuchaba en cassettes y discos, pero en esa época me empezó a salir vello en la cara y yo sólo quería dejarme las patillas del Boss, mi primer pendiente me lo puse en la oreja izquierda como el que llevaba él, comencé a comprarme discos y luego CDs y a escucharlo convulsivamente, vaqueros desgarrados, póster en la habitación, un auténtico fan adolescente, que no fanático. Aunque venía de escuchar las letras de Bob Dylan & The Band, de engancharme a las guitarras de Neil Young & Crazy Horse, de enamorarme de las voces de Janis Joplin y Patti Smith, del ritmo de la Creedence Clearwater Revival, de alucinar con el trío Led Zeppelin/Black Sabath/Deep Purple, de la magia de Jim Morrison y The Doors, de la elegancia de Mark Knopfler y Dire Straits, de las melodías de Tom Petty & The Heartbreakers. Desde luego, también oía a The Beatles, The Rolling Stones y a Elvis, pero, para mí, Bruce Springsteen & The E Street Band representó, representa y representará la épica del Rock, en mayúscula y conectó con mis reivindicaciones, sueños, frustraciones y anhelos como nadie.
Me pasé toda la primera canción con la piel de gallina (literal) volviendo a mi espíritu rebelde de juventud. Dicen que los budistas intentan alcanzar el Nirvana, ese estado de no consciencia, en esos momentos no es que lo alcanzara, pero sí que llegué a desaparecer y fundirme con la música que circulaba por cada una de las carreteras de mis venas.
El concierto
Si tuviera que analizar el concierto lo dividiría en tres bloques, prácticamente de 1 hora cada uno:
Calentando motores
Una primera parte con canciones de sus primeros años, algunas más conocidas que otras (depende del nivel de fan que uno sea), pero que sonaron a música de los 70 y los 80, interpretados por músicos blancos por fuera y afroamericanos por dentro. Todas ellas muy bailables y que iban caldeando el ambiente y permitían los primeros coros del público, 60.000 personas cantando a la vez en un mismo tono es algo que, irremediablemente, une a las personas.
Tras este comienzo, pasó a tocar otras canciones de su vasto repertorio como Ghosts, Prove It All Night y Letter to You, canción con la que nos sorprendió con subtítulos en las pantallas que lo traducían al catalán, lo que interpreté no tanto como un apoyo a causas políticas como otros han querido ver, sino como un detalle con la ciudad y que, en mi caso, me ayudó a entender mejor la letra y el sentimiento, aunque es cierto que algo de magia le quitaba, pero me gustó (después haría algo similar con 2 canciones más, lo que no acabé de entender es la aleatoriedad de las elecciones).
Siguió con canciones de su primera época como The Promised Land (por unos segundos todos quisimos ser esa personita de apenas uno años, de edad, con una camiseta de I’m a rocker, recibiendo la armónica del Boss), Out in the Street (aunque ésta es de The River), Candy’s Room, Kitty’s Back hasta llegar a la versión de Nightshift (Commodores). Su último disco de versiones de soul ha recibido muchas críticas, pero os aseguro que escucharlo en directo no tiene nada que ver, sobre todo con la impresionante sección de vientos y coros que lleva.
Después vino Human Touch, que al parecer no tocaba en directo desde el año 2016 y que fue acompañada, de forma espontánea, por miles de luces de los móviles en el estadio, Mary’s Place, The E Street Shuffle y otra versión Pay Me My Money Down (The Weavers y Pete Seeger).
Tras este éxtasis de baile y diversión vino un baño de realidad en acústico con Last Man Standing, homenaje a George Theiss, compañero fallecido con el que tuvo su primera banda de rock and roll, The Castiles, y que nos dejó reflexiones muy profundas sobre la vida y el paso del tiempo, un tiempo al que, irremediablemente, es lo único que tenemos que darle valor.
Acelerando en la autopista
A partir de aquí comenzó la segunda parte (criterio totalmente subjetivo del que escribe) con canciones cada vez más conocidas y épicas. Sonaron Backstreets, Because the Night, la canción que compuso junto a la inmensa Patti Smith y que hizo temblar el estadio, She’s the One, Wrecking Ball, The Rising, para acabar el concierto con dos canciones que ya forman parte de la memoria colectiva de la música: Badlands y Thunder Road, esta última ha servido para unir en matrimonio a mucha gente, no es mi caso, pero reconozco que tuve una época en la que sonaba todos los días, con ese piano que te atrapa en una telaraña de notas. Un final épico como solo podía hacer él y su banda.
Paseo triunfal
Como en los buenos conciertos, hizo el ademán de marcharse y volvió a los bises, pero no una canción o dos, casi una hora más que comenzaba con el himno Born in the USA, que por cierto lo analiza Jorge Decarlini en su libro 20 canciones, donde muestra y demuestra lo que aún mucha gente no sabe, que es una canción antimilitarista y cuya letra no es precisamente como para sentirse orgulloso de pertenecer a ese país.
