Orígenes e identidad
La pertenencia a un lugar, el concepto de forastero, la pervivencia de las raíces más allá del lugar de residencia, la inmigración o la familia como unidad organizativa que estructura la vida de las personas, son algunos de los temas que podemos encontrar en L’àvia i el foraster (2024), el debut en la pantalla grande de Sergi Miralles.
La película se centra en la historia de Teresa (Neus Agulló), la modista de toda la vida de un pequeño pueblo valenciano, y Samir (Kandarp Mehta), un pakistaní que lleva la frutería del pueblo, aunque en realidad Samir era sastre en su país de origen. Teresa y Samir colaboran en secreto para evitar los comentarios del pueblo, hasta que la muerte de Teresa hace que su nieto Enric (Carles Francino), que vive en Manchester, regrese al pueblo.
Este argumento nos introduce directamente en la inmigración, la idea principal sobre la que pivota la película. Una inmigración que afecta a los tres personajes principales. Teresa tuvo que emigrar a Paris en su juventud, Samir se trasladó de Pakistán a Barcelona y después terminó en un pequeño pueblo buscando un futuro mejor para su hija, y finalmente, Enric, el nieto de Teresa, tuvo que emigrar a Manchester atraído por las mejores condiciones laborables de la ciudad inglesa.
Pero una vez establecida la motivación por la que se produce el hecho de la emigración, L’àvia i el foraster se decanta por situar en primer plano los efectos dolorosos de tener que abandonar tu entorno más cercano. Un dolor motivado ante el temor de perder las raíces que nos unen al lugar donde hemos nacido. La próxima paternidad de Enric –su mujer se ha quedado en Manchester debido al avanzado estado de su embarazo– remueve su conciencia sobre las consecuencias que supondrá criar un hijo en una ciudad, en un país que no es el suyo (“mi hijo será guiri” se lamenta Enric).
Las raíces que unen a la gente con su tradición y con su cultura –y que terminan conformando un modo de vida– es la reivindicación final de un discurso que pone en valor la educación y el traspaso generacional de la herencia común de un pueblo, de un entorno, para ser capaces de mantener la pervivencia de sus orígenes más allá del lugar donde la persona reside; un delicado equilibrio entre el pesimismo motivado por el alejamiento del lugar donde se ha crecido y el optimismo de pensar que al final las raíces están dentro de cada persona.
De ahí que el guion de la película –escrito por María Mínguez, Mila Luengo y Sergi Miralles– explicite la necesidad de mantener esa herencia cultural entre las generaciones. Samir y su hija pueden estar completamente alejados de su lugar de su origen, pero el pensamiento, la gastronomía o la forma de vestir son elementos que nos dicen de dónde venimos. Un dilema que tuvo que pasar Teresa en el pasado y que, ahora, su nieto Enric tendrá que afrontar mientras espera el nacimiento de su futuro hijo que puede crecer en un país que no es el suyo.
El filme alterna el pasado, el momento en que Enric decidió irse a Manchester, con el presente, el regreso de Enric para ocuparse de los asuntos tras la muerte de su abuela. Un juego que permite, por un lado, ir descubriendo la relación muy cercana que Enric tenía con su abuela; y por otro lado, al unir mediante el montaje el pasado y el presente, se agudiza la sensación de dolor por la pérdida del personaje de la abuela, conforme vamos descubriendo cómo era esta mujer y cuál era su relación con su nuera, con su nieto o con Samir.
Imbricado con la inmigración surge la consecuencia inmediata que es la generación de las actitudes xenófobas. Una xenofobia light pero igual de dolorosa por ser una práctica común y que va unida al concepto de forastero. Son esos pequeños detalles que la mayoría reproduce ante el miedo a lo foráneo. Gestos apenas perceptibles pero que traducen una actitud racista ante el extranjero con ese recelo a tratar con alguien que viene de fuera. Una xenofobia que la película combate precisamente a través de la historia de amistad que surge entre dos personas tan diferentes –por edad, por origen, por cultura– como son Teresa y Samir. El punto de unión entre ambos –el oficio de coser– permite mostrar la posibilidad de entendimiento entre personas, en principio, tan desiguales. Un conocimiento mutuo que favorece la comprensión y el acercamiento.
La película, aunque se acerca al melodrama en alguna ocasión, discurre por el terreno de un costumbrismo que se inclina finalmente por la comedia. Sin llegar a la acidez del humor negro de Berlanga, Sergi Miralles explota la vena local, al igual que ya se hacía en la serie La forastera –donde parte del equipo de L’àvia i el foraster ya estaba presente–, a través del juego con los personajes secundarios que permite ampliar la paleta de situaciones temáticas.
Junto al trío protagonista, el abanico de personajes del pueblo apuntalan el discurso central con una serie de subtemas como la subsistencia de los pequeños negocios, la pérdida de memoria, las costumbres y fiestas populares y, en general, el ambiente de vida de pueblo, aprovechando un adecuado casting de actores y actrices que completan el reparto (María Maroto, Jordi Ballester, Isabel Rocatti, etc.).
Siempre dentro de un tono amable, en un relato donde prima más la melancolía que la ira, la película se desenvuelve mejor cuando apuntala su discurso con los pequeños detalles, con las miradas, con el reflejo en los rostros del plano-contraplano o con el empleo de objetos que despiertan los recuerdos; que cuando remarca con el texto lo que es obvio y que se alarga en exceso en la coda final de la película.
De ahí que destacamos esos momentos en que Teresa aprieta su bolso al cuerpo antes de entrar la primera vez en la tienda de Samir –un gesto que muestra esa xenofobia apenas perceptible–, cuando Teresa prueba la cena que le ha preparado Samir, las miradas y los silencios de Carles Francino y Neus Agulló ante alguna situación o el juego con los objetos –la máquina de coser, el dedal– que sirven para encadenar los tiempos en los que transcurre la película.
L’avià i el foraster es una película sencilla, que emociona con un discurso que parte de lo local para terminar en lo universal, que nos afecta a todos, y que sabe sacar partido de un acertado reparto, del juego idiomático y de unas localizaciones –el pueblo, las callejuelas, la plaza– para elaborar una historia creíble, que entronca pasado y presente para hablar de la importancia de las raíces, de no perder la identidad y de aceptar a todas las personas renunciando a cualquier tentación xenófoba.
Escribe Luis Tormo
Título: L’àvia i el foraster
País y año: España, 2024
Duración: 116 minutos
Dirección: Sergi Miralles
Guion: Mila Luengo, Sergi Miralles, María Mínguez
Fotografía: Víctor Entrecanales
Música: Jorge Tórtel y Jordi Sapena
Reparto: Carles Francino, Neus Agulló, Kandarp Mehta, Empar Ferrer, Isabel Rocatti, Jordi Ballester, María Maroto
Productora: Aire de Cinema, Alhena Production
Distribuidora: Carácter Films

