Entrevista con Marc Vigil, Pedro Alonso y Nacho Fresneda, a propósito de El silencio del pantano

El director Marc Vigil, que ha estado al frente de algunas de las series más significativas de estos últimos años como Aída, Águila roja o El Ministerio del Tiempo, da el salto a la gran pantalla con El silencio del pantano. La película es un thriller basado en la novela de Juanjo Braulio y está ambientada en Valencia.

Protagonizada por Pedro Alonso y Nacho Fresneda, completan el reparto Carmina Barrios, Zaira Romero, Maite Sandoval, Àlex Monner, Javier Godino, José Ángel Egido, Luis Zahera y Raúl Prieto.

Dentro de los Preestrenos de Cine Español del Festival de Cine Antonio Ferrandis, organizado por el Ayuntamiento de Paterna y los cines Kinépolis —que tienen como objetivo consolidar la conexión entre Valencia y los principales nombres que integran el cine español a través de preestrenos y presentaciones especiales—, se realizó el preestreno de El silencio del pantano. La película se podrá ver en los cines el 1 de enero de 2020.

Para acompañar la presentación de la película tuvimos ocasión de entrevistar al director Marc Vigil y a los dos actores protagonistas, Pedro Alonso y Nacho Fresneda.

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Marc Vigil dirigiendo El silencio del pantano. Foto: Samantha López

¿Qué te gustó de la novela para realizar la adaptación a la gran pantalla?

Marc Vigil: Me pareció muy interesante el monstruo del escritor capaz de tomarse la justicia por sí mismo, decidiendo qué está bien y qué está mal, y de repente el sistema que le rodea es igual o más monstruoso que él y acaba con él. Eso, como concepto, me parecía interesante.

Luego en la novela hay un montón de cosas que están fuera de la película, pero me parecía que me permitía la posibilidad de hacer un ejercicio narrativo que me apetecía mucho desarrollar.

Nacho y Pedro ¿qué os atrajo del guión?

Pedro Alonso: Yo conocí a Marc en una experiencia capitular, y también a Nacho, en El Ministerio del Tiempo, una experiencia de esas que habitualmente pueden ser un marrón de la vida, que vas en un tren a tanta velocidad que tienes que subir y lo más fácil es que te estrelles, y tuvimos un momento de comunicación extraordinario, una afinidad que a lo largo de las semanas que duró aquello había una especie de conexión que yo nunca había vivido de esa forma. Y en la última semana de aquel rodaje dijimos: «Tu y yo tenemos que trabajar todas las veces posibles hasta que uno la palme».

Y la cosa se está poniendo seria porque en la primera película que hace surgió la posibilidad de trabajar en este proyecto y me siento muy honrado por eso. Pero además, por instinto, algo me decía: «Tienes que hacer esto». Esta industria es un mundo difícil de expresar, yo creo mucho en las conexiones personales y mi experiencia me dice que eso hay que cuidarlo, y en ello estamos. Me siento muy contento de haber vuelto a coincidir con él. Todo lo demás, vino después.

Nacho Fresneda: En mi caso tuve la suerte de estar desde que nació la propuesta y Marc tuvo a bien compartir conmigo y con Carlos Pando todo el viaje del guión. Hay una parte que me interesa mucho que es contar la parte valenciana, la del Cabanyal, pues nací por aquí y por aquí estuve unos cuantos años; y luego por seguir con Marc porque hemos trabajado en condiciones muy duras en El ministerio del Tiempo y nos apetecía darnos un poco más de tiempo.

Al final es siempre lo mismo, tener buenos guiones, buen equipo y muchas ganas de hacerlo; y si saliera ahora mismo lo que fuera, lo seguiría haciendo porque son de estos amigos que te vas de viaje y vuelves más amigo todavía. Hacer películas es un poco eso, a mí me han quedado ganas de seguir haciendo cosas. Y es lo que dice Pedro, conexiones personales.

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Nacho Fresneda, Marc Vigil y Pedro Alonso. Foto: Luis Tormo

¿Cómo fue el tema de las localizaciones con la Ciudad de las Ciencias, El Cabanyal, la Albufera? ¿Las tenías claras desde el principio?