Después otro himno, Born to run, no sólo por la propia canción, sino porque cuando la compuso estaba en plena crisis y fue una especie de tabla de redención, las canciones no son sólo música, son las historias que cuentan y en el momento en que se componen.
La fiesta no paraba y aparecieron tres canciones de uno de sus álbumes más aclamados y que más he escuchado (Born in the USA): Glory Days, Bobby Jean y Dancing in the Dark. En la primera aparecieron tres coristas en escena en la parte frontal del escenario, poco antes de acabar mi chica me dijo me dijo «¡Esa es Michelle Obama!» y era cierto, junto a Patti Scialfa (mujer de Bruce) y la actriz Kate Capshaw (mujer de Spielberg). Para mí, no es una mera anécdota, más allá de la política, el estar en el mismo lugar de algunas de las familias más importantes e influyentes de este siglo, es algo memorable.
Para acabar, arrancó con la potente Tenth Avenue Freeze-Out con el estadio volcado en la banda y disfrutando. Fue en este momento cuando hizo el homenaje (que hace en todos y cada uno de sus conciertos) a su gran amigo y saxofonista Clarence Clemons, gran responsable del sonido de la banda en su primera época y a Danny Federici, fundador, organista y tecladista de la banda E Street Band. Es algo que merece admiración y respeto, no sólo queda la música de los que se han ido, sino la imagen, la presencia, el recuerdo explícito, el homenaje constante que hace que nunca se vayan del todo.
Tras despedirse junto a la banda, volvió con su guitarra acústica a cantar I’ll See You in My Dreams y cuando, de repente calló y el estadio cantó a capella esa frase volvió la carne de gallina, la emoción a flor de piel de ver a un artista que es capaz de conectar con la gente con 17 músicos más o con tan sólo 6 cuerdas y una historia de sueños que compartir. Los que estuvimos en este concierto, vivimos un sueño compartido que, días después, sigue retumbando en nuestra cabeza y en nuestro corazón a ritmo de rock and roll.
Bonus track 1: los músicos
En cuanto a los músicos, no es un grupo de rock, es una banda que funciona a la perfección, tantos años juntos tocando y disfrutando hacen que sea sólida como una roca: con el capitán Bruce Springsteen, voz, guitarra y armónica, a la cabeza; el pirata Steven Van Zandt, el mago Nils Lofgren al que los dedos aún le permiten hacer punteos memorables; el teclado de Roy Bittan, con esos dedos que flotan sobre el piano; la batería contundente y firme de Max Weinberg marcando el ritmo, el bajista Garry Tallent, quizás el que pasa más desapercibido, pero que, si no estuviera, faltaría ese enlace entre la sección rítmica y la melódica; la sección de vientos con dos trompetas, trombón, saxofón barítono y el saxo de Jake Clemons, digno sucesor de su tío y que se llevó la mayor parte de las ovaciones, Soozie Tyrell, violinista y guitarrista; Charles Giordano, acordeonista y organista; los coros magníficos que adornan todas las canciones con mucha clase. Mención aparte a Patti Scialfa, guitarra y coros, pero que esta vez sólo salió a cantar en GloryDays.
Bonus track 2: la exposición de 1981
En paralelo a los dos conciertos de Bruce Springsteen en Barcelona, en los jardines del Palau Robert, se ha programado una exposición fotográfica sobre la primera vez que tocó en la ciudad en 1981 (gracias al promotor Gay Mercader), es gratuita y se puede visitar hasta el 14 de mayo. Se trata de una recopilación de las magníficas fotografías de Frances Fàbregas, con comentarios y recortes de prensa de la época. Un complemento perfecto para los fans que nos devuelve 42 años atrás con un joven músico que ya se consolidaba como artista mundial, pero que no imaginaría lo grande que iba a acabar siendo para la historia de la música.
Bonus track 3: 73 años
El año pasado la esperanza de vida en EE.UU. era de 76,4 años, mientras que en España se calcula que este año subirá hasta los 81,8 años para los hombres. Bruce Springsteen nació el 23 de septiembre de 1949, tiene 73 años y, los miembros de la E Street Band estarán por el estilo. ¡73 años!, e hizo un concierto de 3 horas de duración con 1 minuto de parada antes de los bises. Además, con una energía apabullante, es cierto que algunas canciones han bajado el tempo (qué menos) y que su voz suena más ronca, pero es una auténtica bestia de los escenarios, con su camisa y sus músculos que aún asoman por debajo, sus vaqueros ajustados, su tupé rockero y su sentido del humor, supo jugar en todo momento con el público y enamorarnos, llevarnos a su mundo en el que todos nos sentimos como en casa.
Escribe Gersón Beltrán
EL AUTOR.
Gersón Beltrán, en mi mundo geo soy geógrafo profesional. En mi otro mundo leo libros, escucho rock’n’roll, toco el bajo y disfruto compartiéndolo
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