Y tu mamá también de Alfonso Cuarón

Viaje por el México profundo

Alfonso Cuarón (Ciudad de México, 1961) debutó en el cine con Sólo con tu pareja (1991), una comedia romántica que cosechó un notable éxito comercial en México. Este temprano reconocimiento no pasó desapercibido para Hollywood, que pronto abriría sus puertas al director mexicano. En 1993, tuvo la oportunidad de dirigir un episodio de la serie Ángeles caídos, producida por Sydney Pollack. Esta experiencia marcó el inicio de su incursión en el cine estadounidense, donde asumiría la dirección de dos adaptaciones literarias: La princesita (1995) y Grandes esperanzas (1998).

Cuarón guarda un especial afecto por La princesita, quizás por tratarse de su primer trabajo en la meca del cine. En contraste, su percepción sobre Grandes esperanzas es más crítica por la dificultad para conectar con el universo de Dickens, admitiendo que, en ese proyecto, se debatía entre su impulso artístico y las exigencias económicas de una industria impersonal. La película fue, además, un fracaso de taquilla, lo que llevó a Cuarón a replantearse su carrera.

Ese reflexión tuvo como consecuencia la vuelta a México para la realización de un proyecto que marcaría un antes y un después en su filmografía: Y tu mamá también (2001). Con esta cinta, escrita junto a su hermano Carlos Cuarón, el director regresó a un cine más íntimo y comprometido, un cine donde abordaba con agudeza los anhelos, las contradicciones y los descubrimientos de la juventud en un país en transformación. La película no sólo tuvo un impacto categórico en el panorama nacional, revitalizando el cine mexicano, sino que también fue aclamada en el extranjero, obteniendo múltiples galardones y reconocimientos.

El prestigio internacional culminó con una nominación al Oscar al Mejor Guion Original para los hermanos Cuarón. Aunque la estatuilla fue finalmente para Pedro Almodóvar por Hable con ella, Alfonso Cuarón consolidó su prestigio internacional como una de las voces más lúcidas y audaces del cine mexicano.

Maribel Verdú, Gael García Bernal y Diego Luna en Y tu mamá también

Con unas primeras secuencias que avanzan a un ritmo vertiginoso —casi como si el tiempo se precipitara—, la película se lanza de lleno a presentar a sus protagonistas, dibujando con trazo enérgico los contornos de sus personalidades, sus deseos y conflictos latentes. Esta introducción fulgurante da paso a una estructura que bebe del género de la road movie, donde el viaje no es sólo físico, sino también emocional. A lo largo del camino, la narrativa se fragmenta en episodios que, si bien podrían parecer compartimentos estancos por su autonomía formal —muchos de ellos estructurados con precisión a través de la estructura de tres actos—, se revelan parte de un todo orgánico. Cada escena aporta una nueva capa, un nuevo matiz a la historia, hasta tejer una trama coherente en la que el verdadero eje es la transformación progresiva de la relación entre dos amigos: un vínculo que se redefine y se reescribe con cada parada.

El relato halla su cohesión en la figura de un narrador omnipresente, una voz que, como un dios invisible, todo lo sabe. A través de su voz, se desnudan no solo las intimidades más recónditas de los personajes, sino también las fisuras de una sociedad en la que se visibilizan las desigualdades. Esta voz narrativa –que pertenece al actor Daniel Giménez Cacho– no juzga pero tampoco se detiene: atraviesa la historia arrastrando las imágenes. Así, lo que en un principio se presenta como un simple retrato localista basado en la relación entre dos amigos que encarnan la fractura social del México contemporáneo –uno perteneciente a la elite de la sociedad, el otro procedente de una familia más modesta– se va transformando, paulatinamente, en una reflexión más universal.

La película, como toda buena road movie, convierte el desplazamiento físico en una metáfora del alma: el viaje del trío protagonista no solo los traslada a través del paisaje, sino que los enfrenta con sus deseos, sus miedos y sus contradicciones más profundas. En la segunda mitad de la narración, el camino deja de ser una línea geográfica para adquirir un tono más metafórico, en el que cada uno de los personajes se descubre distinto al que creía ser. El relato, entonces, deja atrás el costumbrismo para abrazar una dimensión más existencial, donde el tránsito externo y el viaje interior se funden en una misma experiencia de transformación unida a conceptos como la amistad, los celos, el sexo, el deseo y la muerte.

Maribel Verdú y Gael García Bernal en Y tu mamá también

A partir del viaje hacia esa idílica e inexistente playa, el director mexicano elabora el discurso de una transformación íntima. La irrupción de Luisa –el personaje que interpreta Maribel Verdú– actúa como catalizador en la evolución de los dos amigos. Una mujer experimentada, de mayor edad, que se encargará de derribar, sobre todo a través del sexo, el frágil equilibrio de la amistad de los dos protagonistas masculinos.

