Escrito bajo el sol (The wings of eagles) de John Ford

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Tras la finalización de Centauros del desierto (The Searchers, 1956), John Ford aborda la realización del biopic sobre Frank ‘Spig’ Wead, un aviador de la Marina de los Estados Unidos y amigo personal de Ford. De hecho, el director de origen irlandés no quería implicarse en el proyecto por la cercanía hacia su persona; sin embargo, precisamente también por esa amistad, Ford decidió seguir adelante para que no fuera otra persona la que dirigiese la película.

Frank ‘Spig’ Wead obtuvo reconocimiento como piloto de la Marina por sus victorias en carreras y competiciones para establecer récords aéreos en el periodo de entreguerras. Tras un accidente casero que le dejó paralítico comenzó a ganarse la vida como novelista y escritor de guiones para Hollywood; en esta etapa fue cuando conoció a John Ford mientras escribía el guion para la película They were expendable. Cuando tras el ataque a Pearl Harbor, los Estados Unidos entraron en guerra, ‘Spig’ volvió al ejército en calidad de asesor ganando cierto prestigio por planificar el apoyo de naves auxiliares para los portaviones que participaban en la guerra del Pacífico.

La obra de John Ford, como la de cualquier artista, es hija de su tiempo. Y el siglo XX y la historia de los Estados Unidos están íntimamente ligados a los conflictos bélicos. John Ford fue uno de los primeros cineastas en alistarse al ejército durante la II Guerra Mundial incorporándose a la Field PhotoUnit, una unidad cuyo papel era testimoniar el conflicto bélico en imágenes para uso propagandístico. Su realización sobre la batalla de Midway (1942), junto a su valor documental, nos deja un moderno trabajo que tuvo una gran repercusión porque el público norteamericano pudo ver en imágenes un episodio clave para el devenir de la guerra en el Pacífico. Ford filmó la realidad bélica, sin olvidar el punto de vista propagandístico, pero resaltando el aspecto experiencial de quien estuvo rodeado de disparos y bombas. 

De ahí que si hay una institución que adquiere un valor determinante en la obra de John Ford podríamos señalar, sin duda, que es el Ejército. Está presente en los westerns –el bloque por el que el director es mundialmente reconocido– pero también aparece en muchas otras películas de su larga trayectoria. El ejercito como forma de vida, el ejército como organización que establece sus propias reglas, el ejercito como generador de una épica que se aproxima al mito, y finalmente, el ejercito como familia –otro gran tema de la filmografía fordiana–.

Y son precisamente el ejército y la familia los dos componentes que sostienen Escrito bajo el sol (The wings of eagles). Para degustar esta película desde el presente es necesario desprenderse del impacto que produce el paso del tiempo en este tipo de filmes. Si dejamos atrás el rancio recubrimiento externo –el biopic del héroe, la loa a la Marina de los Estados Unidos o el paternalismo de los personajes– descubriremos un puñado de temas comunes de Ford y un regusto amargo que brota de un relato salpimentado de toques humorísticos.

Escrito bajo el sol comienza apelando al espíritu de aventuras que define la vida de Frank. Su periodo de aprendizaje como aviador naval se plasma en la secuencia inicial donde se perfilan los rasgos del héroe: coraje, atrevimiento y valor, incluyendo el desafío a las normas del ejército para conseguir su objetivo. Desplegando una comicidad, que en algunos casos remite al modelo del cine mudo como el aterrizaje en la piscina o la escena de la pelea entre los soldados –en la mejor tradición del slapstick–, Ford ­establece desde el primer momento el planteamiento del filme: Frank está llamado a convertirse en un líder que tendrá que convivir con dos familias: la personal, con Min (Maureen O’Hara), la mujer de la que está enamorado; y la profesional, compuesta por los compañeros del ejército que le acompañarán a lo largo de toda su vida.

A pesar de los hitos dramáticos que vienen señalados por la muerte del hijo pequeño o el accidente que deja paralítico a Frank, el tono sombrío se va adueñando de un relato que inicialmente parecía un biopic cómico y finalmente deja paso al drama de un matrimonio fracasado. Ford no se detiene en los éxitos de Frank como aviador; de hecho, su reputación como militar queda documentada a través del dialogo, fotografías de periódicos o los noticiarios del cine que recogen su carrera ascendente en el ejercito. Testimonios de victorias y premios que contrastan con una vida matrimonial de la que Frank permanece ausente debido a su trabajo.

Si el alcohol está presente en las películas de John Ford a través de personajes masculinos en los que su caracterización de borrachos suele atribuirles un rasgo de humanidad; en Escrito bajo el sol es Mim, la esposa abandonada la que recurre al alcohol para ocultar la soledad de una mujer que debe ocuparse de criar a sus dos hijas mientras Frank aparece de forma intermitentemente por el hogar familiar.

El guion marca la cesura con el accidente casero que deja paralítico a Frank y que supondrá la separación del matrimonio, pero justo antes de ese accidente tenemos una hermosa escena digna de su autor. Frank llega por la noche a su casa tras un periodo largo, no lo sabemos con exactitud, pero las niñas no reconocen a su padre. Mim no está en casa y el salón muestra el desorden del hogar familiar; las facturas junto a un vaso de whisky vacío confirman la situación y Frank arroja el ramo de flores que traía para su mujer a la papelera. No es necesaria ninguna explicación pues Ford ha resumido la situación del matrimonio y la familia con esta estampa de un hogar roto.

