Judith Colell y Miki Esparbé nos hablan de «Frontera»

«Me interesan las películas que dialogan con el presente»

Judith Colell

Frontera es el nuevo trabajo de la directora Judith Colell (Elisa K, 15 horas). Estrenado en el 70º Festival Internacional de Cine de Valladolid, la película desarrolla la historia de un grupo de personas que, a pesar de las amenazas, decidieron saltarse las normas para ayudar a los refugiados que escapaban de la represión nazi.

Judith Colell, presidenta de la Academia del Cine Catalán, construye junto con los guionistas Miguel Ibáñez Monroy y Gerard Giménez Forner este largometraje inspirado en historias reales. El rodaje tuvo lugar durante seis semanas en la comarca del Pallars y en localizaciones alrededor de Barcelona con un elenco formado por Miki Esparbé, María Rodríguez Soto, Asier Etxeandía, Bruna Cusí, Jordi Sánchez, Kevin Janssens y Joren Seldeslachts.

El filme transcurre en el año 1943. Franco ha bloqueado el paso de refugiados que huyen de la represión nazi por Los Pirineos. En la aduana de un pueblo fronterizo, Manel Grau, un funcionario con pasado republicano, decide contravenir las órdenes ayudado por Juliana, una vecina del pueblo, y Jerôme, un pasador francés. Entre todos inician una cruzada para ayudar a huir de la guerra a tanta gente como sea posible. Es entonces cuando Manel se verá atrapado en una peligrosa odisea que despertará en él y en su mujer Mercè viejos fantasmas de la todavía reciente guerra civil española.

La película se estrena el 12 de diciembre y es una producción de Coming Soon Films, Diagonal y Bulletproof Cupid, y cuenta con apoyo del ICEC, del ICAA, Screen Flanders (una iniciativa de VLAIO en colaboración con VAF), el Tax Shelter del Gobierno Federal Belga y BNP Paribas Fortis Film Finance, MEDIA, además de la participación de RTVE y 3Cat. La distribución en cines será a cargo de Filmax.

Dentro de la iniciativa de los Preestrenos del Festival Antonio Ferrandis hemos podido conversar con la directora Judith Colell y el actor Miki Esparbé sobre su experiencia en Frontera.

Existe la idea de que en el cine español se ha abordado en exceso la guerra civil y el franquismo. Sin embargo, siguen apareciendo estudios que señalan una gran falta de conocimiento entre los jóvenes sobre este periodo de la historia contemporánea de España. En este contexto, ¿sigue siendo necesario volver a acercarse a estos años desde el cine?

Judith Colell: Creo que sí. Nunca serán suficientes las películas sobre nuestro pasado, la guerra civil y la postguerra es un periodo importante de nuestra historia. La historia que contamos en nuestra película es una historia que mucha gente no conoce, yo no la conocía, conocía el paso de los Pirineos hacia Francia pero nunca de Francia hacia España, la historia de que hubiesen venido refugiados de los nazis hacia aquí no era conocida. Y realmente creo que aún nos quedan muchas historias por contar.

Y lo creo incluso antes de que el CIS nos diga que la gente joven no conoce nuestro pasado, que romantiza la dictadura. Realmente nos hace falta volver a revisar nuestro pasado. Y ese mantra de que se hacen tantas películas sobre la guerra civil, en realidad, si nos ponemos a contar tampoco hay tantas películas sobre la guerra civil. Y las que hay, muchas de ellas son muy buenas; y ya no es tanto el lugar donde transcurre la historia sino la historia que cuentas. No me creo eso de “demasiadas películas sobre la guerra civil” y, más ahora, que parece que no hay memoria en la gente más joven. Hay que hacer películas para que la ignorancia y las fake news no le ganen el terreno a la verdad.

