Natalia Lacunza – N2STAL5IA

Diario emocional

Tiene que ser para mí (2022) supuso un punto de inflexión en la carrera de Natalia Lacunza. Tras este trabajo, la cantante navarra regresó con el EP Duro (2023), un proyecto que, sin renunciar a su inclinación por las melodías pulidas, se adentraba con firmeza en territorios electrónicos y que tuvo su continuidad con otro EP, SIMELLAMA (2024). Este viraje sonoro marcó una clara distancia respecto al tono pop de sus lanzamientos anteriores y evidenció una artista en plena búsqueda de nuevas formas de expresión.

Ahora, en 2025, Lacunza regresa con un nuevo disco de larga duración que –desde  su propio título, N2STAL5IA– revela el hilo conductor que atraviesa sus 14 canciones. El juego tipográfico encierra un doble significado: “Natalia, 25” alude a la edad que tenía la artista cuando compuso el álbum –aunque hoy tenga 26–, pero también evoca de forma explícita la palabra “nostalgia”, una mirada hacia el tiempo pasado que impregna la narrativa emocional del disco.

La mirada nostálgica, entendida como una revisión introspectiva de un pasado reciente, se está convirtiendo en un tema recurrente dentro de la obra de muchas artistas femeninas contemporáneas. Este fenómeno se puede observar claramente en los trabajos de nombres como Amaia o Mushka, quienes, a través de sus creaciones, exploran las complejidades de una etapa marcada por el vértigo de una carrera profesional que, a menudo, se ve sometida a las presiones del éxito, las expectativas sociales y la constante necesidad de validación.

Portada del disco

Este «pasado» se convierte, en muchos casos, en un peso sobre la identidad de estas artistas, quienes, aun siendo jóvenes, se ven obligadas a navegar en un entorno que puede modificar radicalmente su forma de vivir y relacionarse con su arte. En este contexto, es particularmente significativo cómo algunas de ellas comienzan a reconocer la necesidad de soltar las amarras que las atan a ese pasado reciente, a fin de poder construir su futuro de una manera más libre y auténtica. Un ejemplo claro de esta reflexión lo encontramos en las palabras de Natalia Lacunza, quien ha hablado abiertamente sobre la crisis que experimentó al llegar a los 25 años, un momento crucial de transición que la llevó a replantearse su carrera y su vida personal.

Los dos primeros temas marcan la dinámica del disco. Apego feroz es una confesión de la dependencia amorosa, asumida incluso a sabiendas del dolor que provoca («Si volviera a empezar / Me inmolaría de nuevo»). Es también el reconocimiento de una huella que permanece, de una marca compartida que el tiempo no borra («Dejaste tu huella, tu desnudez / Tú llevas la marca de mi querer»). La canción transmite, además, la sensación de fatalidad: la certeza de que nada puede evitarse («Este modo de vida te causa un apego feroz»), aun cuando existe plena conciencia del daño que se avecina (Fue que vi en tus ojos negros un botón de autodestrucción).

En Sabes qué???, con un ritmo indie más enérgico, se entremezcla las confesiones respecto a lo vivido («Solía brillar, llegué a tener algo especial»), la necesidad de cambiar, de no ser la que siempre ha sido, de vivir más allá del siguiente paso («Ni pensar en el futuro, no quiero aprender»). A lo que se une el reconocimiento de una situación que hay que superar («Solo un montón de mierda que no sé tragar / No sé qué coño me pasa»). La canción es una rabieta casi infantil con ese coro de amigas que le animan.

A partir de ahí, y apoyándose en las melodías características de la compositora navarra, combinadas con una producción rica en ritmos y bases cambiantes, el álbum va desgranando el sentimiento de nostalgia desde distintas aristas emocionales. Natalia Lacunza recorre el amor y el desamor, las relaciones personales y la amistad, poniendo el foco en aquellas personas que pasan por la vida y dejan poso, ya sea para construir o para erosionar. La nostalgia aparece así no solo como recuerdo, sino como huella emocional que permanece en el presente.

En algunos momentos, ese estado se traduce en una apatía casi existencial, como ocurre en Canciones sobre nada, donde el vacío emocional se impone al conflicto. En otros, la nostalgia adopta la forma de una ruptura compartida, en la que ambas partes quedan igualmente dañadas, como se refleja en Mal de 2, junto a Natt Calma. Por su parte, Castigo, con una colaboración destacada de Jesse Baez, intensifica esta sensación de quiebre sentimental al retratar el efecto demoledor de una relación que transforma el amor en una experiencia punitiva, subrayando con especial acierto la contradicción entre el afecto y el dolor que atraviesa buena parte del disco, un funk cálido con mucha suavidad melancólica.