El accidente y el duro periodo de convalecencia marcan la separación real del matrimonio, aunque únicamente es la última constatación de la dificultad de compaginar la vida personal –como marido y padre– y la pertenencia de Frank como miembro del Ejército. Ford concede un mayor peso a la institución militar y desde el primer momento constatamos que la verdadera familia para Frank es la Marina. Los vínculos de amistad con sus compañeros, las obligaciones establecidas por el ejército, tanto en tiempos de paz como en la guerra, así como las muestras de afecto y cariño, quedan asociadas a la vida castrense.

Incluso el periodo en el que Frank se desenvuelve como escritor y guionista está vinculado a su pasado como militar. Hollywood aparece como otra gran familia que cubre sus necesidades. Es la constatación una vez más del éxito externo –los oropeles asociados a su triunfo como escritor– frente a su fracaso como hombre. El tono de comedia, que no se abandona en ningún momento, permite sobrevolar las situaciones estrictamente dramáticas –la muerte del hijo, la parálisis–  de tal forma que Ford termina relatando la historia del fracaso de un matrimonio por encima del pastiche biográfico.

Como es habitual en la puesta en escena de Ford no hay una exageración o un acento remarcado para retratar la tensión existente entre Frank y Mim, pero conforme avanza el metraje la sensación que vamos teniendo de Frank es el retrato de un perdedor, un hombre incapaz de conciliar la vida familiar y profesional. Esto hace que no estemos antes la exaltación del héroe porque la conclusión es que nos encontramos con un ser incapaz de gestionar su vida, un tanto mediocre, y que suple sus carencias familiares con la dedicación al ejército.

Un fracaso que se vislumbra en la escena más significativa de la película cuando Frank, tras años de separación –sus hijas son mayores y están ya en la universidad– vuela a San Francisco para reconciliarse con Mim y recuperar a su familia.  Ford insiste en resaltar que el triunfo social y económico de Frank –su valioso abrigo de cachemira que Mim recoge con cuidado– no tiene valor ante la pérdida de su familia. Todo el amor que en el fondo todavía subsiste en Mim queda plasmado cuando ella acaricia, situándose detrás de él, el cabello de Frank mientras le da un beso.

Ford no necesita nada más para dejar patente esa sensación de fracaso, reconocible ahora tras el paso de los años. Pero el conflicto interno continúa, ya que cuando se produce el intento de reconciliación, éste coincide con el ataque de Pearl Harbor. Una situación que obliga a Frank a solicitar el reingreso en el ejército como asesor, lo que significará el fin de la posible reconciliación. Ford vuelve a solventarlo de una forma sencilla y eficaz a través de una llamada de teléfono; una llamada que termina desde el punto de vista de Mim, otra vez con los ojos llorosos. Pero fiel a ese juego entre comedia y drama que preside el tono de la película, la escena acaba con Mim conectando el tocadiscos, pero en lugar de sonar la música el tocadiscos arroja los discos que tiene en su interior, matizando parte del dramatismo que significa la decisión de Frank.

Escrito bajo el sol finaliza con la jubilación de Frank del ejército. Antes de la despedida solemne de sus compañeros en el barco, Frank encuentra una viaja fotografía de Mim y Ford introduce un flashback en los que se rememora los momentos felices del matrimonio (el beso con su mujer, el paseo con sus hijas). Imágenes de un pasado feliz que ya no existe, una felicidad que Frank no fue capaz de mantener en su vida; de ahí que su rostro refleje la nostalgia pero también el peso del fracaso. Un último recordatorio de la dicotomía familiar que termina dejando a Frank como un hombre solitario, frágil, en esa montura sujetada por el cable con la que abandona el barco. La banda sonora reproduce la música militar patriótica pero el filme termina con un sabor agridulce.

John Ford aprovecha un material humano que conoce de primera mano para realizar una película en la que convive el relato autobiográfico –con sus principales hitos reconocibles de la biografía de Frank– con el retrato doloroso de un matrimonio que termina fragmentado. La película podría haber cargado las tintas en el sacrificio patriótico, señalando que es más importante una vida de servicio al país frente a la vida particular, pero Escrito bajo el sol propone un acercamiento a la figura pública de una forma más poliédrica, de tal forma que el resultado final consigue una mayor complejidad.

Cuando se realiza un acercamiento analítico a la filmografía de un reconocido autor cinematográfico que acumula un gran número de obras maestras, en este caso John Ford, pero ocurre lo mismo con cineastas que entran en la categoría de clásicos (Hitchcock, Kubrick, Welles, Wilder, Scorsese, etc.) hay una tendencia a clasificar las películas entre obras de primer nivel y películas menores; siendo esto evidente, es una ordenación que en ocasiones ha tratado injustamente a películas que sí tenían interés.

Escrito bajo el sol suele ser considerada una obra menor precisamente por esa clasificación, en este caso viene a continuación de Centauros del desierto– pero, no resistiendo comparación con el clásico citado, la película sobre el famoso aviador sí permite profundizar en la forma de abordar un relato y demuestra la capacidad de Ford para narrar con las imágenes una temática presente en toda su obra.

Escribe Luis Tormo

Artículo publicado originalmente en el especial ‘El otro John Ford’ en Encadenados

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