Miki Esparbe: No sé si es la explicación porque igual es un trabajo de un sociólogo o incluso un politólogo, pero creo que llegamos a ese escenario con los jóvenes porque al igual que le pasó a mi generación, y a otras de delante y detrás,  no se llegaba con el plan de estudios a la guerra civil y casi de puntillas a la transición. Claro, ese es el problema, que el recuerdo más cercano de la historia de España no está presente. De ahí que contar una peli sobre esta posguerra tan inmediata e intentar retratar un periodo que fue pues muy oscuro, con mucho miedo, con mucha represión, mucha censura, lo considero muy necesario.

Es una historia muy accesible que ojalá invite a las generaciones también más jóvenes, ese sería el sueño, a que profundicen más sobre este periodo. Y ese cliché de que se hacen muchas pelis sobre la guerra civil, yo creo que no se hacen suficientes porque hasta que la gente no crea que se ha hecho una reparación real sobre lo que sucedió está bien contar historias como ésta.  Y además, como decía Judith,  aporta un episodio nuevo que yo no conocía, Cuando leí el guion lo descubrí,  pasaran entre 1943 y 1945 más de 80.000 personas por las fronteras franco-catalanas.

Con Judith Colell

La película, dentro de su contexto histórico, remite también a la actualidad, al problema de la migración y queda explicitado en los rótulos antes de los títulos de crédito finales. ¿Cómo habéis trabajado esa relación entre el pasado y la actualidad?

Judith: Me intereso muchísimo de la historia precisamente cómo dialogaba entre pasado y presente. Cuando me enviaron el guion pensé que a mí me gusta mucho el cine social y siempre he hecho ese tipo de cine pero es verdad que Frontera está contando una historia del año 1943 pero que está ligada con el presente porque en ese momento, en un pueblo del Pirineo, empiezan a llegar personas refugiadas que ellos ven como una amenaza. Y hay tres maneras de comportarse: unos que quieren ayudar incondicionalmente, otros que quieren condenar incondicionalmente y los del medio, que son la mayoría, que opinan que no les han hecho nada pero que tampoco van a hacer nada por ayudarlos.

Y de pronto, una palabra, una acción, una amenaza hace que una persona reacciones y diga: “Tengo que ayudar”. Esta gente está huyendo de la guerra, del horror, de la muerte, y tengo que ayudarles. Y creo que eso tiene mucho que ver con lo que está pasando ahora, actualmente en todo el mundo tenemos una gran cantidad de personas que emigran para entrar en nuestras fronteras, personas que huyen del hambre, de la guerra. Y quieren pedir asilo aquí y hay esas tres miradas: los que condenan (que desgraciadamente cada vez son más), las que ayudan y las que están en medio que no hacen nada malo pero tampoco hacen nada bueno. Esta es una película que llama a  la acción. Esto es lo que me interesó. Me interesan las películas que dialogan con el presente y esta es una de ellas.

Miki: Esta actualidad la hemos podido ver en Gaza, pero hay muchísimos conflictos abiertos y hay muchísimas rutas migratorias, hay gente que viene a Europa huyendo de Siria, hay gente que intenta huir de la África subsahariana para acceder a Europa a través de España con una valla que hay en Melilla gigante. Lo hemos dicho en esta promoción también, pero son datos muy bestias. Desde la caída del muro de Berlín se han construido 2.000 kilómetros de fronteras físicas solo en Europa. Físicas. Imagínate sumado a las físicas, que son además unas fronteras mucho más sofisticadas con unos índices de mortalidad mucho más elevados, sumarle también las fronteras burocráticas. Muere muchísima gente. Estamos hablando de gente que intenta sobrevivir y que no hace nada que no haríamos nosotros en su lugar, que es huir para poder sobrevivir.

Ese concepto de sobrevivir provoca que tu personaje se vuelva más complejo

Miki: Es interesante porque creo que es un escenario en el que mucha gente se encontró. Hubo muchos republicanos que trataron de desertar en la recta final para proteger a los suyos, como es el caso de Manel, que le sucede concretamente esto, y luego, sin embargo, tal y como se ve en la película, se encuentra en una tesitura y en un contexto en el que sorprendentemente en el que se le plantea ese dilema: tengo que ser consecuente con la decisión tomada porque es lo que le he prometido a mi mujer y a mis hijos, y sin embargo, no puedo remar en contra de mi naturaleza, de mis principios, de mis valores pues yo tengo que hacer el bien. Incluso creo que en esa acción, tanto por él como por Mercé, hay como una ligera redención, hay como una oportunidad para volver a hacer bien las cosas. Y se agarran a eso como si de alguna forma les dejara un poquito más en paz después de haber perdido la guerra.

