La Bocca della Verità, turismo cultural, turismo cinematográfico

La leyenda de la Bocca della Verità

Si hay una ciudad que atesora un vasto patrimonio artístico y cultural esa es, sin lugar a dudas, Roma. Por sus calles y plazas se acumulan los vestigios de un pasado en el que el arte es un referente fundamental para comprender la historia de nuestra civilización. El viajero o viajera que se proponga visitar esta ciudad encontrará a su alcance una gran cantidad de guías y páginas web con las que organizar una ruta en función de los días disponibles. Y en todas ellas, cuando se habla de aquellos monumentos imprescindibles para visitar, junto a grandes recursos culturales como El Vaticano –Museos y Capilla Sixtina–, El Panteón, el Coliseo o las calles y piazzas –Spagna, Narbona, Pópolo–, aparece también la Bocca della Verità, quizá un elemento no tan relevante como los anteriormente mencionados pero que se ha terminado haciendo un hueco en las recomendaciones.

Boca della Verità. Foto: Eva Tormo

La Boca de la Verdad –en su traducción española– es un gigantesco disco de mármol de 5.80 metros de circunferencia y 1,75 de diámetro que parece una máscara en la que se representa un rostro masculino, con barba, y que cuenta con orificios en los ojos y en la boca. Diversas teorías le atribuyen en su origen un uso como tapa de alcantarilla.

Las primeras referencias aparecen en el siglo I, sin embargo sería en la Edad Media cuando adquirió renombre asociado a la leyenda de que esta mascara, que no sabemos si representa el rostro de un hombre o de un dios, servía para disipar dudas las mentiras y sobre las supuestas infidelidades de mujeres y maridos, actuando como una especie de herramienta para detectar la verdad. Cuenta la leyenda que quien introducía la mano en el agujero de la boca, y tras formularle una pregunta, si se mentía, la boca le cortaba la mano.

La denominación como Boca della Verità data del siglo XV. Tras pasar por diferentes lugares, siempre dentro del mismo barrio, la máscara se ubicó en 1632 en el emplazamiento actual. Desde ese año forma parte del pórtico situado en la fachada de la Basílica de Santa María en Cosmedin.

Vacaciones en Roma

Si bien es cierto que desde el siglo XI la máscara era conocida como oráculo, siendo visitada por viajeros y peregrinos, y del que hay constancia en diferentes escritos, es a mediados del siglo XX cuando se asocia a su aparición en la película Vacaciones en Roma (Roman Holiday), una producción norteamericana del año 1953 dirigida por William Wyler, que se convierte en uno de los primeros ejemplos de turismo cinematográfico y del valor de las imágenes como poder de atracción para los visitantes.

Mucho antes de que en la década de los 90 se definiera de forma académica el concepto de “turismo cinematográfico”, el cine siempre había tenido la capacidad de mostrar al resto del mundo la cultura, la forma de vida y las localizaciones de un país determinado; de hecho, la extensión del modo de vida norteamericano tiene mucho que ver con esto.

Pero fue a partir de mediados de los años 50 cuando Hollywood empezó a buscar localizaciones y rodajes por todo el mundo para aportar un exotismo con el que competir con la televisión. Una situación que coincide con la extensión de la aviación comercial que permitió la ampliación de los desplazamientos turísticos.

Vacaciones en Roma se trasladó a la capital italiana para enmarcar una historia romántica que triunfaría comercialmente –un elemento esencial para el turismo cinematográfico– en numerosos países. La idea inicial era rodar en color pero finalmente Wyler decidió rodar en exteriores utilizando el blanco y negro para que el color no «ocultase» la historia de los personajes y, sobre todo para abaratar costes de producción; pero el acertado trabajo de los directores de fotografía, Franz Planer y Henri Alekan, obtuvo un resultado estupendo siendo nominados para los Oscars de esa edición.

La película, que contó con un exquisito guion de Dalton Trumbo –reconocido años más tarde debido a que el guionista estaba en las listas negras en la época del macartismo–, utilizó las localizaciones y las costumbres de Roma para darle brillo a una historia que terminó haciendo que la película adquiriera un tono mítico. La piazza de Spagna, la Fontana de Trevi o el Coliseo quedaron inmortalizados en las imágenes pero también el bullicio de las calles de Roma, las Vespas que llenaban la ciudad recorriendo las callejuelas, la comida típica y las costumbres locales.

Ejemplo de turismo cinematográfico

Uniendo la leyenda de la Bocca della Verità con la comedia romántica, Vacaciones en Roma nos dejaba una de las escenas icónicas cuando el personaje de Gregory Peck le enseña a Audrey Hepburn el famoso monumento. Una escena que se basa en el mutuo engaño en que ambos personajes están inmersos, Gregory Peck sabe que Audrey Hepburn es la princesa pero a su vez esconde que él es realmente un periodista; mientras, Audrey Hepburn oculta quién es en realidad, una conocida princesa. Por lo tanto son dos personajes que mienten y, que según la tradición, la Boca de la Verittà descubrirá esa falsedad.

El espectador, consciente de todos los detalles, disfruta de una escena que queda en la memoria por el juego de miradas entre los protagonistas, la broma de Gregory Peck ante una Hepburn fascinada ante la máscara y por un acercamiento materializado en el abrazo de ambos.

Esta escena completó el valor artístico del monumento desde el momento en que miles de visitantes reproducen el acting de los protagonistas de la película, inmortalizándose a través de fotografías y videos.

Turistas en el pórtico de la basílica esperando para conseguir la foto en la Boca della Verità. Foto: Eva Tormo

En una era digital en la que las redes sociales han terminado por amplificar este tipo de recursos turísticos, el juego de inmortalizar la mano introducida en la boca –y si puede ser realizar una mueca como si boca nos atrapara la mano– se ha convertido en un ritual necesario.

De hecho, la afluencia de público es tal que, tras la pandemia en la que el turismo era más reducido por razones obvias, la iglesia ha empezado a cobrar un mínimo importe destinado a los voluntarios que organizan el acceso al pórtico para realizar la foto. La Bocca della Verità puede verse desde el exterior de forma gratuita, pero quienes deseen tener un recuerdo junto a la máscara deberán pagar el acceso.

La Bocca della Verità, con su reconocimiento histórico, más su difusión a través del cine, se convierte en un ejemplo del valor que puede tener el cine como atracción para turistas y visitantes.

Escribe Luis Tormo

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