Esa nostalgia asociada a la pérdida y al paso del tiempo se refuerza en varias de las canciones más representativas del disco. En Faber Castell y Rápido, Natalia Lacunza aborda el recuerdo desde una mirada contenida, casi cotidiana, donde lo que se ha ido pesa más por lo que significó que por lo que fue en sí mismo. En Te enamoraste, la emoción se construye de forma especialmente eficaz: una guitarra acústica inicial da paso a un ritmo progresivamente ascendente que acompaña el crecimiento del conflicto emocional, incorporando además un guiño generacional con la inclusión de un verso de Escuela de calor de Radio Futura, que conecta pasado y presente tanto a nivel musical como simbólico.

Por su parte, Lo de antes actúa como una constatación directa del fracaso sentimental. Aquí, la nostalgia deja de ser ambigua para volverse explícita y casi definitiva, sostenida por un estribillo tan sencillo como esclarecedor –«Porque tú no me quisiste / Nena, tú no me quisiste»– que funciona como cierre emocional y verbaliza sin rodeos una herida que atraviesa buena parte del álbum.

Undostres parece abrirse un breve resquicio de luz dentro del relato emocional del álbum. La canción –que cuenta con la colaboración de la francesa Nilusi– introduce un tono más esperanzador, casi luminoso, en el que la idea de reconstrucción personal y afectiva se impone al desencanto previo. Versos como «En un par de días todo estará okay / Volveré a nadar en agua dulce / Volveré a encontrar el un-un, dos, tres» sugieren un renacer emocional, la posibilidad de volver a empezar y recuperar cierta estabilidad tras el desgaste sentimental.

Sin embargo, esa claridad dura poco. Con Otro culito, una de las canciones más hermosas y delicadas del disco, con el piano como protagonista la narrativa regresa al terreno del desamor. Aquí la nostalgia se vuelve amarga y deja paso a la sensación de haber sido utilizada, de ocupar un lugar secundario en la vida de la otra persona. La aparente simplicidad del tema refuerza su impacto emocional, convirtiéndolo en uno de los momentos más vulnerables y conmovedores del álbum.

El disco se cierra con Plastelina, una imagen cargada de significado. La plastelina, como materia moldeable y adaptable, simboliza la capacidad de cambio y transformación constante. Representa la posibilidad de reinventarse, de no quedar fijado en una sola forma, sino de evolucionar con el paso del tiempo. Esta elección aporta, además, un tono claramente positivo y esperanzador de cara al futuro, que se refleja de manera directa en la letra: «Quiero ser de aire y volar ligero / Y yo sé que voy a encontrar el modo». Así, el álbum concluye con una sensación de ligereza y confianza, dejando abierta la puerta a nuevas etapas y posibilidades.

Hay dos canciones que se apartan claramente del tono general del disco y que funcionan casi como breves apuntes sonoros, ya que ninguna de ellas alcanza los dos minutos de duración. Por un lado, Singapur, una pieza experimental de aire infantil que remite directamente a la niñez y a una forma más lúdica de entender la música. Por otro, Nokia, una balada etérea sostenida por coros angelicales, en la que la artista reflexiona sobre su propia fortaleza emocional y afirma ser capaz de soportarlo todo, comparándose con la resistencia mítica de un teléfono Nokia.

N2STAL5IA es un álbum que adquiere más valor al escucharlo entero como una obra que certifica la crisis que supone el acceso a la vida adulta definitiva, sabiendo que en ese proceso siempre hay que dejar atrás personas y experiencias conservando aquello que es realmente importante. Un proceso el que no hay un método científico que certifique el buen camino, un hecho que provoca incertidumbre e inseguridades, aunque es precisamente esa toma de conciencia de la situación la que sea el primer paso que permita avanzar.

A pesar del amplio número de colaboradores –entre los que destacan Pau Riutort, Diego 900, Pablo Stipicic, Barry B y Gara Durán, entre otros–, el disco mantiene una cohesión musical. Esta unidad se sostiene principalmente en el uso de distintos sintetizadores, que articulan un pop suave y envolvente. La producción, lejos de imponerse, acompaña y deja espacio a la voz de Natalia Lacunza, cálida y cercana, con un tono casi confesional que actúa como eje emocional del proyecto.

Escribe Luis Tormo

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