No es la película con la que se te asociaría ni por el tipo de género ni tampoco por el presupuesto que manejas habitualmente en tus producciones. ¿Cómo llegas a la película?

Judith: Gracias a la productora inicial a la que luego se sumó Diagonal. Pero la productora inicial era Marta Ramírez de Coming Soon y con ella hice Elisa K. Me llamó un día y me dijo que tenía una película que era de época, un thriller…y yo le dije: “Perdona. Estás llamando a Judith” [risas] y me dijo: “Ya lo sé que estoy llamando a Judith. Lo harás muy bien”. Esto, el diálogo que tenía con el presente y el hecho de que era una historia que desconocía, además del reto, me parecía muy interesante.

Pero la verdad es que estoy muy contenta. He estado muchos años intentando levantar películas y si te pones a contar, excepto tres o cuatro directores que podemos contar con la mano, los otros, aunque sean directores conocidos y buenos les cuesta muchísimo levantar una película. Mar Coll entre Todos quieren lo mejor para ella y Salve María pasan un montón de años. Cuesta mucho levantar estas películas más autorales, más personales.

Entonces, a veces es más fácil levantar una película más comercial como la que he hecho, que creo me la he llevado a mi territorio. Por eso estoy muy contenta con mi película porque la siento muy mía, la siento como parte de mi manera de contar y estoy muy contenta de haber afrontado ese reto.

Comentabas que una película histórica con un tono de acción, de thriller, pero también hay un drama de unos personajes donde las miradas se imponen a los diálogos. ¿Cómo has combinado esa acción con el drama más íntimo?

Judith: Fue complicado mantener el equilibrio porque era una película que tenía acción y que a la vez tenía que tener ese lado de personajes, más intimista, una parte más cercana a lo que yo habitualmente estoy acostumbrada a hacer. Esto se logra con un buen guion equilibrado, con un periodo de ensayo con los actores y con un montaje muy afinado. Desde luego lo que ha hecho la montadora Liana Artigal para mantener este equilibrio son horas y horas de montaje, ella y yo en la sala, dando vueltas, cambiando cosas, intentando conseguir ese equilibrio para que la película tuviera el ritmo que tiene que tener.

¿Y  te costó encontrar el aspecto formal? Tenemos desde grandes planos generales con el paisaje como protagonista y luego una cámara muy pegada a los personajes.

Judith: El lugar era tan espectacular que la montaña es un personaje más, es un personaje que te provoca amenaza, tensión, miedo. Lo de guardar los secretos en esta montaña tan enorme, con ese punto de amenaza, era como una metáfora de cómo se sentían los personajes, viviendo en un pueblo pequeño donde se conocen todos después de una guerra. Entonces era absolutamente necesario retratar ese paisaje, entender lo pequeño que te sientes dentro de ese paisaje.

Y a la vez yo estoy muy acostumbrada a utilizar la cámara en mano, a estar muy encima de los personajes. Me interesa mucho el rostro humano, jugar con la mirada… Entonces intenté buscar ese equilibrio entre lo que era mi estilo, mi manera de mirar, que es esta, más encima de los personajes; pero a la vez incorporar estos planos tan enormes para añadir el paisaje a la ecuación. Y creo que ha quedado equilibrado.

Maria Rodríguez Soto y Miki Esparbé en Frontera. Foto: Andrea Resmini / Filmax

Uno de los riesgos respecto a los personajes es que fueran maniqueos. Muy de buenos y malos.