Marc: Van apareciendo y hay cosas que las tienes claras. Hay localizaciones que aparecen de fondo, pero que están en el recuerdo colectivo de todos nosotros por las noticias, es algo que ayuda a describir este pantano y en el caso del Cabanyal, en el fondo, todo esto lo has ido viendo en la tele y dices: «Eso de El Cabanyal qué es», y de repente veías la ampliación de Blasco Ibáñez, todo este mundo de ocupas, cómo se devalúa todo… y piensas que flipamos viendo series como The Wire y lo tenemos aquí estilo español, esa pista de Formula 1…

Me acuerdo que con Nacho, hablando en la puerta de un hotel de Barcelona y le dije que quería hacer y me vine con un amigo suyo que me enseñó la pista de Fórmula 1, en medio de la ciudad, abandonada y es flipante. Por un lado, te encuentras con una ciudad acojonante, positivamente hablando, y de repente aparece esta pista por ahí en medio.

La novela transcurre en Valencia, y creo que Valencia está muy presente en el recuerdo colectivo de la gente, pero aquí no pasa nada que no esté pasando en Madrid o en otro lado, en todo el país; pero ayuda porque de repente es una información que ya está metida en la cabeza de la gente y de esa forma no necesito volver a contar, con lo cual puedo centrarme en la forma de contar la historia.

Por un lado, está la imagen de la Valencia de la Ciudad de las Ciencias y luego el submundo que refleja el otro tipo de localizaciones, ese fango, ese pantano…

Sí, pero está en todas partes. Ese submundo también está en la Generalitat, un espacio donde supongo se han cocido muchas cosas, donde está el poder, está esa estatua maravillosa que sale, creo que es la chimenea de Benlliure, retrata un poco todo eso. Pasas de ahí, al Cabanyal y luego a la Albufera, creo que se ve todo. Es lo que realmente cuenta la peli. Al final no te estás centrando exclusivamente en una trama, pues de repente estás dando pinceladas en todas las direcciones para componer un cuadro.

¿Y cómo fue el rodaje en El Cabanyal? ¿Complicado?

Marc: Tan complicado como en cualquier otro sitio. Cuando aparecen 25 camiones, con 100 personas con cámaras moviéndose, fastidiándote el descanso, pues es complicado. Si te soy sincero, me interesa mucho porque había visto unas fotos de El Clot y alucinaba con ese edificio, ahí en medio, dices: «Esto se ha quedado ahí». Visualmente me parecía muy interesante. Y cuando vengo a plantear esto me dicen: «No, no, aquí no os metáis. Esto es peligroso».

Pero a mí no me parecía para tanto y la verdad es que fue muy fácil, hablamos con gente del barrio, explicamos lo que queríamos hacer, nos facilitaron todo, son una parte muy importante para que las cosas hayan salido bien.

Nacho: Y no tenemos ninguna anécdota de que pasara algo… Depende de cómo vayas tú. Y en este caso nosotros íbamos con muchas ganas de no contar solo las miserias sino de contar nuestra historia.

Marc: Yo aprendí cómo abordar las cosas. Y ha sido muy útil luego para hacer Malaka, pues para retratar el barrio hay que contar con la gente, ir de la mano con ellos. Esto lo aprendí en El silencio del pantano y con la gente del Cabanyal.

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Pedro Alonso en una escena de la pelicula. Foto: Samantha López

Tenéis personajes que son y actúan muy solitarios. Pedro está prácticamente solo a lo largo de la película y Nacho también, salvo conversaciones anecdóticas. ¿Cómo habéis llevado esa cierta soledad del personaje a la hora de crearlo?

Pedro: Mal. Mal porque pensaba que había superado esto de actores neurotizándose con el proceso de trabajo articulando la distancia con el personaje, saber lo que es operativo, etc. En este caso me llevó casi a un proceso autista, pues a pesar de que estaba muy bien aquí en la playa, me relacionaba nulamente con el equipo artístico y de alguna manera me fui dando cuenta de que cada vez estaba más absorto.

A veces, vas viendo por la experiencia que hay procesos de trabajo que te convierten en otra cosa o como la energía se decanta de otra forma. Y la forma en que se decantaba aquí la energía no me gustaba porque era solitaria, silenciosa y en un determinado momento pensé que incluso no operativa. No sabía si tenía retorno. Venía de hacer personajes turbios, pero mucho más excéntricos. Este era muy concentrado y en un momento dado pensé: «¿Tendrá algo que ver con la energía del personaje?». Y si tenía algo que ver era la de un tío muy metido para adentro, muy disociado, que cuando estaba sintiendo algo expresaba otra cosa, muy crítico, y dije: «Menudo bicho más chungo». Y llegué a la conclusión de que era como individuo una cosa opaca donde no sabes lo que hay ahí, no es saludable, muy enfermizo.