En consonancia con el paisaje que vamos descubriendo nos introducimos en el México profundo donde los códigos masculinos se perpetúan de generación en generación como dogmas inmutables. La aplastante sinceridad de Luisa los arrastrará a un terreno desconocido para ellos, haciendo que se tambaleen los tópicos machistas que han forjado toda su educación y dejando al descubierto un mundo de contradicciones: los muchachos que se creían conquistadores infalibles descubren que ignoran el arte de dar placer; los amigos que juraban lealtad absoluta se enfrentan a la traición y al deseo reprimido; y, finalmente, cruzan una línea que jamás imaginaron transitar.

El viaje que emprende Luisa en busca de su propia libertad es también un acto silencioso de generosidad. Consciente de las sombras que se ciernen sobre ella, transforma su herida en experiencia. A cada paso, pone su sabiduría al servicio de los más jóvenes, sembrando en ellos la inquietud de cuestionar las normas heredadas, esas reglas tan firmes como frágiles en las que durante años han sido adoctrinados. La presencia de Luisa no solo desestabiliza sus certezas, sino que abre grietas en su mundo interior. En esa incertidumbre que ella provoca, los jóvenes se descubren más vulnerables pero también más verdaderos.

Es por eso que, cuando el viaje llega a su fin y Luisa ha entregado todo lo que tenía para dar, el regreso a la realidad ya no es un simple retorno, sino un nuevo recorrido. Los dos amigos, transformados por dentro, se enfrentan a una nueva conciencia de sí mismos y del mundo. Su separación, inevitable, se sella en un último encuentro que encierra más distancia que cercanía. Aunque ambos prometen volverse a ver, la voz en off, con la crudeza de quien conoce la verdad, nos revela que no habrá reencuentro. Todo ha cambiado. El tiempo compartido se ha vuelto recuerdo, y hasta el país parece despertar de un largo letargo: la caída del PRI marca no solo un giro político, sino también el fin de una era, tanto colectiva como íntima.

Finalmente, Y tu mamá también se consagra como una obra cinematográfica magistral gracias a dos elementos cruciales. En primer lugar, la brillante interpretación de su elenco, una fuerza motriz que da vida a cada escena. La química entre Gael García Bernal (Julio) y Diego Luna (Tenoch) es palpable, y se complementa con la actuación de Maribel Verdú, que encarna con maestría uno de los roles más desafiantes de su trayectoria.

Los tres protagonistas de Y tu mamá también

Por otro lado, se trata de una película profundamente personal, donde la presencia del director se hace evidente tanto en el uso de la cámara como en la voz en off. Lejos de adoptar un estilo transparente o invisible, la puesta en escena destaca por su carácter intrusivo e intencional: la cámara no solo acompaña a los personajes, sino que se convierte en un protagonista más. Se mueve con ellos, comparte su espacio y, en ocasiones, adquiere un rol central, como en la escena de la masturbación en la piscina, donde se sitúa dentro del agua, sumergiéndose literalmente en la acción. En otras secuencias, los sigue de cerca —en el mar, durante un baile— reforzando esta cercanía física y emocional.

Asimismo, la voz en off representa otra forma en que el autor se manifiesta dentro del relato. Lejos de ser un simple recurso narrativo, irrumpe de forma abrupta, interviene en la historia y adopta una perspectiva omnisciente, revelando lo que los personajes fueron o serán, y ampliando así la dimensión del relato más allá del presente mostrado en pantalla.

Tras la resonancia internacional de Y tu mamá también, Alfonso Cuarón volvió a pisar los estudios de Hollywood para dirigir Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004), tercera entrega de la saga inspirada en el universo de J. K. Rowling, y más tarde Children of Men (2006), una distopía de ciencia ficción marcada por su fuerza visual y su mirada pesimista sobre el futuro. A diferencia de su primera incursión en el cine estadounidense, esta nueva etapa consolidó su nombre definitivamente, coronado por el éxito de Gravity (2013), protagonizada por Sandra Bullock y George Clooney, una odisea espacial que obtuvo siete premios Óscar.

Fue a partir de esa consagración cuando Cuarón regresó a México, esta vez de la mano de Netflix, para dar forma a Roma (2018), un proyecto íntimo y personal. La película, con un estreno limitado en cines, se alzó como emblema de una industria cinematográfica en transformación, sacudida por el avance de las plataformas de streaming. Rodada en blanco y negro, con una protagonista no profesional y una mirada autobiográfica, Roma trazó un retrato de la desigualdad social en el México de los años setenta.

Y sin embargo, Alfonso Cuarón no ha vuelto a filmar una obra tan libre, tan temeraria y tan visceral como Y tu mamá también.

Escribe Luis Tormo

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