Incensurable de Luna Miguel

La rebelión de ejercer la lectura

Mis recuerdos del personaje de Lolita están asociados, en primer lugar, a la película que Kubrick dirigió en 1962. A finales de mi adolescencia, la obra de Kubrick actuó para mí como una especie de puente entre el cine y la literatura. Gran parte de sus guiones se basaban en novelas, y fue precisamente a través del visionado de sus películas como terminé llegando a los autores que las habían inspirado.

Este proceso de ida y vuelta, de la pantalla al libro, marcó parte de mi formación como lector. Gracias a su filmografía descubrí a escritores que, de otro modo, quizá habría tardado mucho más en encontrar: William M. Thackeray, cuya Barry Lyndon cobra una nueva vida en manos del director; Anthony Burgess, con la distópica La naranja mecánica que se volvió un icono tras su adaptación; o Stephen King, con una adaptación realizada por Kubrick de El resplandor tan personal como polémica. Y, por supuesto, Vladimir Nabokov, cuya Lolita no solo dio lugar a una de las películas más comentadas de los años sesenta, sino que también me abrió las puertas al escritor ruso afincado en los EE.UU.

La lectura de Lolita –mucho más que su adaptación cinematográfica, quizá por el tono irónico y satírico que adopta la película– me resultó una experiencia considerablemente más oscura. En la novela, la narración nunca deja de recordarnos que seguimos la historia de un adulto, un pedófilo, que manipula y se aprovecha de la ingenuidad no solo de la protagonista, sino también del resto de los personajes que lo rodean. Esa consciencia constante de la violencia y el abuso latentes confiere al texto una característica perturbadora.

Esta introducción surge a propósito de Incensurable, el trabajo más reciente de la poeta, novelista y ensayista Luna Miguel. La autora ha explicado en distintas ocasiones su larga y compleja relación con Lolita, una novela que descubrió en la adolescencia y a la que regresa una y otra vez. Ese interés persistente –casi un diálogo íntimo y continuo con el libro de Nabokov– se convierte ahora en el eje central de Incensurable.

En esta novela, Lectrice  Santos, una filósofa invitada a la universidad, se dispone a impartir una conferencia a un grupo de jóvenes alumnas sobre el placer y la censura. Estamos en el año 2029. El núcleo de su intervención gira en torno a Lolita, el célebre clásico del siglo XX que, en el universo de la novela, ha sido retirado de las bibliotecas. A medida que avanza la conferencia, y precisamente por proponer una relectura crítica y renovada del texto de Nabokov, Lectrice es expulsada de la institución, gesto que evidencia las tensiones contemporáneas entre la libertad intelectual y los mecanismos de censura.

De esta forma, el relato se abre con la transcripción literal de la conferencia impartida por Lectrice a sus alumnas, presentada como una reflexión inicial sobre la desaparición mundial de Lolita tras lo que ella denomina el Gran Apagón L. Este discurso, reproducido sin mediaciones, está saturado de referencias y citas literarias que configuran lo que, en apariencia, funciona como un ensayo sobre la representación del deseo y el placer en la literatura, así como sobre el feminismo contemporáneo y las dinámicas de cancelación cultural. Dentro de este entramado discursivo, adquieren especial relevancia los conceptos de “escritor macho” (aquí se cita a autores como Ramón J. Sender, Flaubert o Philip Roth) y de “obliteración”, que se convierten en ejes centrales para comprender tanto la postura de Lectrice como las tensiones ideológicas que atraviesan el análisis de la literatura.

La esencia de este ensayo que transita por la ficción es la censura y la cancelación cultural. Ese Gran Apagón L. (ocurrido en 2009) simboliza la censura en el que Lolita se vuelve un libro inencontrable, borrado de la memoria colectiva en el mundo que imagina Luna Miguel. Frente a este escenario, la autora subraya la importancia de invitar a sus alumnas a leer obras del pasado con una mirada crítica pero libre de prejuicios, capaces de contextualizar sin caer en prohibiciones automáticas.

Esta defensa de la lectura y del pensamiento matizado desencadena, sin embargo, una persecución (expulsión de la universidad) que se convierte en el núcleo temático del texto: una advertencia sobre la progresiva (auto)censura que se instala como un signo inquietante de nuestro tiempo.

Analizando el recibimiento que han tenido determinadas obras desde el siglo XIX hasta hoy –especialmente aquellas que abordan el deseo y el placer–, Luna Miguel muestra cómo su recepción revela cambios profundos en la sensibilidad social. Aunque podría parecer que actualmente vivimos en una época de libertad absoluta, marcada por la circulación constante de imágenes que van de la sexualización explícita a la pornografía, la autora advierte que esta aparente apertura convive con un proceso inverso. En realidad, estamos entrando en un periodo silencioso, un momento en el que nuevas formas de censura y vigilancia moral se infiltran en el debate público y en la lectura.

La autora de Leer mata apuesta firmemente por el conocimiento y por el ejercicio del pensamiento crítico como la mejor vía para aproximarnos a cualquier obra literaria. En lugar de recurrir a la cancelación –esa forma de obliteración que levanta un muro alrededor de ciertos textos–, sostiene que es necesario fomentar su difusión y promover un diálogo abierto en torno a ellos. La llamada “corrección”, cuando se lleva al extremo, termina convirtiéndose en una forma de censura que empobrece el debate cultural y limita nuestra capacidad de comprender el mundo a través de la literatura. Una sociedad madura no elimina las obras que pueden resultar perturbadoras; por el contrario, las enfrenta, las discute y aprende de ellas.

En una época en la que ya hemos presenciado numerosos ejemplos de cancelación o corrección –como el caso de los editores de Roald Dahl, quienes optaron por reescribir los pasajes que consideraban ofensivos– Incensurables se posiciona abiertamente en contra de estos fenómenos. Lo hace desde los principios de la libertad y el conocimiento, defendiendo la importancia de comprender el contexto histórico, cultural y social en el que cada obra fue concebida y posteriormente juzgada, proponiendo un diálogo más profundo que privilegie la interpretación crítica por encima de cualquier tipo de censura.

Con esta mezcla de géneros, Incensurable puede leerse simultáneamente como una novela de ficción de aire distópico y como un texto de marcado valor ensayístico. Esta última dimensión no solo sostiene la verosimilitud del relato, sino que también invita a una relectura de Lolita y, en general, del conjunto de la obra de Nabokov. A partir de ahí, el libro despliega una reflexión sobre el placer y el deseo en la literatura, cuestionando los discursos tradicionales y proponiendo nuevas formas de acercarse a ellos.

Sin embargo, quizá el rasgo más sugerente de la obra sea el gran trampantojo que articula el libro entre ficción y realidad. Luna Miguel construye un territorio ambiguo en el que conviven situaciones reales e inventadas, difuminando constantemente las fronteras entre ambos planos. El propio nombre de Lectrice funciona como pista de este juego, al igual que las citas de autores y autoras inexistentes o las referencias bibliográficas imaginarias, todos ellos elementos que conforman un dispositivo literario lúdico.

Escribe Luis Tormo

Incensurable
Luna Miguel
Editorial Lumen
Colección Narrativa
232 páginas
Fecha publicación: 2 de octubre de 2025

Luna MIguel. Fotografía: © Monika Sed / Penguin Comunicación

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