Crítica de Valor sentimental (Sentimental Value)

Cine reparador

En Valor sentimental (Sentimental Value, 2025), el elemento físico –pero también profundamente simbólico– que adquiere una relevancia central es la casa familiar en la que viven los protagonistas. Este espacio no solo funciona como escenario principal, sino que también actúa como testigo silencioso de las vidas y experiencias de las generaciones pasadas, cargando con la memoria emocional de la familia.

En la escena final, cuando asistimos al rodaje de una película, la apertura del plano revela el decorado construido en un plató, donde se reproducen con detalle las distintas habitaciones de la casa. Este gesto visual nos remite directamente al proceso de creación del relato cinematográfico: partir de lo artificial, de lo fragmentado y de lo aparentemente irreal para recomponer una historia de ficción coherente.

De este modo, Trier deja la tramoya deliberadamente al descubierto, no como un simple recurso metacinematográfico, sino como una forma de reafirmar el carácter construido del relato y de subrayar la naturaleza artificiosa, pero en el fondo verdadera, de la ficción que se nos presenta.

La ficción se erige como el tema central de este último trabajo de Joachim Trier, cuyo guion ha sido coescrito junto a Eskil Vogt, su colaborador habitual. Entendida no solo como un recurso narrativo, la ficción se presenta aquí como un ejercicio sanador, una herramienta capaz de ordenar la experiencia y dar sentido al dolor. En este sentido, la ficción funciona también como una forma de redención para los personajes pues será el proceso de creación de una película el que activará la catarsis emocional de los protagonistas.

Stellan Skarsgård y Renate Reinsve en Valor sentimental

A pesar de contar ya con una trayectoria consolidada gracias a títulos como Reprise, Oslo, 31 de agosto o Thelma, entre otros, fue con La peor persona del mundo (2021) cuando Joachim Trier alcanzó un reconocimiento global. En ese filme destacó especialmente la interpretación de su actriz protagonista, Renate Reinsve, quien vuelve a colaborar aquí con el director noruego.

Si en La peor persona del mundo la referencia, aunque lejana, era la comedia sentimental con ecos del cine de Woody Allen, en Valor sentimental nos sumergimos plenamente en un drama que remite de forma clara a la obra de Ingmar Bergman. Esta filiación se manifiesta en la complejidad de las relaciones familiares, en los traumas que arrastran los protagonistas y en el peso persistente del pasado con un espacio común como núcleo de la historia.

Las hermanas Nora (Renate Reinsve) y Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas), a raíz de la muerte de su madre, se reencuentran con su padre tras años de distanciamiento. Este reencuentro reactiva tensiones latentes y viejas heridas familiares. Su padre, Gustav Borg (Stellan Skarsgård), es un prestigioso director de cine que lleva tiempo sin rodar.

Aprovechando la reunión familiar, Gustav le ofrece a Nora el papel protagonista de un guion que ha escrito especialmente para ella. Nora es una aclamada actriz teatral —aunque arrastra una profunda inseguridad—, mientras que Agnes ha formado una familia y mantiene una relación algo más cercana con su padre, en parte porque trabaja como historiadora y a ayudado a su padre con recopilando información. Agnes rechazará el papel y Gustav aprovechará un contacto circunstancial con Rachel Kemp (Elle Fanning), una famosa actriz de Hollywood que quiere curtirse en un papel dramático con un consagrado cineasta europeo.

Enfrentarse a la figura de ese padre distante supone un fuerte golpe emocional para ambas hermanas. Agnes parece haber sabido sobrellevar mejor ese trauma –«tú al menos has sido capaz de formar una familia, un hogar», le comenta Nora–, mientras que Nora arrastra un conflicto más profundo que condiciona su vida personal y emocional, hasta el punto de mostrarse incapaz de establecer relaciones afectivas estables.

Se trata de un trauma cuyas raíces se hunden en la propia historia familiar: una herencia emocional que no solo ha marcado profundamente a las hijas, sino que también ha contribuido a moldear el carácter del padre. En ese pasado compartido pueden rastrearse la ausencia de afecto, la dificultad persistente para alcanzar la felicidad y la presencia de experiencias límite que han dejado una huella duradera en todos los miembros de la familia, condicionando sus vínculos y su forma de relacionarse entre sí.

Renate Reinsve e Inga Ibsdotter Lilleaas en Valor sentimental

La cámara de Trier explora cada rincón de la casa como si se tratara de un mapa emocional: cada recuerdo, cada gesto y cada silencio que va más allá de las palabras. A través de las miradas de los personajes, el director logra revelar su mundo interior, aquello que piensan y sienten, dejando al descubierto la inseguridad nacida de años de abandono. Esa carencia afectiva ha alimentado el resentimiento y la frustración individual de cada uno, conformando un nudo férreo de emociones contenidas que parece imposible de desatar. Solo comienza a distenderse mediante la lectura del guion –memorable la escena en que Nora le pide a Agnes que lea el guion–, una ficción concebida como último intento por restablecer la comunicación perdida entre padre e hija.

En esa reivindicación del efecto reparador del arte, el director noruego –aunque de origen danés– aprovecha también para poner en valor el cine tradicional, aquel cuyo sentido último es existir para ser proyectado en una pantalla y compartido con el espectador. Un cine que aspira a algo más que al mero divertimento, que busca generar reflexión y experiencia emocional. Frente a esta concepción se alza el cine entendido como producto de consumo, representado por la figura de la actriz de Hollywood (que tiene la capacidad de levantar el proyecto con Netflix), en contraste con ese cine europeo que defiende una mirada más autoral, más íntima.

Valor sentimental es un filme más complaciente que el espejo en el que se mira –el cine de Bergman–, pero no por ello carece de menos valor. Trier ha construido una película que se recompone en nuestra memoria una vez salimos de la sala oscura, que crece cuando las piezas del puzle familiar comienzan a encajar y adquieren sentido en conjunto. Es una obra que gana con el recuerdo y la reflexión posterior, más que en el impacto inmediato.

Se trata de un filme donde las miradas emocionan y dicen tanto como los diálogos, sostenido por un casting que revela con precisión el mundo interior de los personajes. La película no podría existir sin el trío protagonista formado por Stellan Skarsgård, Renate Reinsve e Inga Ibsdotter Lilleaas, cuyas interpretaciones dotan de profundidad y verdad a los conflictos que atraviesan la narración. El resultado es una disección de la familia entendida como un entramado generacional, capaz de convertirse al mismo tiempo en infierno y en refugio. Una complejidad que aquí se clarifica gracias a la capacidad del cine –el guion que el cineasta escribe como su última gran obra– para reparar una incomunicación y una falta de afecto que atenaza a los protagonistas.

Escribe Luis Tormo

Título: Valor sentimental
Título original: Sentimental value
País y año: Noruega, 2025
Duración: 135 minutos
Dirección: JJoachim Trier
Guion:Joachim Trier, Eskil Vogt
Fotografía: Kasper Tuxen
Música: Hania Rani
Reparto: Stellan Skarsgård, Renate Reinsve, Inga Ibsdotter Lilleaas, Elle Fanning
Productora: MER Film, Eye Eye Pictures, Lumen Production, Komplizen Film, BBC Film, Zentropa Productions, MK2 Productions
Distribuidora: Elástica Films

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