Cuando hablamos del documental musical, una línea argumental utilizada en muchas ocasiones es la preparación de un evento musical relevante de una figura de renombre. En el caso de la música española tenemos los ejemplos recientes de los documentales sobre Lola Índigo a Ana Mena a colación de sus conciertos celebrados en el WiZink Center –ahora rebautizado como Movistar Arena–. No era un concierto, pero sí el lanzamiento del primer disco, el contenido sobre el que se centraba el documental sobre Bad Gyal –La Joia: Bad Gyal–, que terminó convirtiéndose en el testimonio de las dificultades y retrasos debido al aplazamiento continuo de la publicación del disco.
Ahora llega Aitana: Metamorfosis, una serie documental de seis episodios dirigida por Chloé Wallace (Cuento perfecto, Mala influencia) donde asistimos al día a día de la vida de Aitana durante los últimos meses, describiendo ese proceso de transformación personal y profesional de una artista que en apenas cinco años se ha convertido en una estrella nacional que busca su consolidación a nivel internacional.
En su origen, el proyecto estaba encaminado a documentar el proceso que culminaría con las actuaciones previstas en el estadio Santiago Bernabéu en diciembre de 2024, un acontecimiento que la emparenta con grandes estrellas de la música que han llenado el aforo del famoso campo de futbol como Taylor Swift o Karol G.

De hecho, ese es el leitmotiv que guía la parte central del documental. Sin embargo, el conflicto administrativo mantenido con los vecinos de la zona del estadio hizo que esos conciertos tuvieran que ser aplazados hasta junio de 2025, un hecho que fue decisivo para que este trabajo derivara en la mostración de la parte más íntima de la cantante, haciendo especial hincapié en los efectos de la presión vinculada a su profesión -conciertos, grabación del nuevo álbum, el precio de la fama, control de su carrera- y de la repercusión que todo ello tiene en su vida personal.
En la campaña promocional de Aitana con motivo del estreno del documental en Netflix, en las diferentes entrevistas y declaraciones, la cantante catalana ha puesto el acento en el problema de la salud mental hablando de la depresión -de la que se está tratando- y de su problema relacionado con la hipocondría.
Como hemos indicado, la serie no es biopic de Aitana. Es cierto que hay imágenes de su niñez, de su adolescencia, de su paso por Operación Triunfo, pero no con una cronología que relate el ascenso desde el anonimato al éxito. La docuserie está dividida en seis capítulos, con una serie de títulos que sintetizan el discurso que se pretende explorar de la faceta profesional y personal: Éxito, Miedo, Identidad, Hogar, Crear y Perfección.
Son grandes bloques muy identificables que agrupan unos contenidos sobre las que el documental se propone arrojar algo de luz: el éxito de la carrera profesional de Aitana, los miedos que la atenazan (se define como hipocondríaca, tiene pánico a volar), la búsqueda de su identidad como persona y como profesional, el hogar donde se refugia en la intimidad (sus padres, sus amigas), la reivindicación de que es una artista y no un producto de la industria y, finalmente, la toma de conciencia de que no es una persona perfecta (aunque es un objetivo que persigue desde siempre).
Bajo esta estructura general, el documental establece una organización de los contenidos basado en dos recursos. En primer lugar, el seguimiento continuado, casi intrusivo, de la vida de la cantante durante esos meses. Las reuniones con su equipo, la gira de festivales, la grabación del nuevo disco, las actividades promocionales, el lanzamiento del single de su colaboración con Yatra o los preparativos para los conciertos del Bernabéu; y también la parte más personal como es su relación con Sebastián Yatra, las visitas a sus padres o los viajes con sus amigas. Nadie mejor que Aitana, que se dio a conocer en Operación Triunfo, un espacio televisivo donde había una exposición durante las 24 horas del día, para sentirse cómoda en este tipo de formato.
Y, en segundo lugar, la filmación en estudio de una serie de respuestas y declaraciones –en base a las preguntas que le formula Chloe Wallace– sobre los diferentes aspectos que se muestran en el documental. Con un escenario minimalista, las imágenes nos muestran una Aitana sincera, íntima, con un discurso en el que se establece un contrapunto calmado a la vorágine de su vida profesional. Un módulo en el que asistimos a su reflexión sobre la dureza de su profesión, la soledad, las aspectos positivos y negativos de la búsqueda del éxito masivo, su tristeza –en realidad, una depresión– y la conciencia de que no puede ser perfecta.
Con este planteamiento, y teniendo en cuenta que no podemos distinguir la parte ficcional de la parte real, es decir, la parte guionizada, elaborada (lo que se filma y lo que queda en el montaje final) y la parte que surge de forma espontánea; el documental muestra algunos aspectos interesantes. Interesantes y también contradictorios con aquello que la propia artista pretende demostrar. El más llamativo es que se reclame por parte de Aitana la necesidad de un mayor anonimato (confirmado por su entorno profesional y personal) y que se acuda a un formato de docuserie en el que se expone su vida de una forma exponencial.
Con todo, Metamorfosis no deja de ser más que otro trabajo dentro de una carrera profesional que abarca múltiples facetas (como un concierto, la creación de un disco, un acto promocional o su carrera como actriz) y en el que, como ocurría con el documental de Bad Gyal, se expone toda la maquinaria de la industria discográfica que está detrás de la expansión de los artistas. Aunque hay cierto planteamiento de buenos y malos, de héroes y villanos, donde vemos a la artista que lucha individualmente para imponerse a las presiones de la industria –los representantes de la discográfica–, no deja de ser interesante asistir a los encuentros y a las tensiones de Aitana con el grupo que la rodea. El estreno del documental ha coincido con el despido por parte de Aitana de su mánager personal, Nuria Andreu, la persona que desde hace un año dirigía su carrera con el objetivo de internacionalizar la figura de Aitana; en el documental se visibiliza cierta tensión entre ambas a propósito de algunas decisiones que habías que tomar (la gira en México, los bailarines del concierto del Bernabéu).
Aceptando el ejercicio de equilibrio entre lo preparado y lo espontáneo, Aitana: Metamorfosis –posiblemente sin quererlo–, muestra la dureza de la consecución del éxito y el nivel de presión y control que se ejerce sobre los artistas, donde todos son participes de ese engranaje y nadie sale bien parado (incluida la propia artista); de hecho, no es gratuito que el primer y último capítulo se titulen Éxito y Perfección y que la protagonista termine afirmando que se encuentra triste –un eufemismo del término depresión–.
Aitana: Metamorfosis, con ese efecto de puzle que se recompone a través de las diferentes piezas para confeccionar un retrato de Aitana como artista y como persona, termina dispersando parte de sus objetivos precisamente por esa pretensión de ir más allá del Bernabéu. Queda, por lo tanto, un documento de un instante temporal, de un momento concreto, de ese periodo en el que la artista asume la dureza que supone estar en la cima y con el reto de ampliar su repercusión a nivel internacional; así como también se muestran las consecuencias del precio que hay que pagar por ello; a lo que hay que sumar la posibilidad de acceder a esa parte más desconocida, tanto profesional y personal; a esa parte que hay detrás del escenario, de las alfombras rojas y de la actividad promocional. Por todo ello, estamos ante un trabajo interesante para profundizar en el conocimiento de la cantante, de la persona.
Escribe Luis Tormo
Título: Aitana: Metamorfosis
País y año: España, 2025
Dirección: Chloé Wallace
Guion: Nerea Crespo
Fotografía: Beatriz Sastre
Reparto: Aitana Ocaña, Cosme Ocaña, Belén Morales, Nuria Andreu,
Producción: Komodo Studio
Distribución: Netflix