Y mi última pregunta era: «¿Se entenderá? ¿Llegara esto?». Yo estaba solo, y ahí, una vez más, tenía que confiar en Marc, él lo está viendo desde fuera, para que esto tenga una línea que se sostenga como ser vivo, que parezca un ser humano vivo, y este es de los seres humanos vivos más crustáceos a los que yo me he acercado. No fue fácil… hacer de crustáceo. El retorno no era agradecido para mí, pero para eso está la confianza en la gente con la trabajas.

Nacho: Mi personaje sí que tiene más comunicación, con mi jefa. Yo he tenido la suerte de tener esas escenas con Carmina Barrios y con Ernesto Pastor tengo una escena muy chula; en este caso no me he sentido aislado, pero entiendo a Pedro porque como actor es muy difícil trabajar solo. Es mucho más enriquecedor tener alguien delante, con un retorno que te ayuda y descubres cosas con la escucha de los demás, y me pongo en su lugar y tiene que ser difícil. Habla mucho el personaje, pero con nadie. Mi personaje sí que ha tenido esa parte de poder interactuar de una manera más agradable como actor.

Marc, a nivel creativo, visualmente, cómo has abordado el cambio de tu medio habitual, la televisión, respecto a esta experiencia en el cine.

Marc: Sí y no. Esas preguntas nunca me las planteo. Al final todos los proyectos tienen algo de sufrimiento. Yo no soy un director de mesa, de sentarme, sino que de pronto hay una especie de viaje en el que ves cómo el proyecto va creciendo y toma una dirección u otra, ni me agarro al guión pues de hecho hay cosas en la película que ni siquiera estaban planteadas en el guión.

¿Cómo me lo planteo? Al final con mucho vértigo. Llevas 16 o 17 años dirigiendo en televisión, cómodo, aprendiendo, y cuando llega la película y parece que estás infinitamente más preparado que muchos directores noveles a la hora de afrontar un proyecto así, de repente te entra el vértigo del cine. Te cargas de una responsabilidad, que en el fondo es absurda, y a veces lo complicado es tener un poco más de tiempo para pensar las cosas porque en el momento que tienes más tiempo para pensar las cosas, tienes más tiempo para dudar. Entonces todo lo que habéis escuchado de los personajes, estas dudas, estos dilemas, estaban en mi cabeza, «Este no habla con nadie y es el protagonista», y te acuerdas de Cómo escribir un guión, el protagonista tiene que empatizar y dices: «¿Pero cómo vas a empatizar con un pedazo de animal como este?».

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Nacho Fresneda. Foto: Roberto Vázquez

Nacho, estás en la cuarta temporada de El ministerio del Tiempo. ¿Veías viable una cuarta temporada?

Nacho: No, sinceramente no. Yo pensaba que era un tema que pertenecía al pasado. Era una pena y, afortunadamente, en este país la televisión ha crecido muchísimo y el público tiene muchas horas de vuelo, está consumiendo muy buen producto. El público está preparado y es el motor de la cuarta temporada.

Pedro, ¿algún referente que hayas tenido para la película?

Pedro: Yo no invento, lo copio todo. Copio todo a mi pesar. No invento, pero sí fusilo todo lo que tengo delante y, de repente, sueltas las riendas y sale. Sí es verdad que pongo un valor ante mí mismo, frente a mis dudas como actor, aquí había una tesitura que exigía un dibujo muy desnudo, fue delicado porque había una tesitura que yo no había tocado antes. Ojala que la gente lo reciba como un personaje vivo porque por muy opaco que sea lo que procuramos como actores es ilustrar una parcela del mundo, de la vida, que es desagradecida pero que lo retrata en este tiempo en que vivimos.

Un proceso que tiene algo como de bofetada mal dada, paradójicamente rodada con exquisito gusto. Es una de las cosas que más me gusta de la película, se habla de una cosa fea, desagradecida, seguramente con pocas posibilidades de oxigenarse, pero es una película que en términos de diseño, de arte y de puesta en escena es muy exquisita. Ojala que la gente vibre con eso y se reconozca en ese mundo y luego hagan lo que cada uno considere oportuno.

Escribe Luis Tormo

Artículo publicado originalmente en Encadenados

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