Terror con sabor clásico
Teniendo en cuenta el estándar habitual del cine de terror actual, Oddity, el reciente trabajo de Damian McCarthy aparece como una rareza –esa es la traducción literal de su título– pues la película del director irlandés remite al modelo de género clásico de terror, recuerda a esas películas de las últimas décadas del siglo pasado. Unas obras que explotaban el género al que pertenecían con el propósito de contar una historia ateniéndose a los códigos establecidos y reconocibles sin tener una pretensión más allá de generar una inquietud en el espectador a través del terror.
Oddity narra la historia de Darcy, una psíquica y coleccionista de curiosidades que, un año después del asesinato de su hermana gemela, visita a su cuñado y su nueva pareja en la remota finca donde tuvo lugar el crimen. Convencida de que la muerte de su hermana oculta un oscuro secreto, Darcy llega acompañada de un siniestro muñeco de madera a tamaño real.
Al igual que ocurría en Caveat (2020), el filme con el que McCarthy debutó en el cine, la película se desarrolla básicamente en una única localización, una gran casona campestre, a la que se añade las escenas del hospital psiquiátrico y la tienda de antigüedades de Darcy. Esa casa, a medio reformar, es el microcosmos claustrofóbico en el que van a interactuar unos pocos personajes.
El aislamiento funciona como un amplificador de las situaciones dramáticas y permite la presencia de lo sobrenatural. En este sentido, la película es deudora de El resplandor, película a la que homenajea en diferentes ocasiones a través de la carretera sinuosa del inicio, las fotos de las gemelas cuando son niñas o el plano cenital de la casa campestre, idéntico al plano del laberinto de la película de Kubrick, y que al igual que allí, aquí significa que esa casa se va a convertir en el escenario del juego sobrenatural con presencia de los recuerdos, los fantasmas y las apariciones misteriosas.
Con estos ingredientes, escenario casi único y unos pocos personajes, Damian McCarthy –que también escribe el guion– combina una serie de referencias temáticas como son un relato clásico de intriga a lo Agatha Christie, centrado en la resolución del asesinato de la hermana de Darcy, un whodunit en toda regla (aunque la conclusión se ve venir de lejos), un argumento que tiene mucho de teatral; la presencia sobrenatural asociada a una casa aislada con escasa cobertura, sin contar con un vehículo con el que poder huir y la ceguera de Darcy que añade una limitación); el problema de la salud mental, mostrado a través de los personajes del hospital psiquiátrico o de la propia Darcy, un discurso que sigue la temática ya expuesta en Cavenat; el concepto de la dualidad (las hermanas gemelas, su conexión); o la propia reflexión sobre la existencia de un mundo paralelo sobrenatural que convive con la realidad y que hace creíble el propio argumento de la película.
A pesar de esta amalgama de elementos y situaciones, la película sale adelante porque consigue unificar esa diversidad bajo una imagen formal basada en la recreación de una atmósfera que remite a cierto clasicismo. La película rehúye de los mecanismos habituales del género, centrados en la violencia explícita, y opta por centrarse en la construcción de una corpus visual atractivo –siguiendo el estilo de las producciones de la Hammer– que le da un aire atemporal precisamente por la reminiscencia de ese toque gótico (exteriores brumosos, casa campestre con protagonismo de la piedra y la madera, el juego con los colores cálidos, etc.).
La elaboración de la tensión se consigue a través del montaje, unas veces con la planificación, por ejemplo, alternando los planos rodados con un gran angular (que aportan una gran profundidad de campo) combinándolos con primeros planos, de tal forma que se obtiene un efecto amenazador. Otras veces, con un montaje que recurre a la elipsis, precisamente para jugar con el ritmo como lo vemos en la escena inicial donde la hermana de Darcy duda sobre lo que le está contando el hombre de un solo ojo fuera de la casa, en la parte inicial de la película, que se resuelve con una elipsis; aplazando la resolución que no se verá hasta más tarde, con la introducción de una serie de flashbacks que tienen un carácter informativo. En el fondo, la apuesta de McCarthy es mediante, esa elipsis, sugerir más que mostrar de forma explícita la violencia.
El sabor clásico destaca a través de pequeños detalles que anticipan lo que va a pasar después y que ayudan a plantear la narración de una forma sencilla pero eficaz, un recurso cada vez es más difícil de encontrar en el cine actual. A lo largo de la película, cuando el marido de Darcy está en el hospital, aparece un plano de espaldas de un enfermo que adivinamos lleva una máscara que cubre su rostro –un homenaje al personaje de Hannibal Lecter–, es un plano que se repite varias veces; finalmente, veremos que tiene su importancia en una escena que genera terror precisamente porque antes ya se nos ha mostrado ese personaje de una manera inquietante. Este esquema se repite a lo largo de toda la película a través del juego con diferentes elementos como es la puerta situada en el suelo que comunica con la habitación inferior, la tienda de campaña o el timbre de recepción de hotel, objetos que cobran importancia después.
El director irlandés juega con todos los recursos del género para provocar los momentos de susto (insertos, uso de los efectos de sonido, la presencia de objetos que provocan miedo como el muñeco de madera), que, si bien son inherentes a esta clase de filmes, no resultan cansinos al ser utilizados con cuentagotas y formar parte de un guion muy medido que, en general, acota y cierra todas las situaciones, salvo algún fleco que queda al descubierto, sobre todo en lo referente al tratamiento del personaje de la nueva pareja del doctor.
La película hay que entenderla como un divertimiento, como un trabajo que explota las características del género para tocar todos los resortes necesarios para crear una atmósfera terrorífica, que aunque la hayamos visto en múltiples ocasiones, no deja de conseguir el efecto de generar tensión. Oddity incluso sortea el defecto habitual de esta clase de filmes, que suele ser un cierre improvisado, para concluir con solvencia acudiendo precisamente a ese divertimento, a ese juego sarcástico, recuperando el timbre del hotel para plantear la disyuntiva sobre la creencia en el mundo científico o la existencia de lo sobrenatural.
No descubre el mundo, no plantea grandes temas, pero Damian McCarthy va construyendo una filmografía basada en el género del terror psicológico con una serie de elementos temáticos comunes y con un cine basado más en la sugestión que en lo visualmente explícito.
Escribe Luis Tormo
Título: Oddity
País y año: España, 2024
Duración: 98 minutos
Dirección: Damian McCarthy
Guion: Damian McCarthy
Fotografía: Colm Hogan
Música: Richard G. Mitchell
Reparto: Gwilym Lee, Carolyn Bracken, Tadhg Murphy, Caroline Menton
Productora: Keeper Pictures, Nowhere, Shudder
Distribuidora: Yoda Films, Versión Digital
Artículo publicado originalmente en Encadenados