Judith: Para mí eso era muy importante. Todos tienen sus motivaciones, todos son como son por algún motivo, por todo lo que han pasado anteriormente. No hay blancos o negros, todos tienen zonas grises, porque, además, estamos hablando de un periodo gris. Todas las personas tenemos contradicciones, tenemos mochilas que arrastramos y todos actuamos de una determinada manera según el pasado que tenemos.

Hay una historia que descubrí en un periódico gallego, cuando ya estábamos a punto de rodar, de una señora que era amiga de Carmen Polo. La señora era franquista pero le caían muy mal los nazis y ayudaba a todos los refugiados que venían de las montañas porque lo que hacían era ir hacia Portugal para coger los barcos allí. Esta señora les acogía en su casa de Galicia, les vestía de curas y monjas, de seminaristas. Y eso te muestra ese gris. Una señora franquista, que de entrada a mí me caería mal, y sin embargo, salvó muchas vidas. ¿Por qué?  Porque no era blanco o negro, porque no sabemos qué cargas tiene cada uno, qué circunstancias. Que se reflejara esto en la película era importante para mí, sobre todo con personajes como el de Asier Etxeandia que es el teniente Sánchez o los protagonistas que son republicanos pero que desertaron y llevan toda esta carga de culpa y toda esta pena encima.

¿Cómo fue el proceso de preparar el personaje de Manel?

Miki: Judith es una directora muy accesible y es muy fácil trabajar con ella porque le gustan mucho los actores, le gusta que incluso los actores cuestionen para  darle la vuelta a las cosas y sacarle punta en beneficio de la película. Nos escuchó mucho y nos tuvo muy presentes en un proceso de ensayos que no fue fácil porque era una coproducción belga donde teníamos actores que venían de fuera. Entre nosotros nos hablábamos en inglés para que ellos nos entendieran, sin embargo ellos en la película hablan francés y alemán. Luego estaba Asier que no habla nada de catalán y esto era una producción catalana, entonces prácticamente todo el equipo hablaba en catalán, que por otro lado le vino muy bien porque hay un momento en la peli que incluso él dice que no está entendiendo nada y me estoy volviendo loco.

Pero sí es verdad que fue un proceso muy bonito porque además éramos muy conscientes de ese valor de la película, de la riqueza lingüística de la película y porque de alguna forma nos permitía ser rigurosos con el momento histórico. Si lo éramos con el atrezo y lo éramos con el vestuario y lo éramos con la fotografía, pues ¿por qué no lo podíamos ser con la lengua? Y es una película en la que se habla catalán, pallarés, español, francés, alemán o yiddish.

En este tipo de cine los personajes masculinos son los dominantes. Sin embargo, en Frontera tenemos unos personajes femeninos, que aunque están supeditados a los hombres, son los que influyen en las decisiones. Hay un plano con los personajes masculinos hablando en el fondo, fuera de foco, mientras en primer plano está el rostro de la protagonista.

Judith: Las mujeres en la postguerra perdieron todo lo que habían ganado durante la República. Tuvieron que encerrarse en sus casas, dedicarse a sus labores, perdieron muchos derechos y creo que en las películas no las hemos retratado como deberíamos. Normalmente quedan en segundo término, se da mucha importancia a los hombres. Y aquí, aunque los hombres son muy protagonistas, ellas son las que toman las decisiones. Las he colocado delante y les he dado una importancia que creo se merecen. Y fue casi intuitivamente, cuando empecé a hacer la película, cuando pensé cómo quería contar la película, ellas siempre las tenía delante porque al final son las que resuelven el problema.

Normalmente te has movido en el terreno de la comedia, sin embargo, en tus últimos trabajos estás reenfocando tu carrera hacia papeles más dramáticos. Incluso hacia personajes históricos como te hemos visto aquí recientemente en la serie Anatomía de un instante o aquí en Frontera. ¿Cómo se afrontan esos personajes basados en personajes reales?

