Tabú y dogma
Hay películas que se justifican por sus imágenes finales. El baño del diablo es una de ellas. La triunfadora en la última edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges es un trabajo que se cuece a fuego lento para ir desplegando su tesis hasta concluir con los títulos de crédito finales. Severin Fiala y Veronika Franz elaboran un filme de terror exento de los mecanismos del género, difuminando el relato bajo la apariencia de un drama histórico ambientado en una aldea austriaca en el siglo XVIII.
Agnes (Anja Plaschg)es una mujer de fuertes convicciones religiosas que se casa con su amado Wolf (David Scheid). Junto a él espera vivir un matrimonio dentro de las reglas establecidas, asumiendo su rol de esposa destinada a cuidar del hogar, atender a su marido y formar una familia, siguiendo la tradición de la iglesia católica.
En la escena inicial, una mujer camina por el bosque con un bebe hasta llegar a una cascada de un rio. Allí arroja al niño, que se precipita al vacío, y después acude al pueblo donde se declara culpable de asesinato. Tras este prólogo el filme se convierte en un detallado ejercicio descriptivo de la estructura organizativa de una sociedad basada en el dogma religioso. En el entorno de una pequeña aldea, enmarcado en un microcosmos pragmático, asistimos al devenir diario de una vida que se planifica en torno a la rutina doméstica, las oraciones o la supervivencia económica basada en la pesca fluvial.
Sin embargo, para Agnes, su nueva vida de casada no responde a las expectativas inicialmente planteadas, comenzando por un nuevo hogar situado en el bosque y alejado de la aldea. Todo ello provoca que Agnes interiorice que aquella para lo está predestinada arreglo a su creencia religiosa (cuidar de su marido, preparar la comida o engendrar hijos en el entorno del matrimonio) no se cumple, su salud mental comienza a deteriorarse surgiendo unos inquietantes pensamientos. A partir de ahí, su pequeño mundo se convierte en un entorno asfixiante. El denso bosque que rodea la casa, los gruesos muros de piedra o la amenazante presencia de la niebla que cubre las tierras como un manto, son entornos claustrofóbicos que se convierten en barreras infranqueables que equiparan el encierro físico al deterioro mental que la atenaza.
La presencia de la madre de Wolf, que ejerce una intromisión que se va acentuando en el tiempo –una madre hitchconiana por su efecto castrador–, incrementa la sensación de fracaso que tiene Agnes respecto a su papel como esposa. La omnipresente figura de su suegra que fiscaliza las tareas domésticas, controla los horarios, la elaboración de la comida o ejerce una sutil pero determinante influencia sobre Wolf, que termina desplazando a Agnes de su rol asignado, aumentando su sufrimiento.
La película es extremadamente cuidadosa en la reconstrucción de todo el entramado social, haciendo hincapié en la obligatoriedad de no apartarse del dogma religioso como vemos en la significativa escena del suicidio de un hombre que cobra especial relevancia en la parte final y la diatriba que lanza el sacerdote sobre que solo Dios puede dispone de la vida de las personas. Es necesario comprender toda la arquitectura de la sociedad en la que vive inmersa Agnes para que seamos capaces de asimilar en el pozo oscuro en el que se va sumergiendo debido a la insatisfacción en la que está derivando su vida, una insatisfacción acrecentada por la exacerbada religiosidad de Agnes.
Y esa es la situación de Agnes, prácticamente paralizada en la cama, sin ánimo, sin saber qué hacer, sometida a los remedios de la época, entre la ciencia y el oscurantismo, como es el masaje en los baños o la intervención en el cuello. De esta forma, El baño del diablo es el título de la película, pero también una expresión utilizada en el siglo XVIII asociada a aquellas personas que sufrían de extrema melancolía, un eufemismo para hablar de la depresión, y que termina convirtiéndose en el eje central de este relato que poco a poco vira hacia el género de terror pues la única vía de escape posible para Agnes la emparenta directamente con la mujer que aparecía en el prólogo.
El tono documentalista, de inmersión en el microcosmos que rodea a Agnes, sirve finalmente para provocar el miedo y la angustia. El revestimiento de drama psicológico termina dejando paso al horror. La depresión, la soledad y la incomprensión de todos aquellos que la rodean, convierte a Agnes –una mujer piadosa, sensible y extremadamente religiosa– en una herramienta capaz de generar dolor.
Las escenas violentas quedan fuera de campo, pero la película golpea de forma contundente sin necesidad de explicitar o recurrir a los elementos intrínsecos del género. El terror se genera porque terminamos entendiendo la razón que lleva a Agnes a actuar de la forma en la que actúa; la solución final, terrible, sin esperanza, tiene como objetivo ser condenada por el tribunal humano pero absuelta por el tribunal divino con una terrible paradoja que convierte el asesinato en un instrumento para alcanzar la paz.
La confesión de Agnes como elemento liberador, en una de las escenas más devastadoras de la película, expone claramente hasta dónde hay que llegar para compatibilizar el dogma religioso con la necesidad de escapar del sufrimiento personal. Una solución final que forma parte del ritual religioso en el que la comisión del pecado y su confesión, implican la absolución ante Dios. La escena final, donde la aplicación de la justiciase transforma en un ritual festivo donde se mezclan los elementos religiosos y paganos, convirtiendo la película en un relato circular donde estas dos mujeres no son más que la punta del iceberg.
El baño del diablo es un doloroso retrato de la depresión, de la soledad de una mujer, de la misoginia de una sociedad ligada a una férrea estructura religiosa. Un drama histórico, una tragedia, que no necesita de aquellos elementos innatos al terror para generar angustia y sufrimiento porque la insatisfacción que arrastra Agnes genera un sentimiento de culpabilidad que se convierte en una terrorífica losa que la aplasta.
La lectura que realizan Severin Fiala y Veronika Franz sobre el tabú de la depresión y el suicidio resulta aterradora también porque, más allá del contexto histórico situado en el siglo XVIII, sabemos que ese tabú –de otra forma– todavía está vigente en nuestra sociedad actual en forma de desgarro emocional y psicológico.
Escribe Luis Tormo
Título: El baño del diablo
Título original: Des Teufels Bad
País y año: Austria, 2024
Duración: 120 minutos
Dirección: Severin Fiala, Veronika Franz
Guion: Severin Fiala, Veronika Franz
Fotografía: Martin Gschlacht
Música: Anja Plaschg
Reparto: Anja Plaschg, David Scheid, Maria Hofstätter
Productora: Ulrich Seidl Film Produktion GmbH, ARTE, Bayerischer Rundfunk (BR), Heimfilm Gmbh, Österreichischer Rundfunk (ORF)
Distribuidora: Caramel Films


El baño del diablo suena como una experiencia cinematográfica intensa y profundamente inquietante. Más que un simple relato de terror, parece ser un viaje al abismo de la mente humana y al peso asfixiante de una sociedad rígida. La manera en que entrelaza el drama psicológico con el horror sutil me deja con la sensación de que es una obra que impacta, que te sigue acompañando incluso después de los créditos.
Un abrazo 🌷