Crítica de Marco

La construcción de un relato

Vivimos en un tiempo donde el relato de la mentira fructifica debido a la facilidad que permite la sobreexposición informativa en los medios de comunicación y las redes sociales –lo que se define con el neologismo infoxicación–. El ejemplo de la reciente elección de Trump o la horda de creadores de opinión que imponen su discurso ultra al margen de la verdad en el terreno de la política, la economía, la cultura o la sociedad en general, es buena muestra de este hecho.

Sin embargo, si bien es cierto que la tecnología permite ahora de una forma instantánea este entorno fake, la mentira es una característica innata del ser humano. Marco examina la construcción de una vida basada en la mentira; en esta película su protagonista esgrime una pregunta a modo de defensa: “¿Pero hay alguien que no haya mentido en su vida?”. El problema de Enric Marco (Eduard Fernández) es que no lanza una mentira sino que su vida se sustenta en la construcción de un relato falso y ese es el camino por el que discurre Marco: cómo se construye una biografía basada en una ficción.

Aitor Arregi y Jon Garaño (Loreak, Handia, La trinchera infinita, Cristóbal Balenciaga) vieron el potencial de la historia ya en 2006. La idea inicial era realizar un documental del que llegaron a grabar material con  Enric Marco unos años después; posteriormente, mientras iban abordando el resto de sus películas, el proyecto de realizar un documental se vino abajo pues Marco ya estaba colaborando con otro documental. En 2014 se publicó El impostor, la novela de Javier Cercas, basada en la vida de Marco en ese estilo tan característico de no ficción que caracteriza a su autor. 

Eduard Fernández en una imagen de Marco. Foto: David Herranz/BTEAM Pictures

Conscientes de que la historia de Enric Marco, para la persona que visiona la película, carece del suspense basado en el hecho de si será verdad o no los hechos acontecidos porque la historia es suficientemente conocida y funciona como spoiler inicial aceptado, y teniendo en cuenta la existencia de los precedentes realizados desde el documental y la literatura ya comentados; obligaba a abordar el proyecto buscando un enfoque que fuera más allá del mero biopic.

Finalmente Arregi y Garaño, escriben –junto a Jorge Gil Munarriz y Jose Mari Goenaga– y dirigen Marco ya desde esa ambigua frontera entre la realidad y la ficción reflexionando sobre la propia creación del relato de una vida irreal, una creación que los directores vascos equiparan a la propia construcción del relato cinematográfico.

De esta forma es fundamental analizar el principio y el final de la película. En el inicio vemos como la escena que muestra un paisaje invernal, envuelto en la neblina, del antiguo campo de concentración de Flossenburg, se incluye un plano con la típica claqueta que se utiliza durante el rodaje; al finalizar la película, cuando van apareciendo diferentes cartelas con la información sobre Enric Marco, una de ellas explica que en 2024 se realizó una película sobre él (la que acabamos de ver). Un planteamiento que deja bien claro que la intención de la película es construir un discurso sobre un personaje real pero donde la elaboración del relato se ancla al terreno de la ficción combinando realidad y ficción en un difícil equilibrio. Vamos a asistir a una representación que se deja claro desde el principio.

Este enfoque, consigue que Marco vaya más allá de lo ya realizado sobre la figura de Enric Marco como se explicita en la escena en que se combinan las imágenes reales de televisión de un acto de la presentación del libro de Javier Cercas montado con los planos filmados para la película con Eduard Fernández replicando las palabras de Javier Cercas. Las imágenes reales –accesibles realizando una búsqueda en Internet– incluyen la voz de Marco pero no su imagen física; en la escena de la película, al rodar los contraplanos de Eduard Fernández se establece un diálogo entre lo real y lo ficticio, creando una escena que abandona el testimonio de algo que sucedió realmente para pasar a formar parte del relato cinematográfico.

Dejando patente que la película es una escenificación, es más fácil entender que la biografía de Enric Marco es una representación asentada en el engaño puesta en pie en el teatro de la vida. Marco no es una persona, es un personaje. La recreación de este embuste, basado en el montaje a partir del hecho real de que Marco estuvo en la Alemania nazi, incluso encarcelado, pero nunca en un campo de concentración, es el que da sentido a la vida del protagonista. Va más allá del narcisismo –aunque es evidente la búsqueda del protagonismo público que perseguía Marco–  porque, paradójicamente, ese engaño sirvió de forma paralela a dar lustre a la asociación que representaba a los deportados españoles en la Alemania nazi. Un engaño que se extiende no solo a su supuesto internamiento en un campo de concentración sino que esconde toda su vida anterior con otra mujer.

Chani Martínez y Eduard Fernández en una imagen de Marco. Foto: David Herranz/BTEAM Pictures

La excelente interpretación de Eduard Fernández es brillante precisamente porque va más allá de la imagen real que se encuentra más que documentada –y que el actor catalán mimetiza– para componer un personaje, con sus aristas, con su complejidad, con sus contradicciones e, incluso, con sus virtudes. Un personaje que se mira continuamente al espejo, se retoca el pelo, el bigote, hasta convencerse que la imagen que se refleja en el espejo es la real. De hecho, Enric Marco era muy convincente explicando la experiencia en los campos de concentración a pesar de no haber estado en ellos precisamente porque actuaba como alguien que se metía en la piel del personaje (como un actor).

El puzle en que Enric Marco convirtió su vida se visualiza en la película con una estructura lineal fragmentada por una serie de flashbacks que interrumpen el relato, evitando que este sea rectilíneo; un aspecto al que hay que sumar los diferentes formatos de la imagen. Además, la película es una mezcolanza de géneros que va desde la recreación histórica, al drama psicológico, pasando por la crónica picaresca tan anclada en la tradición española. Esta diversidad de géneros permite introducir diferentes subtemas que completan el discurso como es la reflexión sobre la complicidad que se necesita para llevar adelante el engaño –ese sobrio personaje de la segunda mujer interpretado por Nathalie Poza o la facilidad para creerse una verdad, sin apenas comprobarla, de los miembros de la asociación–, la necesidad de recuperar la memoria histórica, las víctimas colaterales que deja la organización de una vida falsa o el valor del estudio científico –el personaje del historiador– como garante de la verdad.

Marco, que profundiza en el rescate histórico de personajes que ya hemos visto en la filmografía de Arregi, Garaño y Goenaga, es más interesante cuanto más se aleja del biopic para plantear una reflexión sobre la creación, sobre la construcción del relato, sobre el ecosistema que facilita la asunción de la mentira por parte de la sociedad y sobre la difusa línea que separa la realidad y la ficción.

Escribe Luis Tormo

Título: Marco
País y año: España, 2024
Duración: 98 minutos
Dirección: Aitor Arregi, Jon Garaño
Guion: Aitor Arregi, Jon Garaño, José Mari Goenaga, Jorge Gil Munarriz
Fotografía: Javier Agirre Erauso
Música: Aránzazu Calleja
Reparto: Eduard Fernández, Nathalie Poza, Chani Martín, Sonia Almarcha, Daniela Brown
Productora: Irusoin, Moriarti Produkzioak, Atresmedia Cine, BTeam Pictures, ETB, La verdad inventada, Movistar Plus+
Distribuidora: BTEAM Oictures

Artículo publicado originalmente en Encadenados

Deja un comentario