Miki: Retomo primero lo de la comedia. Sí es el género con el que de alguna forma empecé y se me ha visto más. Sí que es verdad que de un tiempo a esta parte quizá ha podido haber una decisión consciente de, teniendo claro que yo quiero hacer comedia toda mi vida y que me chifla como género, si es verdad que tenía la sensación que como actor me gusta aportar otros muchísimos colores y ampliar el espectro.

Sí había una decisión consciente de no tratar de enlazar como cinco o seis películas en un mismo género, pero me habría pasado lo mismo con el terror o con el drama, porque me apetecía también probarme y explorarme en otros terrenos. En los actores y actrices que sigo y que me chiflan normalmente son los que toman riesgos, los que prueban, los que se van a otros géneros, etc. Y eso es el modelo de actor en el que de alguna forma yo me proyecto, que me gustaría ser.

 Y respecto al tratamiento de los personajes históricos  es verdad que el camino a la hora de crearlos es distinto, porque te puedes agarrar a ciertas herramientas, aunque también es un riesgo. Por ejemplo, en Anatomía de un instante [Miki Esparbé encarna a la figura de Juan Carlos I] puedes caer en el error de intentar acercarte a través de una imitación o de una parodia cuando en realidad lo que buscas es lo contrario. Creo que tanto en un lugar como en el otro, el trabajo o el secreto del éxito reside en la singularidad, y la singularidad se nutre de lo concreto. Yo trato de ser muy concreto con el trabajo, trato de fijarme en lo concreto.

En el ejemplo del Rey, entre el Rey y yo la distancia es un abismo, somos la noche y la mañana. Sin embargo, lo más difícil de interpretar al Rey para mí fue vencer el prejuicio sobre la figura del rey que yo tenía, y que tengo; entonces para interpretarlo me fijaba en los concretos me fijaba en qué es, en cómo era ese Rey con 42 años en ese periodo. Y me comí todas las entrevistas habidas y por haber de medios de aquí o de fuera, el material que me proporcionaron los documentalistas de la serie, etc. Y ahí se veía que era un personaje muy seductor, en lo privado, en lo público, en lo profesional, muy estratega, muy ambicioso.

Y luego también intenté nutrirlo a partir de cómo ocupaba el espacio, la gestión del poder en el espacio, ¿no? Cómo ocupaba ese espacio. Luego me fijé que era un tipo como que anda con el pecho, si te fijas, con el pecho por delante, con los brazos caídos. Hay algo ahí que índica como que no tiene miedo a lo que se le ponga por delante y esa es mi lectura. Ahí es donde to noto mi trabajo, la forma de hablar también; la gente con poder habla lento si te fijas porque saben que todo el mundo les va a escuchar. Trato siempre, ya sea un personaje fácilmente identificable porque es un personaje que ya existe o no, de nutrir siempre el trabajo en los concretos.

Y ya para terminar ¿Qué queda de ese joven que empezó haciendo comedias y ahora hace cine, teatro, series e incluso tienes una película como Wolfgang (2025) que está entre las más taquilleras del año? ¿Cómo ves esa evolución?

Miki:  Lo que recuerdo y valoro bastante a menudo es el privilegio que tengo de poder estar en activo y hacer cosas tan distintas. Muy feliz y muy orgulloso del momento que estoy atravesando y siendo muy consciente de ello. Primero de todo porque tengo trabajo en un sector que es muy precario y donde tengo compañeros y compañeras talentosísimos que no tienen la misma suerte. Rodeándome de gente que me quiere, que me adora y que yo les quiero y adoro y que no tienen ningún problema en decirme cuándo enfoco mejor las cosas o cuándo no y que me ayudan a tener los pies en el suelo.

Y por otro lado siendo muy realista. Sabiendo que esto no es una ciencia cierta y que ahora estás pues como decías combinando teatro, una serie y una peli, y dentro de dos días pues igual no tengo la misma suerte y tendré que estar agradecido con toda esta etapa en la que he podido encadenar un poco más. Veremos. Ojalá nos podamos encontrar en muchas más entrevistas, Luis.

Escribe Luis Tormo

Con Miki Esparbé

Artículo publicado originalmente en Encadenados

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